sábado, 22 de noviembre de 2008

Oración de Santo Tomás para antes del estudio




Creador inefable, que de los tesoros de tu sabiduría formaste tres jerarquías de ángeles y con maravilloso orden las colocaste sobre el cielo empíreo, y distribuiste las partes del universo con suma elegancia.

Tú que eres la verdadera fuente de luz y sabiduría, y el soberano principio, dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento un rayo de tu claridad, apartando de mí la doble oscuridad en que he nacido: el pecado y la ignorancia. Tú, que haces elocuentes las lenguas de los niños, instruye mi lengua e infunde en mis labios la gracia de tu bendición.

Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facilidad para aprender, sutileza para interpretar, y gracia copiosa para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al terminar.
Amén.

Carta Solidaria de nuestros hermanos en Cristo, de España

SALTA (Argentina)

«»

Asunto: SOBRE LA ENSEÑANZA DE RELIGIÓN EN LOS CENTROS DOCENTES.

Querido amigo Diego:
Recibes un saludo muy cordial. Rezamos por vosotros y por vuestras acciones a favor y en defensa de mantenimiento de la enseñanza religiosa en los centros docentes. Es un tema que también aquí en España lo estamos sufriendo, especialmente con los profesores de religión, y la reducción de los horarios para esta asignatura, que ha quedado relegada, fuera del “curriculum” escolar, en el que están todas las demás asignaturas excepto la religión.

Ello es consecuencia, de uno de los grandes temas de debate cultural y político en Europa y en diversos países de América y Asia, como es la «laicidad» un tema que va cobrando fuerza y que es necesario abordarlo a través de una reflexión serena con el fin de convertir el problema en una oportunidad histórica para articular la convivencia de una sociedad que es plural y diversa. Tenemos que crear una cultura del diálogo para que nuestro pluralismo ideológico, moral y religioso nos enriquezca a todos.

Todos los cristianos junto con la Iglesia Católica y otras confesiones, están reclamando en los países de mayoría musulmana, donde el cristianismo es perseguido un Estado laico. Por ello, no nos debe extrañar, que personas de otras religiones o que no tengan ninguna, reclamen también en países de mayoría católica o cristiana un Estado laico.

Efectivamente para que una nación pueda ser plural tiene que ser laica, pero ello no significa que la religión tenga que desaparecer de la vida pública. La laicidad se concibe como una cultura de la cooperación de sujetos e instituciones que renuncian a imponer su hegemonía, se esfuerzan en aprender unos de otros y buscan colaborar en acciones para el bien común del país.

Todos tenemos que aprender a ser laicos, pues los terribles acontecimientos de nuestra torturada historia, tanto en Argentina como en España, no nos lo han permitido. El aprendizaje de la laicidad es una de las asignaturas pendientes en nuestra democracia. Debemos adiestrarnos en el arte de vivir juntos los diversos y por eso necesitamos construir alianzas de culturas cívicas.

Para algunos sectores de la Iglesia esta situación del secularismo, está producido por la actuación de unos grupos ideológicos que tienen la voluntad de construir la vida social de espaldas a Dios y que la tarea de la Iglesia consiste en combatir a esos grupos. Nosotros creemos que, aún siendo verdad que existen grupos sociales secularistas, el problema real está en otro sitio: lo que produce el secularismo es el sistema social en el que vivimos. Ese es el problema importante que hay que afrontar y la forma de afrontarlo ha de ser, por fidelidad al Evangelio de Jesucristo, la solidaridad con los empobrecidos y la lucha por la justicia.


Porque vivimos una realidad que es compleja y de la que solo te enumero, algunos rasgos de como es el contexto social y eclesial que nosotros aquí en España también sufrimos:

1. Vivimos una sociedad en la que se ha debilitado profundamente la lucha por la justicia y en la
que se considera poco relevante lo que ocurre en el mundo obrero y en los empobrecidos.
2. Una sociedad de la que se ha enseñoreado una forma de vida social, la capitalista.
3. Que genera, entre otras cosas, una situación de sufrimiento y deshumanización en el mundo
obrero y en los empobrecidos.
4. Así como una profunda debilidad y deformación de lo político como instrumento para
construir la vida social a la medida del ser humano.
5. Pero, sobre todo, una cultura que genera una imagen deformada del ser humano.
6. La Iglesia, por las dificultades que genera este contexto social, especialmente la cultura en él
dominante, y por los propios errores e incoherencias, no estamos sabiendo responder
evangélicamente a esta situación.

Quedamos a tu disposición y recibes nuestro abrazo fraternal en Jesús Obrero.

¡Hasta mañana en el Altar!

Eduardo Soto Bordoy
c/ La Plaza, 22
11510 PUERTO REAL (Cádiz - España)

viernes, 21 de noviembre de 2008

DECLARACION UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


10 de Diciembre de 2008, 60º Aniversario

Año 2007








Somos iguales en dignidad y derechos,

Art. 1,2


Derecho a la vida

(integridad, vida privada y honra) Art. 3,5,12


Las libertades

(No a la esclavitud, libertad de pensamiento, conciencia y

religión, libertad de opinión y expresión, libertad de reunión

y asociación). Art. 4,18,19,20


Ley y justicia

(somos iguales y con garantías ante la Ley y la Justicia).

Art. 6-11


Derechos sociales y económicos

La familia. Art. 16

La propiedad. Art. 17

La seguridad social. Art.22,23

La educación y la cultura. Art. 26,27


Derechos políticos

La patria de los seres humanos es todo el mundo. Art. 13-15

Participación en el gobierno. Art. 21

Los deberes y el respeto a las libertades. Art. 29

Los deberes del Estado. Art. 30


Derechos de los débiles

Derechos de los trabajadores. Art. 23-25

Derechos de la mujer. Preámbulo,25, Declaración 20-Dic-93

Derechos de los niños/as. Declaración del 20-Nov_59

Derechos de las minorías. Pacto Internacional 19-Dic-96


Derechos de los pueblos

Un nuevo orden internacional. Art. 28





“La Declaración Universal es muy clara: reconoce los derechos que proclama, no los otorga; en efecto, éstos son inherentes a la persona humana y a su dignidad. De aquí se desprende que nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia naturaleza. Todos los seres humanos, sin excepción, son iguales en dignidad. Por la misma razón, tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en cualquier contexto político, social, económico o cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a la promoción de cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad”. (Juan Pablo II)



Jesús nace pobre,
sin vivienda,
sin asistencia social,
es perseguido por sus ideas
y su actuación,
juzgado sin garantías,
torturado,
ajusticiado con la muerte
más infamante.


Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis
discernir los signos de los tiempos.
(Mt 16,3)




La vida y muerte de Jesús es la vida y muerte de millones de personas. Hay que recordar sus palabras: ‘”Si a mí me han perseguido, también lo harán con aquellos que son mis discípulos, pero no tengáis miedo que yo he vencido al mundo’”.


• 10 millones de niños mueren antes de cumplir los 5 años, por causas evitables

• 850 millones de personas sufren hambre

• 1.200 millones de personas no tienen agua potable

• 75 millones de niños no reciben enseñanza primaria

• 774 millones de adultos no saben leer ni escribir

• 1.300 millones de personas ganan menos de 2 dólares al día

• 31,6 millones de refugiados y demandantes de asilo político

• 1.252 personas en 24 países distintos fueron ejecutadas por su respectivo Estados en 2007

• Amnistía Internacional (AI) documentó casos de tortura y otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes en más de 81 países en 2007.

• En 54 países se celebraron juicios sin las debidas garantías procesales en 2007



Una de las paradojas más desafiantes de nuestro tiempo es la contradicción observable entre el bienintencionado discurso sobre los derechos humanos que producen las instituciones internacionales y los Estados nacionales, y la desdichada realidad de las libertades ciudadanas que prevalece en muchos países. Nunca antes han coexistido tantas normas, instituciones y autoridades encargadas de proteger la dignidad humana a lo largo del planeta. Una paradoja que cada día es más lacerante.
A la hora de justificar los derechos, la unanimidad es prácticamente universal; a la hora de protegerlos, la desbandada alcanza la misma dimensión.

La codicia de pocos y el silencio de muchos es la causa de tanta injusticia




DERECHOS HUMANOS

Artículo 1

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Este deber fraternal nos exige la lucha para que todo ser humano sea realmente sujeto de todos los derechos que contempla la Declaración.

“Ningún derecho humano está seguro si no nos comprometemos a tutelarlos todos.

Cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro”(Juan Pablo II)

¿Por qué no se cumple la resolución de la ONU de ¡1970!, de destinar el 0,7 del PIB al desarrollo humano sostenible de los países empobrecidos?. Hoy sólo cinco países lo cumplen

¿Por qué hay hambre si, según la FAO, se podría alimentar en condiciones normales con 2.700 calorías por día, a 12.000 millones de personas y somos 6.000 millones de seres humanos?

Porque tenemos un sistema, el capitalismo liberal, que No está centrado en la dignidad de la persona, sino en la obtención del máximo beneficio, no importa cómo. La persona es una mercancía más de la economía de mercado.

Los que realmente gobiernan el mundo, son aquellos que ostentan el poder económico e influyen en la política y en el poder mediático. Para mantener esta situación les interesan personas que no den problemas, que tengan poca capacidad de crítica e influencia, que se dediquen a vivir su vida, sometidos a los miedos de perdida del trabajo y otras calamidades que periódicamente se les va anunciando.

Hemos pasado de una cultura del Ser a una cultura del Tener. De unos valores profundos al subjetivismo y pragmatismo, donde la Verdad ni siquiera se busca; lo que pienso es la verdad, si me es útil; además andamos un poco miedosos porque, para muchos, el trabajo es inestable e inseguro. La Unión Europea, la región más rica de la tierra, permite tener 19 millones de ciudadanos en el paro.

La respuesta, pensamos, debe estar en la Educación permanente, orientada a la justicia y a la solidaridad; tanto para salir de la “pobreza de espíritu” del mundo rico, como de la pobreza material del mundo empobrecido. Debemos profundizar en la dignidad de la persona, en la que se basa la declaración de los derechos humanos y sentirnos libres para ver y actuar contra las manipulaciones que nos llevan a una sociedad inhumana.

Sólo cuando lo que rija nuestras actuaciones sea nuestra Humanidad, seremos capaces de exigir con rotundidad a nuestros gobiernos, que apliquen con efectividad los Derechos Humanos, tanto aquí como en los países empobrecidos, y que actúen con el mismo interés, celeridad y contundencia como han actuado en la crisis financiera.

Para nosotros, cristianos, cuyo mandamiento principal es el amor a Dios y al prójimo, es un deber ineludible la defensa de los Derechos Humanos y la solidaridad activa con las personas, desde las más cercanas a las más lejanas, que mueren de hambre o son excluidas, marginadas o tratadas indignamente, víctimas de nuestra sociedad opulenta.



ORACIONES


Tenemos el vicio de acostumbrarnos a todo.
Ya no nos indignan las cifras del desempleo,
ni la nueva esclavitud de los inmigrantes.
Ni es noticia el joven tirado o drogándose en una esquina.
Ni los millones de muertos de hambre cada año.
Lo más explosivo se hace rutina y conformismo;
la contradicción de la cruz,
es ya sólo el adorno sobre un escote o una elegante chaqueta.
Necesitamos tener algún amigo hereje, drogadicto, inmigrante
niño delincuente, vagabundo,... para ser disconformes como tú,
que fuiste crucificado por los conservadores del orden y la rutina.
Enséñanos a recordar que Tú, Jesús, siempre has roto
las coordenadas de lo previsible.


Ante la injusticia y el pecado en que viven sumidos tantos seres humanos,
ante el egoísmo de unos y la desesperanza de otros,
ante la imposibilidad de resucitar mientras haya opresores y oprimidos,...
Creemos que por iniciativa del Espíritu de Dios,
ha nacido en nosotros una urgencia que nos impulsa a la acción.
Creemos que la vocación y misión de seguir a Jesús,
pide un serio análisis de la realidad
e implica un compromiso de transformación de la misma.
Creemos que el ser humano, hombre y mujer,
es el verdadero templo de Dios,
allí es donde le encontramos de verdad y le damos culto.
Creemos que cada día el Padre-Madre nos interroga:
el clamor de los pobres, de la tierra es voz de Dios.
Creemos y amamos a Jesucristo,
presente en cada ser humano y especialmente en los pequeños.
Creemos y amamos al mundo, su historia,
una historia por completar y un mundo por construir, cuidar y liberar.
Un mundo que ha comenzado ya a resucitar.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA VIRGINIDAD DE SAN PABLO



Sentido último en sus cartas.
Reflexión de los Padres de la Iglesia.
Aportes de autores contemporáneos.
Consecuencias para la vida consagrada.


Por Lucio Francisco Ajaya


Introducción

La persona de San Pablo no deja de fascinar a quienes con fe, se acercan a la Palabra de Dios, pero más aún, aquellos que afectivamente quieren unirse más íntimamente con Jesús, descubren en la vida de este Apóstol, más que un simple ejemplo de santidad, todo un proyecto desafiante de vida, atravesada por la profunda y dolorosa lanza que causó la llaga Santa a Cristo en la Cruz y que nos dejó rociados con sangre y agua, capacitándonos para amar con la misma intensidad divina, con su mismo corazón. Nadie como Pablo puede enseñarnos el sentido último de la “virginidad” o “celibato”. Por esto, el siguiente trabajo monográfico se ayuda de lo ya elaborado por dos autores, a partir de las fuentes paulinas y de la exquisitez que ambos han tenido para encontrar lo “oculto” de esta forma de vida, en el testimonio de quien también ha querido ser objeto de reflexión para toda la Iglesia en este 2008, año Santo del Señor.



“EL NO CASADO, SE PREOCUPA DE LAS COSAS DEL SEÑOR”

Si bien el tratamiento que hemos querido abordar en este trabajo, intenta escudriñar la virginidad de San Pablo, no podemos obviar las alusiones que encontramos en la Sagrada Escritura, sobre todo en el Nuevo Testamento: “No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda”. Jesús revela un “nuevo modo de ser eunuco”, puesto que esto significaba un gran insulto para el judío, quien sabía que aquel que no tiene esposa no es ni siquiera un hombre. El mismo Señor, aparte de borracho y comilón, era tenido por eunuco, en sentido altamente peyorativo. En el último sentido señalado en las palabras de Jesús, observamos la introducción del Reino de los Cielos, lo cual implica una dimensión misteriosa acrecentada por la lacónica frase final: “Quien pueda entender, que entienda”. “Antes de Jesús no existía una condición de vida comparable a ésta instituida por él, diversa, al menos en las motivaciones, si no en el hecho mismo. Sólo la presencia del Reino en la tierra podía instituir esta posibilidad de vida: el celibato “por el Reino”. No se anula la posibilidad del matrimonio, pero la relativiza. De hecho la continencia perfecta se sitúa frente al matrimonio como el Reino de Dios se sitúa frente al reino del César: no lo elimina, pero lo hace aparecer en una posición diversa de antes. Él no es ya la única instancia en su campo. Como el Reino de Dios es de un orden de grandeza distinto del reino de César, uno no tiene necesidad de negar al otro para subsistir. De la misma manera, la continencia voluntaria no requiere que se niegue el matrimonio para ser reconocida en su validez propia. Sin embargo, no obtiene sentido más que de la afirmación contemporánea del matrimonio.”1

Ahora, adentrémonos en aquello que nos ocupa:

El apóstol dice así: “Porque la apariencia de este mundo pasa. Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división”2

La motivación de San Pablo para la virginidad, parece centrarse en el bien del individuo y en su sosiego, más que en el Reino de Dios. Sin embargo no podemos perder de vista que los motivos que el Apóstol coloca como válidos para escoger la virginidad y el celibato se resumen en la expresión “por el Señor”, lo cual según Raniero Cantalamessa3, luego del acontecimiento pascual, es el equivalente exacto a la expresión “por el Reino de los Cielos”. ¿Qué entiende la comunidad cristiana evangelizada por Pablo, cuando se habla de Reino de los Cielos?

La predicación cristiana pos pascual ya no centra su atención en la predicación del Reino de Dios, tema fundamental en el ministerio de Jesús. Encontramos, en cambio, el kerigma apostólico: Cristo ha muerto; ha resucitado; es el Señor. Ahora, en efecto, el Reino, la salvación, consiste precisamente en esto.: “Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús….convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar” (Hch 2, 36.38).
Pablo justifica su exhortación a la virginidad (“la apariencia de este mundo que pasa”), a que “el tiempo se ha cumplido”, ya ha comenzado el tiempo final en el que es ya posible vivir como “hijos de la resurrección”.

En Jesús, no se va al matrimonio “por el Reino de los Cielos”, es decir por una causa; según Pablo, no se va al matrimonio “por el Señor”, es decir por una persona. El progreso que significa en la idea de virginidad no es debido a Pablo sino a Jesús que, muriendo y resucitando por nosotros se ha convertido en “el Señor”, el Esposo y la cabeza de la Iglesia, aquel que “amó a la Iglesia se ha convertido en “el Señor”, el Esposo y la cabeza de la Iglesia, aquel que “amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.” (Ef 5, 25 – 27)

El Apóstol dice que desearía ver a sus fieles “sin preocupaciones”. ¡Qué gran ventaja ser célibe o virgen!¡Jamás el sufrimiento tocará nuestras vidas! Este es un riesgo: entender esta forma de vida como tranquilidad absoluta. Pedro escuchando a Jesús y las exigencias que implica el matrimonio dice: “Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse”, (Mt 19,10). También Jesús era del parecer de que es mejor no casarse, pero por un motivo muy diverso del motivo egoísta entendido por el Apóstol, y lo explica enseguida, hablando de los que no se casan por el Reino de los Cielos.
También la virginidad era ideal de los estoicos y los epicúreos, llamándola apatheia o atrassia, lo que significa una vida sin sacudidas emocionales y pasionales, dispuestos a sacrificarlo todo, incluso gozos y placeres muy intensos.

Sin embargo, Pablo no culmina allí su enseñanza: “El no casado se preocupa de las cosas del Señor”. Repite dos veces ahora, para varones y mujeres vírgenes que deben estar preocupados por las “cosas del Señor”. ¿Cómo interpretamos esta paradoja? La virginidad es un vivir sin preocupaciones mundanas, a fin de tener todo el tiempo y desahogo para preocuparse de las cosas del Señor. ¿Qué cosas son las del Señor? Los bienes, o las cosas del Señor son las almas por las cuales ha muerto, es el Reino. Ésta es la razón por la que existen el célibe y la virgen: para que haya alguien, en la Iglesia y en el mundo, que se preocupe sólo de los intereses de Dios.

En realidad el virgen renunció a casarse con una criatura, mas se desposó con una persona especial, la de Jesús, el Señor, que no es “historia del pasado”, ni tampoco “ilusión del futuro”, sino que por su resurrección “vive (ahora) en el Espíritu” y está presente continuamente en su iglesia. En este punto, nuevamente Cantalamessa es contundente: “No se trata, pues, para el virgen o la virgen, de renunciar a un amor “concreto”, por un amor “abstracto”, a una persona real por una persona imaginaria; se trata de renunciar a un amor concreto por otro amor concreto, a una persona real por otra persona infinitamente más real. La diferencia está en que, en un caso, la unión es “según la carne” y, en el otro, “según el Espíritu”; en uno, se forma “una sola carne”, y en otro “un solo espíritu”. De hecho está escrito que “el que se une al Señor, se hace un solo Espíritu con Él” (1 Co 6,17). Este realismo de la fe es el que hacía decir a la virgen santa Inés, ante la propuesta de un matrimonio humano:: “Ya estoy desposada….Me he ligado a él con el anillo, mi Señor Jesucristo”.

Aquí la grandeza de la virginidad: Los célibes son los que han recibido un don, que los ha llevado a percatarse hasta dolorosamente, de que una criatura, una familia, los hijos….no les bastaban, tenían necesidad de amar “Algo Divino”.

Leamos el testimonio de Kierkegaard, un joven luterano que descubre este don y experimenta la dolorosa punción del desprendimiento: “Dios quiere el celibato porque quiere ser amado…Tú, infinita Majestad, aun cuando tú no fueras amor, aun cuando tú fueras frío en tu infinita Majestad, yo no podría sino amarte; necesito algo majestuoso que amar. Aquello de lo que otros se han lamentado, a saber, de no haber hallado el amor en este mundo y por ello de haber sentido la necesidad de amarte, porque Tú eres el Amor (lo que yo admito plenamente), yo quiero proclamarlo también respecto de lo Majestuoso. Había y hay en mi alma una necesidad de Majestad, de una Majestad que nunca me sentiré cansado de adorar. Nada de esta codiciada Majestad encontré en el mundo”4 . Dice Cantalamessa: “Esposos de la Majestad de Dios, esposos del Absoluto!”5

El virgen se ha casado realmente, en cuerpo y alma, con el Reino o el Señor; no se casó por una causa, sino también con una persona; no es desposorio temporal, sino para toda la eternidad. La ligación es totalitaria y exclusiva, sólo comparable, en el plano humano, con el matrimonio.

Dice Cantalamessa: “Habiendo desposado una causa, el Reino de los Cielos, estamos llamados a servir a esta causa; Habiendo desposado a una persona, el Señor, estamos llamados a complacer a esta Persona (…) El Apóstol invita tácitamente a la virgen cristiana a seguir el ejemplo de la mujer casada. ¿Qué no haría una novia para agradar a su novio y a la inversa? ¿Qué no haría una esposa, fiel y afectuosa, para agradar al marido y viceversa? La misma necesidad, la misma tensión incesante debe tener la virgen cristiana para complacer al Señor. Sólo los medios para “agradar” son diversos. San Pedro recuerda algunos que sirven para toda mujer creyente, pero más aún para la virgen: “Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios” (1 P 3,3-4).”6

¿Cómo entiende San Pablo la realidad de un “corazón indiviso”?

El que está casado, debiéndose ocupar de las cosas del mundo y de agradar a la mujer y al marido, “se encuentra dividido”, mientras que la virginidad permite vivir “unidos al Señor sin distracción”. En San Pablo, el estado de virginidad es objetivo: tiene como centro y finalidad al Señor, no el bien propio. Sin embargo hay también un segundo beneficio de promoción y de revalorización de la persona: es la reunificación interior, el de pasar de ser “una persona” a ser una “persona unida”.7

Naturalmente, somos dispersión. Somos tantos deseos, proyectos, añoranzas que cultivamos, todos a veces tan contrarios, que en vez de progresar en la unidad interior vamos hacia la distracción. San Agustín ha escrito. “Porque la continencia es la virtud que nos reúne y nos reduce a ser una cosa sola; de cuya unidad habíamos degenerado haciéndonos de uno muchos, y dividiendo nuestro corazón en multitud de cosas; y menos te ama, Señor, el que juntamente contigo ama alguna otra cosa sin amarla por ti”.8

Jesús refería en este sentido a la “pureza de corazón”, que no es más que querer cada vez menos cosas hasta llegar a querer “una sola cosa”. Lo del salmista nos ilumina más aún: “Una cosa pido al Señor, sólo eso ando buscando” (Sal 27,4). Aquí, quien experimenta esto está tan cerca de la verdadera virginidad, de la que la virginidad física es señal y custodia, la del corazón: querer una sola cosa, cuando esta sola cosa es Dios.

San Gregorio de Nisa expresa que la verdadera virginidad es la interior: librarse progresivamente de las pasiones y de los deseos (pathe) para unirse a Dios; La virginidad física, está en función de ésta, es como una envoltura; Escribe: “Para poder contemplar del modo más perfecto el divino y bienaventurado placer, el alma libre no debe aferrarse a ninguna de las cosas terrenas ni gustar ninguno de los placeres de la vida ordinaria; más bien al contrario, debe trasladar su impulso amoroso de las cosas materiales a la contemplación inteligible e inmaterial de la belleza. La virginidad del cuerpo ha sido concebida para que pudiera realizarse dicha disposición del ánimo. Su principal función es la de hacer olvidar al alma las pasiones de la naturaleza y la de impedir los bajos instintos de la carne. Una vez liberada de éstos, y ya habituándose poco a poco a lo que parece permitido por una ley natural, el alma ya no ignorará ni abandonará ese divino y genuino placer que sólo la pureza del elemento racional que nos guía puede perseguir”9

Sería egoísta pensar que este camino sólo lo recorren los célibes o vírgenes. El mismo Gregorio, quien trazó este itinerario, estaba casado. El casado no puede dejar de preocuparse de las cosas del mundo y de la familia, y no puede sino estar dividido. El célibe, al estar indiviso, tiene más responsabilidad en esto. De la mujer casada el mismo san Gregorio de Nisa dice que “una parte de su corazón se va con el hijo que ha engendrado y, si tiene muchos hijos, su alma se divide en tantas partes como hijos tiene, de modo que ella siente en sus propias entrañas lo que sucede a cada uno de ellos”10. Es claro que esto puede resultar para ella ocasión de santificación “La mujer – dice la Escritura en 1 Tm 2,15 – se salvará por su condición de madre”, sin embargo esto no quiere decir que ella no esté, de algún modo, dividida.

“A propósito del corazón indiviso tenemos ocasión de reflexionar y de sentir temor. El corazón indiviso es algo bueno a condición de que se ame a alguien. Es, en efecto, mejor un corazón dividido que ama que un corazón indiviso que no ama a nadie. Esto sería, en realidad, egoísmo indiviso, un tener colmado el corazón, pero del objeto más inquietante que existe: uno mismo. De esta especie de vírgenes y de célibes, nada infrecuente por desgracia, se ha dicho frecuentemente con razón: “Porque no son del hombre, creen ser de Dios. Porque no aman a nadie, creen amar a Dios” (Ch. Péguy)”11
Una virginidad sin amor, no sería verdadera, sólo mostraría apariencia, cáscara, dura y vacía, sin alma. El motivo principal de la virginidad cristiana es, pues, positivo, no tanto negativo.

En los Padres, la virginidad adquiere poco a poco una motivación prevalentemente negativa y ascética, que es la renuncia al matrimonio y la superación de las pasiones. Allí, el motivo (“por el Reino”, “por el Señor”) prevalece sobre el hecho (no casarse); aquí, el hecho de no casarse tiende a prevalecer sobre el motivo, aún cuando éste evidentemente no desaparece. No fue ajeno en la historia de la Iglesia que el ideal ascético de la ausencia de pasiones y de deseos, ha resultado la cosa más deseable del estado monástico y virginal.

Una inmensa mayoría de los tratados patrísticos sobre la virginidad – como por ejemplo el conocido texto de san Juan Crisóstomo -, se afanan por poner de manifiesto los males del matrimonio: “Áspera e inevitable es la esclavitud del matrimonio – dice Juan Crisóstomo - ; aún cuando escape a todo dolor, el matrimonio no tiene en sí nada de grande; ¿de qué ayuda podrá ser, en el momento de la muerte, el más perfecto de los matrimonios?¡De ninguna!”. Gregorio de Nisa : “¿Por dónde habría que empezar a pintar esta vida difícil con los colores sombríos que le corresponden?...Todo lo absurdo de la vida se origina por el matrimonio”12. También los padres latinos – Ambrosio, Agustín – se mueven sobre esta línea.
Naturalmente, estos mismos padres se acordaban de vez en cuando de que no podían ir mucho más allá, en este camino, sin acabar en la orilla de aquellos mismos maniqueos herejes, a quienes se esforzaban por combatir en otros libros suyos. Y, he ahí entonces, las periódicas reafirmaciones de la bondad sustancial del matrimonio, como cuando san Juan Crisóstomo escribe ingenuamente que “quien denigra el matrimonio hace también una agravio a la virginidad”13 , sin caer en la cuenta de que lo que está haciendo exactamente él mismo. De esta manera, la virginidad era edificada sobre las ruinas del matrimonio y éste, verdaderamente, no fue el método de Jesús.

Cantalamessa expresa que en la visión de los padres: el acento se desplaza de la escatología a la protología, es decir, de aquello que se dará al final, en la Jerusalén celeste, a lo que se daba en el comienzo, en el paraíso terrestre. El modelo y la meta del virgen, más que la vida de los “hijos de la resurrección”, es la vida carente de concupiscencia anterior a la caída. La virginidad, más que como anticipación del Reino final, es vista como retorno al paraíso. Se habla también de “vida angélica” (bios angelikós), o “semejante a los ángeles”, pero más en referencia a la naturaleza inmaterial y de espíritus puros de los ángeles que al sentido de seres inmortales en que lo entendía Jesús (Cfr. Mt 22,30).
No han faltado los Padres que se apoyaron en el principio de la “recta razón”, como Gregorio de Nisa”, para expresar cómo las virtudes son un fundamento más universal para la virginidad que el constituido por la palabra y el ejemplo de Cristo en su misterio pascual: habla del alma que “permanece virgen, siguiendo la razón”14

El Apóstol también escribe: “Los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Ga 5,24). El mártir Ignacio de Antioquía se hacía eco de estas palabras cuando viajaba hacia Roma, prisionero, para padecer el martirio, escribía: “¡Qué hermoso es que el sol de mi vida se ponga para el mundo y vuelva a salir para Dios!...Todo amor terrenal (eros) ha sido crucificado en mí y no hay llama alguna que haga prender en mí el fuego por las cosas de la tierra”.15

La tradición de la Iglesia ha definido a la Cruz como “el lecho nupcial”: allí el alma se une con su Esposo divino. Se habla del “éxtasis de la Cruz”, del que nació la Nueva Eva y de donde la comunidad de la nueva alianza, vista como esposa de Dios, que no abandonará ya a su esposo para correr tras los ídolos, sino que será ella misma, mas bien, la que se estrechará a él para no separarse jamás.16

El lecho de la cruz no es exclusivo de los vírgenes. Es una propuesta abierta a los que han recibido el Espíritu de Dios. Los casados deben dejarse abrasar por el fuego pascual: el gran misterio de la unión entre Cristo y la Iglesia. ¿Acaso los esposos no aprenden más cuando sufren juntos que cuando gozan juntos? Este lecho es de amor, pero de aquel que pasa por el crisol de la prueba y el sufrimiento.

El cráter de la carne, sólo se apaga con la muerte…se repite a los oídos de los vírgenes, puesto que “la carne tiene apetencias contrarias al espíritu”17 . Es una lucha sin tregua. La carne y su amigo el mundo argumentan en “pro” de la defensa de los derechos de la carne, de la naturaleza, del buen sentido, de la bondad natural de las cosas, éste el campo “donde más cotidiana es la batalla y más rara la victoria”.18

El testimonio de los Padres del desierto es altamente gráfico: “Durante doce años – cuenta uno de ellos – el demonio no me ha concedido ni una noche ni un día de tregua en sus asaltos, pasados los cincuenta años. Creyendo que Dios me había abandonado y que por eso, precisamente, era dominado por el Enemigo, decidí tener una muerte irracional, antes que caer en la vergüenza por causa de la pasión carnal. Salí y tras haber vagado por el desierto encontré la cueva de una hiena; en esta guarida me coloqué desnudo, durante el día, para que al salir me devoraran las bestias feroces”. Después de diversos intentos oyó una voz que provenía de su interior y le decía: “Vete, Pacone, lucha; he consentido que fueras dominado por el Enemigo para que no te vanagloriaras de ser fuerte sino para que, por el contrario, reconocida tu debilidad y no confiando en exceso en tu régimen de vida, recurrieras a la ayuda de Dios”19 .

De aquí brotan consecuencias importantes para nosotros: el fundamento último de la consagración virginal es el misterio pascual. No podemos negar el aspecto ascético que conlleva, pero esto se volvería un mero voluntarismo vacío y aplastante, sino está revestido por entero de su alma: el Amor Pascual, pues “la custodia de la propia castidad viene confiada, en máxima parte, al mismo individuo y no puede apoyarse en algo que no sean las fuertes convicciones personales, que brotan exactamente del contacto con Dios, a través de la oración y a través de su Palabra.”20

¿Por qué el Reino exige el celibato? Dejemos que el mismo San Pablo nos conteste: “De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necesidad de la predicación” (1 Co 1,21). ¿A quién predicamos? A un Cristo Crucificado; la Cruz es la locura de nuestra predicación. Esta es la justificación de los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia. El hombre se sirvió mal de su inteligencia y voluntad para ir a Dios, las idolatró; Por ello Dios elige un camino diverso, el de la necedad de la cruz, el de la renuncia a la razón y voluntad propias, que actúan de modo distinto; “Porque el hombre no supo servirse de su sexualidad para salir de si mismo y abrirse al amor del otro y de Dios, sino que hizo de ella un ídolo: Astarté, Venus…, quiso Dios revelar en el Evangelio el camino de la renuncia al ejercicio activo de la sexualidad: la continencia por el Reino y la castidad perfecta. Porque el hombre no ha sabido servirse de los bienes creados en la obediencia a Dios, sino que los ha hecho ocasión de avidez, de rapiña y de opresión, quiso Dios revelar, en el Evangelio, el camino de la renuncia a las riquezas en la pobreza radical por el Reino.”21

Cantalamessa cita a este respecto, a Lutero, quien a propósito de los votos, formuló el siguiente principio: “Dios se revela en su contrario” (sub contraria specie), es decir, que Dios, en el Nuevo Testamento, revela su gloria en la humildad, su riqueza en la pobreza, su sabiduría en la “necedad”. Si Dios efectivamente se revela ya en una forma opuesta a la tenida como conveniente por la razón humana, se deduce que es preciso acogerlo tal como él se revela, entrar en su estilo, hablar su mismo lenguaje. Sería, en verdad, curioso querer recibir como sabio, como rico y de forma gozosa a un Dios que se revela “necio”, pobre y sufriente. No es posible y Jesús mismo lo afirma cuando dice que el que quiera seguirle debe negarse a sí mismo y tomar la propia cruz; y que el Padre ha escondido, a los sabios y a los inteligentes los misterios del Reino y se los ha revelado a los pequeños. …

Tiene razón san Gregorio Nacianceno cuando escribe que “no existiría la virginidad si no existiera el matrimonio, pero el matrimonio no sería santo si no estuviera acompañado por el fruto de la virginidad.”22

Desde la perspectiva bíblica diremos entonces que si no se hubiera dado el pecado, no habría existido la virginidad porque no hubiera sido necesario poner en crisis y someter a juicio al matrimonio y a la sexualidad. La virginidad es ante todo un rechazo del mal que se ha superpuesto a aquel bien; por tanto, es proclamación, por excelencia, de la bondad original de la creación y de las cosas. Son un modo de imitar al Verbo de Dios, que al encarnarse ha asumido todo lo humano, excepto el pecado.23

Así comprendemos la frase de S. Agustín y que la Iglesia canta explosivamente en la noche de la vigilia pascual: ¡Oh culpa feliz!, que nos mereció semejante Redentor. La redención de Cristo y el Misterio Pascual son reales: la creación originaria es recapitulada, diría San Ireneo, desde lo hondo del pecado la reconduce a la luz. Vivir virgen es vivir pascualmente: “Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado – escribe el Apóstol -. Así, que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad”24 . “La palabra traducida por “pureza” o sea “heilikrineias”, contiene la idea de esplendor solar (heile) y de prueba o juicio (krino) y significa, por tanto, una trasparencia solar, algo probado a través de la luz y encontrado puro. Éste es el modelo de vida que brota de las Pascua de Cristo, que es común a todos los cristianos, pero que el virgen debe hacer suyo con un título del todo especial, hasta convertirse, después, en modelo y señal para todos en la Iglesia.”25

Es importante recordar que el “ofrecer nuestros cuerpos como víctima viva, santa, agradable a Dios: el culto espiritual…”26 , no es exclusivo de los vírgenes; Estos están obligados a acoger de un modo más radical esta exhortación. Para todos los cristianos vale hoy el ideal de huir del mundo, asumido como rechazo a las obras que deben ser crucificadas con Cristo y “ser para el mundo” en todo lo que es bueno, lo que agrada a Dios, lo perfecto. Aquí son dos las dimensiones necesarias: Amar al mundo que Dios quiso salvar, ofreciendo el culto espiritual y “aborreciendo a mundo y a lo que hay en el mundo”.27





LA VIRGINIDAD COMO IDENTIFICACIÓN CON EL HIJO28

Amedeo Cencini, ilumina la realidad del celibato, desde una perspectiva paulina, utilizando también elementos psicológicos que ayudan a una densa reflexión teológica. Abordemos una síntesis sobre este punto, que no deja de ser riquísima; Se habla de un proceso en el enamoramiento de San Pablo, expresado de la siguiente manera:

1. Mors tua – vita mea

El enamoramiento de Pablo parte sobre todo de su convencimiento de que Cristo “se entregó” por amor a él. La muerte de Cristo ha “engendrado” la vida de Pablo. El amor de Cristo en la cruz ha liberado a Pablo del miedo a la muerte, de su temor a no ser digno de ser amado, de su pretensión de salvarse por sí mismo, de la presunción de realizarse según su plan, de la no-vida y de todo lo que le hace vivir menos, de lo que es pérdida y no vale la pena 29. Si el celibato es la forma que tiene una persona de dar testimonio de la vida que trasciende la muerte, o que nace de la muerte de Cristo, la experiencia y la contemplación de esta muerte da a Pablo una vivencia de amor tan fuerte, que lo impulsa a vivir una vida nueva, apropiándose de esa fuerza o recibiéndola como don.30


2. Mors tua – mors mea

Esta convicción hace que el apóstol responda con una dinámica que, a causa de un amor rebosante de gratitud, le lleva a la muerte, a la muerte del hombre viejo31. Y sin embargo, el elemento central de la relación de Pablo con Cristo en esta fase no es la muerte, sino el amor, cuyo punto culminante y cuya plenitud es la muerte, garantía de su autenticidad. Esta es la clase de amor que integra la vida de Pablo y que testifica su celibato por Cristo, como signo de su identificación con la cruz y con el amor que en ella se manifiesta.32

Pero Pablo no se limita a apropiarse del don, sino que se identifica con él proyectándose en el acontecimiento de la cruz, y ante todo en la persona de Cristo y en su opción por el amor, por la vida y por la muerte, decidiéndose activamente por la misma opción.

El protagonista sigue siendo Cristo y también su muerte. Es de esta de donde Pablo recibe la fuerza para afrontar su propia muerte por amor.

3. Vita tua – vita mea

La similitud en la muerte lleva inevitable y progresivamente a la identificación cada vez más plena con el Hijo. Los confines del yo de Pablo se amplían y extienden hasta los de Cristo33. Si ha muerto con Él, con Él resurgirá a una vida nueva34 ; la vida de Cristo será su vida35 , como un nuevo yo y una nueva vida que para Pablo es más auténtica y más suya, aunque haya sido recibida: vita tua, vita mea.

Pablo está seguro de que nada podrá separarlo del amor de Cristo36 ; más aún, incluso las tribulaciones que tiene que soportar por su predicación le parecen inestimables porque le acercan a la pasión y a la cruz, esto es, a la vida: su Señor37 . Y así es como la vida de Cristo pasa a ser su misma vida.
En esta fase hay, pues, una mezcla de actividad y pasividad, de auto-apropiación y de difusión de sí que hace que Pablo madure y realice su verdadera identidad. Pero el protagonista sigue siendo Cristo, la vida de Cristo Jesús, que anima y vivifica la vida de quien, como pablo, cree en la fuerza de su muerte y de su vida.

4. Vita mea - Vita tua

Aparece entonces, por fin el hombre nuevo y libre38 , plenamente identificado con Cristo por haber sido conquistado por Él39 , prisionero voluntario de Cristo40 que anuncia activamente su Evangelio41 y decide ofrecer libremente su vida y entregarse por completo a quien Pablo llama “mi” Señor y a su misterio de pasión, muerte y resurrección42 para completar en su vida lo que falta a la pasión de Cristo43 : vita mea, vita tua.

Es la última etapa del proceso de identificación. Si la fase anterior se caracterizaba aún por una cierta pasividad por parte de Pablo, al ser Cristo quien se entregaba a él, aquí nos encontramos con la respuesta al don que se concreta en la entrega radical del propio yo y de la propia vida. Ahora es Pablo quien toma la iniciativa. No solo recibe y se apropia, sino que da y se expropia; no se sitúa ya en el centro, ni piensa en ser el destinatario de un don, sino que amplía sus confines para acoger en su vida el espacio de la vida de Cristo, su amor, su muerte y su resurrección, hasta el punto de que el Señor Jesús se convierte en el argumento de la vida, de la actividad, del amor y de la muerte de Pablo44 . Es la plena realización y la identificación total del apóstol con Cristo, que ya no podrá sino ser virgen como Él y por Él45 : su vida célibe es símbolo de su relación con Cristo, símbolo de la vida que de Él recibe y a Él le da. Amando a Cristo, intensa y apasionadamente, ama a quienes le han sido confiados con el mismo amor de Cristo, con amor divino “celoso”, “paternal”46 y “maternal”47 . El amor de Pablo a la comunidad tiene el mismo corte, idéntico estilo que el amor de Dios. Y no solo eso, sino que hace que la comunidad pueda leer e interpretar en el amor que Pablo le muestra, el amor mismo de Dios. Es un amor profundo, celoso, que se salta los esquemas convencionales, un amor sin límites, un amor orientado hacia el absoluto de Dios, de donde procede”.

Este es el núcleo y la característica básica del amor virgen: el amor exclusivo e inmediato a Dios capacita para amar como Él y tanto como El, ¡hasta sentir sus mismo celos y su paternidad y maternidad!

Este es el sentido del enamoramiento de Pablo, virgen por Cristo, y de todo el que vive su celibato como identificación con el Hijo en actitud de agradecimiento y de entrega libre de sí (las dos actitudes típicas del Hijo); o del que lo vive, desde una perspectiva psicológica, como relación objetual total con Cristo Jesús, total porque es una relación con la vida y la muerte, de Cristo y de la persona virgen, llamada a vivir y morir con “su” Señor y como Él.


CONCLUSIÓN

¿Cómo no confrontar la vida propia a la luz del testimonio de este Santo? Su vivencia tan profunda de la virginidad no sólo cuestiona, sino que desafía. ¿Cómo puede expresar con tanta claridad: Cristo vive en mí? Realmente es locura; La locura de la cruz que transforma, y que hace nuevas todas las cosas.

La verdad de la virginidad por el Reino de los Cielos es saber que el corazón está ocupado por Alguien que celosamente exige amarlo, pero que también necesita ser expresado, porque ese Amor es difusivo. De aquí, que el célibe elige amar de manera especial, a quienes Dios le ha puesto en el camino: esos tentados de sentirse menos amables o menos queridos, aquellos que no son tan bellos ni atrayentes.

Sin embargo, sabemos que el desafío no es sólo para el consagrado, sino que la virginidad es también para los casados, puesto que “querer sólo Dios”, “buscar constantemente su rostro”, son expresiones de la verdad de un corazón ocupado por Dios y desde quien se aman a los muchos otros alrededor. Hasta el casado sabe que hay en él un puesto que sólo es del Señor.

Concluimos desenado más ardientemente que Cristo viva en nosotros, para que así nuestra vida crucificada en Él, rocíe con sangre a todos los que necesitan del amor de Dios, de manera que una Alianza Nueva y Eterna quede sellada para siempre y resuene en cada uno: Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta mi predilección.


El Señor del Milagro: Señor de las multitudes sufrientes

Por Lucio Franciso Ajaya

Del Evangelio según san Mateo (8,16-17)

“Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.

Durante su vida en la tierra, Jesús de Nazaret fue conocido por el bien que hacía: “pasó haciendo el bien y curando”, dice el Evangelio. El “enviado de Dios” combatió, venció la miseria, abrió los corazones y conquistó nuevos discípulos que querían seguirlo. Pero ¿acaso Jesús era sólo un milagroso sanador?. ¿Qué buscaban en Él esa multitud que lo seguía: sólo los beneficios que Él daba o realmente se sentían atraídos a su persona?
La misión de Jesús era mostrar el amor de Dios Padre. Los actos milagrosos que realizaba eran muy valiosos y buenos, mas sólo un modo de confirmar lo que Él predicaba. En cada gesto sanador de Jesús, hay una invitación de salvación, un mensaje más profundo y atrevido, ¿Por qué? Es que no hay que seguirlo porque se come pan hasta el hartazgo, ni tampoco porque sus ideas resultan liberadoras de la opresión política o porque conviene escucharlo para sacar de Él las palabras que sirven a intereses de grupos religiosos. No. El horizonte que propone el Maestro de los Milagros es más amplio, dice mucho más que el alivio de la enfermedad o la solución de un problema.

La multitud traía sus aflicciones, sufrimientos y enfermedades a los pies de Jesús. Él se compadece de ellos (Mc 6,34), mostrando que Dios viene a buscar a su rebaño y a ocuparse de él. Su corazón compasivo y solidario revelan el rostro de Dios, Padre y Pastor, “rico en misericordia” (Ef. 2,4).
Sin embargo, Jesús no quiere atraer la atención de la gente por medio de gestos espectaculares. Las acciones de Jesús anuncian la salvación. No sólo son un alivio del dolor, sino que sobre todo son signos de la llegada del Reino de Dios, que es “levantar” a TODA la persona, a la vida por entero. Por eso, Jesús sólo cura a los que creen que Él puede hacerlo. Debe haber fe en su persona, creer que Él es el “enviado de Dios” y NO un simple curandero…No. Él es el “rostro visible del Padre”, el que invita a SER DE DIOS de una manera verdadera.

En el Pacto de Fidelidad que sellamos los salteños, decimos que “somos de Él”…El 15 de setiembre se deja que el Espíritu que habita en nuestro corazón, hable a su Dios y Salvador. Nosotros creemos en el Señor del Milagro, creemos que Él es el camino, la verdad y la vida, que Él nos conduce a Dios y da sentido a nuestro caminar.
Este Señor del Milagro, sacudió el suelo…pero había que sacudir conciencias envejecidas por la adoración a otros dioses, por el olvido ingrato de aquel que nos creó y nos sigue cuidando como un Padre cariñoso.

Muchos de la multitud que caminan en la procesión, han sido sacudidos en sus vidas, por problemas o enfermedades. Acudimos a Jesús, porque nos hablaron de Él, nos contaron lo que es capaz de hacer. En nuestra historia de pueblo y de vida personal, hemos visto las “grandes obras de Dios”, pero esto es sólo el comienzo. El Señor se valió de una situación difícil, para que nos acerquemos a Él, para que busquemos ansiosamente sus palabras, su vida, su mensaje y no tanto sus milagros…Conocerlo y seguirlo a Él, en eso consiste el desafío.

Pidamos a nuestra querida Madre del Milagro, nos enseñe a buscar siempre a su Hijo. Que el multitudinario caminar, sea expresión de la fe que tenemos en Jesús, porque no sólo nos ha curado o aliviado el dolor, sino porque Él nos busca para que seamos partícipes de su Reino.

Lucio Francisco Ajaya
Seminarista de la Arquidiócesis de Salta,
estudiante de 3º de Teología,
Seminario Mayor de Tucumán
luciofrancisco@hotmail.com

viernes, 14 de noviembre de 2008

G-20, LA CUMBRE DEL DIOS MAMÓN

ECLESALIA, 30/10/08.-

Enviado Por Juan Carlos Estrada

El presidente español Rodríguez Zapatero anda estos días pateándose medio mundo, en busca de apoyos que avalen su presencia en la cumbre que reunirá el 15 de Noviembre en Washington a los líderes de las 20 principales economías del mundo (G-20). ¡Cómo no va a estar España, octava potencia mundial, en ese encuentro! Yo echo de menos una actividad diplomática similar por parte de Benedicto XVI, no porque el Papa deba reivindicar para el Vaticano una posición privilegiada en el ranking de los países ricos, sino porque alguien debería exigir la presencia en esa cumbre de los millones de empobrecidos que constituyen la mayoría numérica del planeta. Una exigencia que la Iglesia podría/debería asumir como propia.
Si en la cumbre se van a decidir los fundamentos de un nuevo orden económico mundial, esto no puede hacerse de espaldas al sufrimiento de las tres cuartas partes de la población. No es verdad que los principales problemas de la humanidad sean el endeudamiento del Leaman Brother, el desplome de Wall Street o la bajada del IBEX. Los verdaderos problemas son la sangría de muertos en las pateras del Estrecho, el genocidio inminente en la república Democrática del Congo, o la hambruna endémica del continente africano. Aunque los informativos nos lo presenten con sordinas eufemísticas: “muertos por hipotermia”, “fallecidos por inanición”, la realidad que golpea el estómago y la conciencia es que, en el siglo XXI, hay seres humanos –especialmente niños y niñas- que mueren de hambre y frío. El problema del mundo no es que el banco Santander Central Hispano gane algo menos de los 10.000 millones de euros previstos para el 2008, sino los 13 millones de africanos amenazados por el hambre, los 200 mil niños de la calle de Brasil, los 25 millones de desplazados internos o los 10 millones de refugiados a causa de los conflictos armados.
Desde su cercanía compasiva al dolor de los excluidos, la Iglesia samaritana debería gritar su indignación a la cumbre de adoradores del becerro de oro. Alguien debería recordarles a los sumos sacerdotes del mercado, que la alteridad radical de la realidad son los pobres de este mundo por delante de cualquier otro interés.
Si la erradicación de la pobreza no es el asunto prioritario de la cacareada cumbre mundial, asistiremos a una ceremonia del culto al dios Mamón que exigirá la sangre de víctimas inocentes para seguir alimentando los graneros del rico Epulón. Ojalá la Iglesia se sienta urgida por el sufrimiento de tantos hombres y mujeres y exija su presencia profética en esa cumbre. Benedicto XVI debería comenzar ya a patearse el mundo.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

domingo, 9 de noviembre de 2008

Como adquirir el Tesoro de la Ciencia



Carta exhortatoria a fray Juan


Puesto que me preguntaste, Juan carísimo en Cristo, de qué modo debes aplicarte para adquirir el tesoro de la ciencia, este es el consejo que te doy:

1º que por los riachuelos y no de golpe al mar procures introducirte, ya que conviene ir a las cosas difíciles a través de las más fáciles.

2º Por tanto, este es mi consejo y tu instrucción. Sé tardo para hablar e incorpórate tarde a los coloquios;

3º depura tu conciencia.

4º No abandones el tiempo dedicado a orar;

5º ama permanecer en tu celda, si quieres ser introducido donde está el vino añejo.

6º Muéstrate amable con todos;

7º no pretendas conocer con todo detalle las acciones de los demás.

8º con nadie te muestres muy familiar, porque las familiaridades originan desprecios y suministran materia para sustraerse al estudio;

9º en lo que dicen o hacen los mundanos no te impliques de ninguna manera;

10º apártate del discurso que pretende explicarlo todo;

11º no dejes de imitar los ejemplos de los santos y hombres buenos;

12º sin importarte a quién oigas, encomienda a la memoria lo que se diga de bueno;

13º lo que leas y oigas, esfuérzate en entenderlo;

14º acerca de los asuntos dudosos, cerciórate;

15º y preocúpate de guardar cuanto puedas en el cofre de la mente, como quien ansía llenar un recipiente;

16º no pretendas lo que es más alto que tú.

Siguiendo esas indicaciones, echarás ramas y darás frutos útiles en la viña del Señor Altísimo, mientras vivas. Si sigues estos consejos, podrás alcanzar aquello a lo que aspiras”

(Fray Tomás de Aquino)

sábado, 8 de noviembre de 2008

La Estulticia segun St. Tomás de Aquino


Educar la inteligencia hacia la verdad

Juan Manuel Cotelo ha traducido un oportuno artículo de Inos Biffi sobre la experiencia teológica y filosófica de Santo Tomás de Aquino



La Estulticia en el análisis de Tomás de Aquino

Las deficiencias espirituales se socorren con obras espirituales de dos modos. Uno, pidiendo auxilio a Dios y para esto está la oración
Los tontos son legión. Esta verdad que viene confirmada por la autoridad de Dios (como si hiciera falta revelación de una tal perogrullada) es citada más de veinte veces por Tomás de Aquino, que la lee en Ecle 1, 15: "stultorum infinitus est numerus", sentencia de Salomón, dicha en un momento de vehemente desahogo y bajo los efectos del vino (2, 3). Los necios -dice, por su vez, el salmo (118, 12)- "me rodean como avispas".
Pero no sólo hay infinitos tontos, sino que los hay de distintas formas: unas más ligeras; otras, más graves; hay tonterías inocentes; otras que son grave pecado... A lo largo de toda la obra del Aquinate(1), encontramos toda una tipología de tontos: asyneti, cataplex, credulus, fatuus, grossus, hebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuus y vecors.

En este artículo examinaremos brevemente -nada más que algunos apuntes- estos más de veinte tipos de tontos presentados por Tomás, algunas de las causas, efectos y los remedios -en la medida en que quepa remedio...- de la tontería.
Por lo pronto, Tomás hace la comparación con los animales. Si en español "asno" se emplea para designar una persona ruda y de muy poco entendimiento y, en portugués, "burro" es ya la primera palabra para designar la poca inteligencia, Tomás, por veinte veces, compara el insipiente al jumento: porque los animales actúan movidos por la pasión (el perro nada más se irrita empieza a ladrar; el caballo, cuando tiene un deseo, relincha etc.(2)). Y el insipiente, que dimite de la razón (de su honor, que es la razón, como repite Tomás), se reduce a un asno o jumento:"Cum esset praeditus lumine rationis, sicut homo in honore constitutus, noluit illo lumine regi, assimilatus est jumentis insipientibus, et ideo facit sicut jumenta..." (In Ps. 48, 10).

Se le compara al asno, porque el asno es asno, animal estulto:"Quia asinus est animal stultum, unde dicitur asinus, idest insensatus. Sic homo insensatus..." (Super Ev. Matt. cp 21 lc 1).
"Comparatus est iumentis insipientibus, et similis factus est illis etc. et alibi Ps. 31, 9: nolite fieri sicut equus et mulus, in quibus non est intellectus" (Super Ev. Matt. cp 10 lc 2).

Y, como veremos, el tonto stolidus, es parangonado a la oveja. El problema de la tontería se cifra siempre en el buen juicio sobre la realidad y sobre todo de los agibilia. Si sensatus es el hombre razonable, con sentido común, en lo que se refiere a las acciones particulares; a los insensati o asyneti les falta el sentido para estas acciones (Tomás agudamente hace notar que no se puede decir de niños que sean insensatos, sino sólo de adultos)."Insensatus autem proprie dicitur qui sensu caret" (Super ad Gal. cp3 lc 1). "Unde secundum synesim dicuntur in graeco aliqui syneti, idest sensati, vel eusyneti, idest homines boni sensus, sicut e contrario qui carent hac virtute dicuntur asyneti, idest insensati (II-II, 51, 3, c).
"Dicitur enim aliquis insensatus, si in aetate perfecta discretione careat, non autem in puerili aetate" (In Met. X, 6, 20).

Una primera característica de diversas formas de tontería es la parálisis. Ocurre por ejemplo en el stupidus (que, por veces, Tomás designa por cataplex -"cataplex, id est stupidus" Sent. Libri Ethic. II, l. 9, 11), que recibe este nombre precisamente de una como que parálisis que le sobreviene por stupor. El estupor es distinto de la admiración: ésta es una actitud positiva que acaba por requerir la disquisición; aquélla, la impide:"Admirans refugit in praesenti dare iudicium de eo quod miratur, timens defectum, sed in futurum inquirit. Stupens autem timet et in praesenti iudicare, et in futuro inquirere. Unde admiratio est principium philosophandi, sed stupor est philosophicae considerationis impedimentum" (I-II, 41, 4 ad 5).

La parálisis es común a otros tipos de tontos: acomete también al torpe, de ahí que ya Isidoro de Sevilla recoja la curiosa etimología del pez torpedo, que entorpece los miembros de quien le toca (Etym. XII, 6, 45).
Tomás incluye el estulto entre los paralizados y citando a Isidoro, hace derivar el mismo nombre stultitia de stupor: "Nomen stultitiae a stupore videtur esse sumptum, unde Isidorus dicit, in libro Etymol., stultus est qui propter stuporem non movetur" (II-II, 46, 1 c).

Además de la parálisis, otro factor importante en la caracterización de la tontería está en la (falta de) sensibilidad: en ese mismo artículo, distinguiendo entre estulto y fatuo, dice que la estulticia comporta embotamiento del corazón y hace obtusa la inteligencia ("stultitia importat hebetudinem cordis et obtusionem sensuum").
La fatuidad es la total ausencia de juicio (el estulto tiene juicio pero lo tiene embotado...). De ahí que la estulticia sea contraria a la sensibilidad de quien sabe: sabio (sapiens) se dice por saber (/sabor): así como el gusto discierne los sabores el sabio discierne y saborea las cosas y sus causas: a lo obtuso se opone la sutileza y la perspicacia de quien sabe:"Fatuus caret sensu iudicandi; stultus autem habet, sed hebetatum; sapiens autem subtilem ac perspicacem") (II-II, 46, 1, c).

La metáfora del gusto, de la sensibilidad en el gusto como paradigma para quien sabe saborear la realidad encierra una de las principales tesis de Tomás sobre la tontería. En el comienzo de la I-II, por ejemplo, discutiendo cuál es el fin último del hombre, considera la objeción de que la felicidad estaría en el dinero pues esa es la opinión común... Y contesta: ""Todo se sujeta al dinero" es lo que afirma la legión de estultos que saben sólo de bienes corporales, que el dinero puede comprar. Pero el juicio sobre el bien humano no lo debemos tomar de los estultos sino de los sabios, lo mismo que en cosas de sabor preguntamos a quienes tienen paladar sensible" (I-II, 2, 1, ad 1)(3).
Se trata siempre de una percepción de la realidad: lo que de hecho es amargo o dulce, parece amargo o dulce para quienes poseen una buena disposición de gusto, pero no para aquéllos que tienen el gusto deformado. Cada cual se deleita en lo que ama: a los que padecen de fiebre se les corrompe el gusto y no encuentran dulces cosas que en verdad lo son...
"Similiter etiam amara et dulcia secundum veritatem videntur illis qui habent gustum bene dispositum, et calida his qui habent tactum bene dispositum, et gravia bene diiudicant illi, qui habent virtutem corporalem bene dispositam. his enim qui sunt debiles etiam levia videntur gravia". (Sent. Libri Et. III, 10, 6).

Cuando busca caracterizar el estulto - la estulticia como opuesto a la sabiduría - se refiere propiamente al no darse cuenta de la conexión entre medios y fines:"In rationali vero respectu finis, stultitia, ut non afficiatur aliquis debite ad finem, et contra hanc est sapientia" (In III Sent. d 34 q 1 a 2 c). "Et ideo Gregorius sapientiam contra stultitiam ponit; quae importat errorem circa finem intentum" (In III Sent. d 35 q 2 a 1 c).

Además, el actuar del estulto sigue a su falso juicio que tiene por bien lo que no lo es: "Quia rectum iudicium habet de omnibus, quia circa unumquodque recte dispositus est, sicut qui sanum gustum habet, recte iudicat de sapore; solus autem spiritualis bene dispositus est circa agenda; et ideo ipse solus de eis bene iudicat" (Sup. ad Gal. cp6 lc1).

Tomás distingue entre la estulticia especulativa y la práctica: hay gentes muy limitadas de inteligencia pero que saben bien actuar; hay, en cambio, personas inteligentísimas que son estultos en su actuar: "Peccatum dicitur tenebra, quia intellectus obtunditur. Contra, multi peccatores inveniuntur qui habent optimum intellectum ad capiendum. Et dicendum, quod loquitur de obtusione intellectus practici, secundum quod omnis malus est ignorans; et non de obtusione intellectus speculativi". (In IV Sent. d 18 q 2 ar5 cex)

En otro lugar, Tomás, siempre atento al lenguaje, distingue entre el estulto, que no asciende a los conocimientos superiores; el insipiente, que no saborea su dulzura y el vecors, a quien le falta corazón para decidirse: "Stultus, quantum ad cognitionem divinorum, insipientes, quantum ad experientiam dulcedinis ipsorum; vecordes, quia sine corde quantum ad electionem agibilium" (In Hier. cp 4 lc 7).

Y luego indica otra distinción entre el insipiente y el estulto: el insipiente puede tener conocimientos terrenos pero no los eternos, mientras el estulto carece aún de los conocimientos terrenos: "Differentia est inter insipientem et stultum. Insipiens est qui habet scientiam humanam, et non considerat aeterna; stultus est qui non considerat etiam praesentia. Vel insipiens est qui non attendit mala praesentia, sed futura; stultus est qui attendit et non vitat; unde dicit, simul insipiens et stultus peribunt" (In Ps 48, 4).

Otra característica del insipiente es creer -también él- que todos tienen su condición: "cum ipse sit insipiens, omnes stultos aestimat" (II-II, 60, 3). Y cuando considera la etimología, hace notar que el insipiente es el insapiente, el no-sabio, que no saborea la sabiduría divina: "Unde cum contradicat sapientiae divinae, vocat eam insipientem. Quasi dicat: insipiens..." (Super I ad Cor. XI-XVI cp15 lc5). "Vir insipiens contemnit cognitionem divinorum" (In Ps 52, 1).

Otra constante en diversos tontos es que son obtusos, lo que se opone a la agudeza; lo agudo penetra en la realidad: de ahí que se hable de "sentidos agudos" e "inteligencia aguda", que penetra hasta en lo íntimo de la realidad. Lo contrario de agudo es hebes: "Hebes acuto opponitur. acutum autem dicitur aliquid ex hoc quod est penetrativum. unde et hebes dicitur aliquid ex hoc quod est obtusum, penetrare non valens. Sensus autem corporalis per quandam similitudinem penetrare dicitur medium inquantum ex aliqua distantia suum obiectum percipit; vel inquantum potest quasi penetrando intima rei percipere. Unde in corporalibus dicitur aliquis esse acuti sensus qui potest percipere sensibile aliquod ex remotis, vel videndo vel audiendo vel olfaciendo; et e contrario dicitur sensu hebetari qui non percipit nisi ex propinquo et magna sensibilia. Ad similitudinem autem corporalis sensus dicitur etiam circa intelligentiam esse aliquis sensus" (II-II 15, 2, c).

Lo obtuso puede ser pecaminoso, culpable

"Et ratio huius est, quia obtusi sunt sensus eorum, id est ratio eorum hebes est, et sensus eorum imbecilles et obtusi sunt, nec possunt videre claritatem divini luminis, id est divinae veritatis, absque velamine figurarum. et huius ratio est quia claudunt oculos, ut non videant, quia velum templi scissum est. et ideo est ex eorum culpa infidelitatis, non ex defectu veritatis, quia, remoto velamine, omnibus aperientibus oculos mentis per fidem clarissime veritas manifestatur" (Super II ad Cor cp 3 lc 3).
Y "Augustinus dicit in IV Musicae, quod anima per peccatum facta est imbecillior. Diminuitur ergo bonum naturae in ipsa per peccatum" (De malo q. 2, a. 11, sc3).

De ahí también los errores crasos, gordos, groseros y las metáforas de la grosería del intelecto o del corazón: incrassatus.
"Ideo cor populi huius, idest mens, incrassatum est, idest excaecatum. Quare? Quia sicut ad visionem corporalem puritas requiritur, sic ad spiritualem. unde intellectus dicitur vis superior, quoniam maxime spiritualis. incrassatur intellectus, quando applicatur grossis et terrenis" (Super Ev. Matt. cp 13 lc 1).

Le falta sensibilidad también al stolidus, incapaz de relacionar el efecto a su causa: "Designatur enim per hoc maxime hominis stoliditas, quod tam manifesta Dei signa non percipit; sicut stolidus reputaretur qui, hominem videns, eum habere animam non comprehenderet" (CG III, 38, 5).

Este es comparado a la oveja: "Per ovem, quae est animal stultum, significatur hominis stoliditas..." (Super Ev. Io. cp 2 lc 2).

Y -siguiendo a Aristóteles- afirma que los stolidi por antonomasia son los celtas: "Potest autem dici insanus, sicut dicitur de celtis qui sunt stolidi" (Tab. L. Eth. cp t).

Entre las causas morales de la percepción de la realidad, se destaca la buena voluntad que es como una luz, mientras la mala voluntad sumerge a uno en las tinieblas del prejuicio: "Responderunt ergo discipuli: et nos homines fuimus, rustici et obscuri in plebe; vos sacerdotes et scribae: sed in nobis bona voluntas facta est quasi lucerna rusticitatis nostrae; in vobis autem malitia facta est quasi caligo scientiae vestrae" (Catena Aurea in Mt cp 19, lc 7).

Otro punto importante en el análisis de la tontería es que hay -y es algo evidente- grados de inteligencia (y de tontería...): el rústico no se puede comparar al sutil filósofo: "Adhuc ex intellectuum gradibus idem facile est videre. Duorum enim quorum unus alio rem aliquam intellectu subtilius intuetur, ille cuius intellectus est elevatior, multa intelligit quae alius omnino capere non potest: sicut patet in rustico, qui nullo modo philosophiae subtiles considerationes capere potest" (CG 1, 3, 5).

Y ahí encontramos otro tipo: el idiota. Siempre atento a los orígenes de los nombres, Tomás hace notar que idiota, propiamente significa aquel que sólo conoce su lengua materna: "Idiota proprie dicitur qui scit tantum linguam in qua natus est" (Super I ad Cor. 11-16, 14, 3).

Pero el sentido se extiende: se trata principalmente del cultivo de la inteligencia. El tonto por no cultivado es el idiota. Así, en el texto citado de la Contra Gentiles, Tomás confronta el "intellectus optimi philosophi" al "intellectus rudissimi idiotae" y afirma que el idiota toma por falso lo que él no puede comprender. Es en general el inexpertus ("non habens scientiam acquisitam") como aquel esclavo ignorante del Ménon de Platón (I, 84, 3, 3).

Tomás habla incluso de la contraposición entre atletas instruidos e idiotas, es decir rudos sin experiencia: "Et simile est de athletis, idest pugilibus fortibus et instructis cum idiotis, idest rusticis inexpertis" (Sent. Libri Ethic. III, 16, 11).

El rústico se asombra de lo que desconoce (y que para otros es harto conocido y no despierta admiración): "Potest autem causa effectus alicuius apparentis alicui esse nota, quae tamen est aliis incognita. Unde aliquid est mirum uni, quod non est mirum aliis; sicut eclipsim solis miratur rusticus, non autem astrologus" (I, 105, 7).

Imbecillis se refiere a la flaqueza en general (moral, de ánimo, de la fe etc.) y no especialmente a la intelectual. En todo caso, Tomás habla de imbecillitas intellectus, imbecillitas sensus y de imbecillitas mentis. Se refiere así a los tardos en comprender: "Ipsorum tarditatem ad ea capienda, ibi quoniam imbecilles" (Super ad Hebr. cp 5 lc 2)

Y a la dificultad de aprehensión intelectual directa sin comparaciones: "Et ratio huius est, quia obtusi sunt sensus eorum, id est ratio eorum hebes est, et sensus eorum imbecilles et obtusi sunt, nec possunt videre claritatem divini luminis, id est divinae veritatis, absque velamine figurarum" (Super II ad Cor. cp 3 lc 3).

Imbecilidad es además no superar el nivel primario de la inteligencia, que no supera lo sensible, como es el caso del politeísmo: "Primum est imbecillitas intellectus humani. Nam homines imbecillis intellectus non valentes corporalia transcendere, non crediderunt aliquid esse ultra naturam corporum sensibilium; et ideo inter corpora illa posuerunt praeeminere et disponere mundum, quae pulchriora et digniora..." (In Symb. Ap. ar 1).

En relación a Dios, todo hombre es tardo de intelecto (Dios lo conoce todo en un solo acto) y por tanto, para aprender, requiere muchas metáforas. Un intelecto elevado, de pocas cosas extrae mucho conocimiento y los tardos necesitan de muchos ejemplos para entender: "Deus enim per unum, quod est sua essentia, cognoscit omnia: homo autem ad diversa cognoscenda diversas similitudines requirit. qui etiam, quanto altioris fuerit intellectus, tanto ex paucioribus plura cognoscere potest: unde his qui sunt tardi intellectus, oportet exempla particularia adducere ad cognitionem de rebus sumendam". (CG II, 98, 12)

Los más tardos se resisten a atinar con la realidad y dan interpretaciones groseras: la voz que glorifica a Jesús en el Evangelio es tomada por los más groseros por trueno: "Quidam erant grossioris et tardioris intellectus, quidam vero acutioris; (...) Desidiosi et carnales non perceperunt vocem ipsam nisi quantum ad sonum; et ideo dicebant tonitruum factum esse" (Super Ev. Ioh. cp 12 lc 5).

El nescius es el ignorante, con ignorancia culpable o no: "Sicut autem Caiphas nescius dixit: oportet unum hominem mori pro populo, sic milites nescientes faciunt" (Cat. Aur. Mc cp 15 lc 3). El crédulo es superficial en el creer: "Quod esse credulum in vitium sonat, quia designat superfluitatem in credendo, sicut esse bibulum super-fluitatem in bibendo (De Ver. I, q. 14, a. 10, ad 6).

Interpretando el versículo de Mt 5 22: "El que llame a su hermano racha, será reo ante el Sanedrín", Tomás discute los posibles significados de racha: según Jerónimo, racha indica el inanis, vacuus (que tiene la cabeza vacía, hueca, sin cerebro).
"Hieronymus. Vel racha hebraeum verbum est, et dicitur chenos, idest inanis aut vacuus, quem nos possumus vulgata iniuria absque cerebro nuncupare" (Cat. Aur. in Mt cp 5, lc 13).

No siempre el problema de los tontos es un problema de intelecto propiamente. Pues si el intelecto no es potencia corpórea, sin embargo necesita en su operación de las potencias corporales como la imaginación, la memoria y la cogitativa. Y si las operaciones de éstas sufren algún impedimiento por parte del cuerpo no puede darse buen funcionamento del intelecto.
"Sciendum est tamen quod, licet corpora caelestia directe intelligentiae nostrae causae esse non possint, aliquid tamen ad hoc operantur indirecte. Licet enim intellectus non sit virtus corporea, tamen in nobis operatio intellectus compleri non potest sine operatione virtutum corporearum, quae sunt imaginatio et vis memorativa et cogitativa, ut ex superioribus patet. Et inde est quod, impeditis harum virtutum operationibus propter aliquam corporis indispositionem, impeditur operatio intellectus: sicut patet in phreneticis et lethargicis, et aliis huiusmodi. et propter hoc etiam bonitas dispositionis corporis humani facit aptum ad bene intelligendum" (CG III, 84, 14).

Tras ese recorrido un tanto inquietante -esos tontos siguen siendo actuales...-, terminamos recogiendo brevemente las indicaciones que Tomás da de los remedios contra las tonterías (propias o ajenas).
Primero, hay que recordar que entre las obras de misericordia, las más importantes, las siete "limosnas espirituales", tres guardan relación más o menos directa con nuestro tema: soportar a los molestos ("portare onerosos et graves"), enseñar al que no sabe ("docere ignorantem") y dar buen consejo al que lo ha menester ("consulere dubitanti").
El remedio -cuando lo hay...- es así propuesto por Tomás: "Las deficiencias espirituales se socorren con obras espirituales de dos modos. Uno, pidiendo auxilio a Dios y para esto está la oración. (...) Contra las deficiencias del intelecto especulativo, el remedio es el estudio, la doctrina; contra las deficiencias del intelecto práctico: consilium, la deliberación y el consejo" (II-II, 32, 2).

(1). Las búsquedas en hipertexto fueron hechas sobre el texto latino de la edición electrónica de Roberto Busa Thomae Aquinatis Opera Omnia cum hypertextibus in CD-ROM. Milano, Editoria Elettronica Editel, 1992.
(2). "Secundum dicit, comparatus est jumentis. Bruta animalia operantur ex passione; et hoc patet, quia canis statim cum irascitur, clamat, equus cum concupiscit, hinnit; sed non imputatur eis, quia carent ratione. Si ergo homo statim cum concupiscit, sequitur passionem, et iratus percutit, comparatus est in agendo jumentis insipientibus: ps. 31: nolite fieri sicut equus et mulus etc. (In Ps. 48, 6).
(3). "Ad primum ergo dicendum quod omnia corporalia obediunt pecuniae, quantum ad multitudinem stultorum, qui sola corporalia bona cognoscunt, quae pecunia acquiri possunt. Iudicium autem de bonis humanis non debet sumi a stultis, sed a sapientibus, sicut et iudicium de saporibus ab his qui habent gustum bene dispositum".


No te olvides de pedir el auxilio de Dios, a través de la oración.






¿Qué es el Hombre? (Filosofía)


¿QUE ES EL HOMBRE?

Anónimo

1º- El hombre es un alma prisionera de un cuerpo. (Platón)
2º- El hombre es una animal que fabrica utensillos. (Franklin).
3º- El hombre es un animal que puede prometer y engañar. (Schopenhauer)
4º- El hombre es un ser deficitario: nace sumamente desvalido. (Ghelen)
5º- El hombre es el ser que puede decir que No. (Max Scheler)
6º- El hombre es el primero que la naturaleza ha abandonado a su libertad. (Herder)
7º- El hombre es un animal político, es decir, sociable y ciudadano. (Aristóteles)
8º- El hombre es un ser calculado sobre el infinito. (S. Agustín)
9º- El hombre es un eslabón entre el animal y el superhombre. (Nietzche)
10º- El hombre es una caña pensante…débil, pero grande. (Pascal)
11º- El hombre es la medida de todas las cosas. (Protagoras)
12º- El hombre es un ser para la muerte. (Heidegger)
13º- El hombre es un ser en camino. (Campos Martínez)
14º- El hombre es un ser para el encuentro. (Rof Carballo)
15º- El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. (Biblia)
16º- El hombre es la obra maestra de la potencia organizadora del cosmos. (T. de Chardin)
17º- El hombre es lo que come: materia y nada más. (Feuerbach)
18º- El hombre es un ser simbolizante. (Cassirer)
19º- Yo soy “solamente” un ser que piensa. (Descartes)
20º- El hombre es un “ciudadano de dos mundos”. (Kant)
21º- El hombre es un ser histórico, social y creador. (R. Orduña)
22º- La persona es una racionalidad dialógica. (Ebner)
23º- El hombre es el peor de los animales de rapiña. (Morris Desmond)
24º- El hombre no es mas que un miembro de la familia Mecano. (Morin)
25º- El hombre es un animal racional. (Aristóteles)
26º- El hombre carece de naturaleza espiritual; es pura libertad. (Sartre)
27º- El hombre es un espíritu encarnado. (Marcel)
28º- El hombre es una maquina genética, programada para la preservación de sus genes.
29º- El hombre es un animal que ríe. (Dante Alighieri)
30º- El hombre es un ser resignado con su propia contingencia. (Merleau Ponty)
31º. El hombre es un creador de utopías. (E. Bloch)
32º- El hombre es un bípedo sin plumas. (Voltaire)
33º- El hombre es un “mono desnudo” que se ha puesto el nombre de “homosapiens”. (Morris
34º- El hombre es una entidad extrínseca que se compone de lo que tiene y de lo que le falta. (Ortega y Gasset)

"Fé y Razón" (Filosofía)

Síntesis histórica (extracto)

Por Diego Orlando Flores

Con todo lo que significa hacer un repaso desde la historia acerca de la relación “preexistente – existente – inexistente” de los saberes de teología, filosofía y la ciencia, es muy difícil hacer una breve síntesis en el cual abarque todo el proceso que recorrió este acontecimiento, imprescindible para conocerlo, pero inacabado en entenderlo. Muchos son los factores que contribuyeron al mismo y casi ninguno de poca importancia para tan grande tarea apostólica. Sin embargo, tratare de resaltar algunos momentos que fueron decisivos en la contribución de la relación-integración entre estos saberes, como así también en la penosa desintegración de los mismos.
El acontecimiento primero y originario que llevo a tal acercamiento de los saberes fue el hecho histórico del Cristianismo, cuyo deber y fin que le fue encomendado, era la evangelización a todos los hombres. Tal mandato es lo que llevo a un acercamiento del saber de la fe (todavía no era teológico) a la filosofía pagana o de los griegos. Son dos saberes que entran en contacto (la razón y la fe). Cabe aclarar ya que en el mundo helenístico coexistían varias ciencias que integraban el conjunto donde entraba la filosofía. De ahí que, ya se daba inicialmente la integración entre estos tres saberes (Teología, Filosofía y Ciencia).
Ante tal suceso histórico, se busco la relación que pudieran presentar estas dos líneas de pensamiento, desde luego como iniciativa del cristianismo que estaba llamada a conciliar a todos los hombres, y en todos sus aspectos (intelectual).
Por tal cometido, surgieron varias posturas, entre ellas estaba el Racionalismo (Marción, Cerinto), el Fideísmo (Tertuliano), y la Conciliación, que es en donde se integro tales saberes. Este último se dio con la presencia de los Padres de la Iglesia, donde muchos de ellos optaron por incluir la filosofía platónica en sus escritos, y que en la mayoría eran escritos teológicos, y dentro del mismo se encontraba la filosofía para fundamentar sus razones (de ahí que no puede haber teología, si primero no hay filosofía). Una genial tarea de estos ilustres pensadores.
Entre estos intelectuales, tanto los padres apostólicos, y sobre todo los padres apologistas, podemos nombrar a S. Justino, Clemente de Alejandría, y como mención especial entre los padres capadocios, se hallaba la presencia de Dionisio Areopagita y el gran Doctor occidental S. Agustín. En él, Dice J.P.II, “…, además, la gran unidad del saber que encontraba su fundamento en el pensamiento bíblico, fue confirmada y sostenida por la profundidad del pensamiento especulativo”1. Esta etapa patrística, fue el gran paso que dio el hombre por armonizar lo que es propio de él (fe y razón).
Luego de la invasión de los Barbaros, como estos no sabían ni leer ni escribir, aparecieron las famosas “escuelas” que funda Alcuino en el s. VII, para subsanar tal problema cultural. En este periodo se sigue enseñando la teología, a la cual se le suman el auge de las artes liberales (Trívium, Quadrívium). Todo esto en armonía, aunque ya se iba asomándose en el horizonte (s. VIII) el fenómeno cultural del Islam, donde con la expansión del mismo, los árabes llegan a conocer las obras de Aristóteles.
En la alta edad media, en donde se da el apogeo de la escolástica, ocurre un suceso de gran envergadura como lo es la aparición de la Universidades (s. XII) que ya antes se estaban formando, pero que en este tiempo y sobre todo con la Universidad de Paris, se produce “el ingreso de la llamada filosofía pagana, produciéndose un importante conflicto”2.
En este ambiente, y dentro del seno universitario, comenzó a percibirse dos posturas que se iban cada vez separando; estas eran la postura tradicionalista que no quería ver como acertado la integración del conocimiento aristotélico al ámbito de la fe, cosa que si pretendía hacerlo la otra postura que eran los simpatizantes del filosofo griego. Esto produjo una división en facultades de Artes y Teología, luego de varios intentos de articulación y su posterior y definitiva separación con la “Teoría de la doble verdad”.
Ante esta realidad nueva y urgente, aparece en gran teólogo como lo fue S. Alberto Magno, quien hizo nuevo y urgente el estudio de Aristóteles, y quien de algún modo ya se anticipaba a lo que su eximio alumno St. Tomas de Aquino iba a concluir, cuando este decía que “la verdad, la diga quien la diga, pertenece al Espíritu Santo”. El Doctor angélico fue quien logro “la articulación integral de todo el saber hasta entonces desarrollado”3. Esto mismo lo hizo desde la convicción de reconocer no solo el carácter sobrenatural de la fe, sino también su carácter racional.
Sin embargo, más allá de que fue un logro en el campo epistemológico-teórico, no lo fue así en el ámbito institucional, porque no se dio una aceptación total del mismo. Y precisamente aquí es donde se percibe la desvinculación de la teología, la filosofía y de las ciencias, donde éstas últimas, se iban parcelándose cada vez más por su distinción en cuanto al objeto de estudio que definían.
Esta etapa de la baja edad media, fue la ruptura nefasta entre los saberes, debido a él desproporcionado racionalismo de algunos especulativos. Precisamente fue el filósofo I. Kant quien hará conclusión de esta tragedia al decir que en el Medioevo no brillo la luz de la razón. En esa etapa media todo era “sometimiento”.
En la Modernidad, el hombre (persona) de la edad media, pasa a ser sujeto de todo, y con esto, fuente de todo conocimiento, de donde se van a derivar todos los entes del mundo. (Pasábamos así del Cosmos a Dios, y de este al sujeto); mas aun se daba así la disgregación de los saberes. Con mucha razón dirá J.P. II en su carta encíclica “Fides et Ratio” que “la filosofía… de sabiduría y saber universal, se ha ido reduciendo progresivamente a una de tantas parcelas del saber humano”. E incluso y lo peor aun es que, si antes cada una estaba dirigida a la contemplación y búsqueda de la verdad, ahora “están orientadas, como razón instrumental, al servicio de fines utilitaristas, de placer o de poder”4.
Esto último se da sobre todo en la época posmoderna, en donde se da una nueva imagen del hombre, y con él, también el del saber; porque si bien es cierto que la razón es algo esencial al hombre, sin embargo no es todo el hombre; pero se enfatiza, por esto mismo, otro aspecto del hombre, como lo es la afectividad, cuyo lema cargado de ingenuidad dirá que: es importante experimentar de todo un poco. Y por ello es que se llega al relativismo del saber del hombre. Ya no hay principios, sino solo opiniones. Se vive en la defundamentacion. Se busca lo efímero; la estética reemplaza a la ética. Es una época profundamente individualista, como también lo es el saber.
Ante todo lo dicho, no hay que perder la esperanza, por tal panorama desalentador. Todo lo contrario; si bien es cierto que “se constata una progresiva separación entre la fe y la razón filosófica”, es importante evangelizar desde las palabras de J.P.II, al decir éste que hoy en día “aparecen a veces gérmenes preciosos de pensamiento que, profundizados y desarrollados con rectitud de mente y de corazón, pueden ayudar a descubrir el camino de la verdad”5. A nosotros solo nos queda la tarea de descubrir, actuar y ayudar a la sociedad a que se encuentre con lo único que la hará libre = la Verdad.


Bibliografía:

1: JUAN PABLO II, Fides et Ratio, San Pablo, Bs. As., 1998, Capítulo: IV
2, 3: JULIO RAÚL MÉNDEZ, Introducción a la Vida Universitaria, Cap. IV.
4, 5: JUAN PABLO II, Fides et Ratio, San Pablo, Bs. As., 1998, Capítulo: IV
* GERMÁN JIMENEZ, Introducción a la filosofía, apuntes de clase (UNSa), 2007

“La solución de una duda es el descubrimiento de la verdad” (Aristóteles) (Filosofía)



¿QUID EST VERITAS?

Acerca de saber que es la verdad


Por Diego O. Flores

Dedico este escrito, con admiración
al profesor Javier Yampa.



INRODUCCION

Así como los recuerdos quedan en la memoria, así también la memoria vive por los recuerdo.
De esto, recordado, deseo con-memorar con el lector, el dialogo que lleve a cabo con un profesor (a quien me refiero como “el filosofo”) acerca de una cuestión de suma importancia como el saber, que es la verdad.
El siguiente escrito se presento, con la oportunidad por plasmarlo por escrito, desde una exposición dada por el profesor y el cual me dejo un poco confundido, por no decir “perturbado”, al percibir que, lo expuesto por el filósofo no concordaba con lo que pensaba yo acerca del tema tratado. Y fui así como, al modo de una dialéctica Hegeliana, pero en su inversa: síntesis – antítesis – tesis, es como me vi ayudado (por el planteo que me propuso el profesor) a escribir esto, que mucho tiempo antes, esperaba en mis pensamientos ser comunicado a los demás. Así en una primera oportunidad, se presento un breve escrito (síntesis) acerca del tema que se pretende investigar y resolver. Luego el mismo fue, previamente leído por el filósofo, y objetado, a modo de corrección, en distintos puntos del artículo. Ante esto, se resuelve exponer de manera completa el pensamiento, con la intención de no traer confusión, a la vez que respondo a las objeciones realizadas (a modo de aclaración), para una mejor comprensión.




SOBRE QUE ES LA VERDAD (síntesis)

Muchos fueron los escritos acerca de saber que es la verdad, y muchos también fueron los escritos que concluyeron en el error. Y así como dice el Teólogo escolástico que “así como en las proposiciones demostrables es preciso partir de algunos principios por si evidentes al entendimiento, es preciso hacer otro tanto cuando se investiga que es una cosa…” (Cuestiones Discutidas, De Veritate)
Es por eso que si se quiere avanzar en el conocimiento y la ciencia, abordando la realidad misma, es necesario por ende llegar a lo real que no está sino en lo que es, como lo define san Agustín y por el cual se llega a la veracidad de nuestro mismo ser.
Para ello, voy a partir de una teoría sostenida por el profesor Javier Yampa. El mismo afirma que:

La verdad = es la adecuación del sujeto al objeto1 ser
Pensar

Es evidente que por el conocimiento, el hombre es consciente de que pertenece a algo, ese algo es la realidad. Pero tal pertenencia lo es en la medida en que el hombre se amolda a dicha realidad, se adecua a ella2. Por ejemplo, una persona se sienta en una silla porque sabe que está hecha para sentarse. Si la consideraría a esa silla una cama para dormir, no podría hacerlo, porque no se lo permitiría la misma realidad del objeto, el cual fue hecho para una determinada finalidad; es decir que el objeto no podría adecuarse al sujeto porque el objeto no es sujeto de adecuación, por ser este independiente en su existencia del sujeto cognoscente3.
Utilizando las palabras del profesor diría que evidentemente lo lógico no puede sacar lo ontológico; no le puede dar el ser a algo que ya es.
Esto último es lo que pretendió la modernidad y su racionalismo4 = pensar
Ser

De lo dicho podemos decir entonces que el:

Error = es la adecuación del objeto al sujeto5

De lo anteriormente dicho, busquemos pues una soluciona al problema.
Siguiendo el pensamiento de santo tomas de Aquino, acerca de lo que es lo verdadero, quiero remarcar un aspecto de verdad que sigue su secuencia lógica al definir lo que es la verdad, pero distanciándome del mismo al percibir yo otro aspecto relevante a mi parecer, en cuanto precedente, y del cual digo que si el error está en función de la verdad, demuestro ahora como aquella definición de error, no es sino la definición de verdad, a saber “la adecuación del objeto al sujeto” 6 y 7.
Ante la interpretación sostenida por el profesor Javier, siguiendo las directrices tomistas, digo lo siguiente:
Si dice que la verdad es la adecuación del sujeto al objeto, habría ya aquí una primera instancia clara para rebatir lo que sostiene, porque si él se adecua a la definición dada por santo tomas, entonces caería en su errónea interpretación y posterior y mala aplicación8.
St. Tomas define la verdad como “la adecuación de la cosa y el entendimiento”9. Ahora bien, si estaba en la pretensión de intercambiar los sujetos (entendimiento y cosa) de la afirmación, y lo aplicamos luego al decir el sujeto (entendimiento) y la cosa (objeto), significando a la conjunción “y” un cambio en la afirmación, que es válido lógicamente, tampoco así estaría justificando su verdad, porque no es lo mismo decir adecuación del sujeto al objeto, que decir adecuación del sujeto y el objeto10.


Contra esto, digo lo siguiente:

El doctor angélico (siguiendo las líneas de la obra ya citada) dice que en el hombre existen dos movimientos o fuerzas que están en el alma; estas son la apetitiva y la cognoscitiva. Así es como, tomando un ejemplo del filosofo griego Aristóteles, se puede entender que si al decir “bueno”, este nombre expresa la conveniencia del ente con el apetito, es decir que el ente esta en acuerdo y le es apropiado que apetezca lo bueno; o como lo define muy bien el Filosofo griego, bueno es lo que todas las cosa apetecen.
Del mismo modo también podemos aplicar al nombre “verdadero” en cuanto este expresa la conveniencia del ente con el entendimiento.
Ahora bien, es cierto como dice el aquinate que si en todo conocimiento, para que este se cumpla, debe darse la asimilación del sujeto cognoscente a la cosa conocida, es decir hacerla suya, incorporarla a su entendimiento a través del proceso del conocimiento, y por el cual se asemeja, por naturaleza, el objeto al sujeto, desde luego en la forma que obtiene el sujeto tomada de la forma existente en el objeto.
Y dirá santo tomas que a esta asimilación la podemos llamar la causa del conocimiento, así como la vista conoce el color por el hecho de ser informada por la especie del color.
Pero he aquí el error, difícil de percibir, por el cual no se define correctamente lo que es la verdad.
El conocimiento de un hombre, es efectivamente la correspondencia del ente y el entendimiento, o como la causa del mismo, y a lo cual se la podría llamar (a la correspondencia) como la adecuación (de la cosa y el entendimiento); es decir que si el sujeto debe de adecuarse al objeto para conocerlo, si cabe que el mismo se amolde al color por la vista, que es informada por la cosa, donde el sujeto es así consciente de su conocimiento de la realidad, al cual debe de amoldarse luego11.
Pero de esta sentencia, digo que la verdad no puede ser la adecuación del sujeto al objeto, porque previamente a dicha adecuación se puede percibir que la cosa en sí, a ser conocida, es anterior a la razón de verdad, o mejor dicho, para que haya verdad es necesario, como algo previo porque le precede en su realidad, el mismo acto de informar al sujeto de parte del objeto, es decir que el hombre cognoscente va hacia (ad) la cosa para hacerse similar a ella ( ad-similacion ), pero esto implica un antes, responder a esa potencia, de parte del objeto, que se encuentra en el sujeto. Por eso el objeto que es en sí, tiene el ser por si, y no necesita del hombre para existir. Él lo hace fuera del hombre, por el mismo hecho de que es. Y si es por sí, se entiende que es por el objeto que el hombre llega a conocer en acto la verdad de un ente.
El objeto está presente en la realidad para que sea conocido; hay una aptitud propia del ente (responder naturalmente) para que el alma lo dé a conocer. El ir hacia esa ecuación (ad-aequatio) es propio del sujeto cognoscente, pero este no iría hacia algo, si previamente ese algo estuviera ahí para atraer al posible conocedor.
De todo este giro concluyo diciendo que, en la realidad concreta es cierto que todo hombre debe de adecuarse a la misma realidad12 para ser él en la misma, y de la cual debe de in-formarse para luego con-formarse (amoldarse) con la realidad; pero aquí que esta información que el hombre apropia, no se la da el hombre mismo, sino que se la da la cosa misma, que en su ser real está capacitada para informar la potencia que espera ser informada, y la cual le permitirá al hombre elaborar el concepto de esa realidad, y así percibir lo real, es decir lo que es, es decir la verdad13.
Si santo tomas dice que la verdad es la adecuación de la cosa y el entendimiento, yo digo que la verdad es la adecuación de la cosa al entendimiento (o del objeto al sujeto) 14, salvando y distinguiendo la verdad de la cosa que es en sí, y de la cual obtengo la verdad al conformar mi pensamiento con el objeto15 y 16.
Si vale de algo el que refiera yo siempre al comenzar un análisis que busca la verdad, no está demás decir o recordar el principio por el cual uno puede alcanzar lo que anhela su pensar: “Hay que distinguir para no confundir”.




OBJECIONES DEL FILOSOFO (antítesis)

C.W. 1: esta definición tiene por objetivo: 1) resaltar la prioridad del ser sobre el pensar. 2) Brindar un esquema para dialogar con las teorías de la modernidad.

C.W. 2: esta afirmación se integra a la definición dada de verdad, es decir que la confirma utilizando otras palabras.

C.W. 3: aquí hay una afirmación que va a contradecir la principal tesis defendida que es “la adecuación del objeto al sujeto”.

C.W. 4: iniciada por el racionalismo pero que encuentra su máxima expresión en el idealismo absoluto.

C.W. 5: esta definición de error no se deriva necesariamente de las ideas anteriores, aquí hay un salto ilegitimo, lo cual introduce un falso problema que es el núcleo de los
cuestionamientos sostenidos por el comentador. Dicha definición no ha sido expuesta en ningún momento por parte del profesor. En todo caso el error seria la no adecuación del objeto al sujeto.

C.W. 6: esa definición de error es introducida indebidamente por el comentador, y en base a este error va a fundamentar su postura.

C.W. 7: esta definición puede adaptada y explicada con muchas dificultades dentro del contexto de la filosofía escolástica, pero no sería muy problemática para el debate con las corrientes modernas.

C.W. 8: este juicio es en función del error del que parte la refutación.

C.W. 9: aunque la definición no es idéntica a la de St. Tomas, no la contradice, ni se opone, en todo caso hace referencia a un sentido de lo que se dice sobre la verdad: la conformidad del entendimiento con la cosa.

C.W. 10: aunque no son las mismas las afirmaciones porque la conjunción incluye ambos elementos sujeto/objeto, entendimiento/cosa en la adecuación. Pero el objeto como esta expresado por el comentador “no podría adecuarse al sujeto, porque el objeto no es sujeto de adecuación”, no puede cumplir con la exigencia de la adecuación, solo queda un elemento de la conjunción que es el sujeto y por lo tanto le corresponde propiamente al sujeto adecuarse al objeto, como se ha definido.

C.W. 11: para que se dé el conocimiento es fundamental tanto el sujeto como el objeto, la presencia simultánea de ambos es totalmente necesaria, sino, no hay conocimiento; el sujeto necesita del ser previo e independiente y inteligible del objeto, y el objeto necesita el ser de un ser que pueda conocerlo; cuando tenemos la adecuación tanto del sujeto y del objeto tenemos la verdad, pero quien realmente se adecua es el sujeto, como ha sido expuesto en la definición.

C.W. 12: confirma nuevamente la adecuación del sujeto al objeto y entra en contradicción.

C.W. 13: esta afirmación es correcta pero está lejos de confirmar la verdad como adecuación del objeto al sujeto. Dicha tesis no pudo ser demostrada con los elementos propuestos; en todo caso demuestra la dualidad del conocimiento, o la relación entre verdad metafísica y verdad lógica.

C.W. 14: esto ha sido negado en el principio de la exposición.

C.W. 15: hay que distinguir la verdad metafísica y la verdad gnoseológica.

C.W. 16: volvemos a la adecuación del sujeto al objeto.






¿QUE ES LA VERDAD? (tesis)

No siendo aceptada la síntesis que demuestra una nueva definición acerca de lo que es la verdad, es imprescindible pues demostrar perentoriamente y de otra manera lo que en la misma exposición se puede encontrar, a saber de cómo se llega a obtener la precisión de lo que debe de tener una definición de verdad, y que fue lo que no se logro encontrar.
Es indudable ver como sucede a menudo que los filósofos, a modo de costumbre, suelen adherirse a ciertas doctrinas de pensamiento, como si estas fueran las únicas a la cual hay que tener por ciertas. Si en la modernidad se diviniza la razón, aquí se diviniza el efecto de la razón, es decir lo que se teoriza, lo cual lo menoscaba al hombre en su pensar, en el sentido en que al menos es salvable que se tome como seguro algo sustancial, pero si el hombre apropia lo accidental, es como querer intentar beber agua de un vaso que no tiene agua.
De esto es como resulta que, cuando se presenta algo novedoso, en cuanto teoría o tesis sobre algún punto ya tratado en la historia del pensar, se sigue que esto “novedoso” resulta para los filosofos ser algo “tormentoso”, por la razón de que sus posturas se siente profundamente adheridas (por no decir sometida) a una tradición del pensar.

La tesis presentada anteriormente, es referida al problema de saber que es la verdad. Para ello tome como punto de partida, la interpretación del profesor Javier Yampa, colocando en un paralelo la definición que otorga Santo tomas de Aquino, y de la cual obtengo la afirmación que trato de dar acerca de la misma.
De lo que expuse al comienzo de esta aclaración, a modo de interpelación a los lectores y de lo último que dije, no me queda otro remedio que exponer la tesis, sobre la que demuestro una verdad, utilizando mi propio discurrir en el asunto, argumentándolo con mis propias palabras, y concluyendo de modo imparcial. De esto, procuro que se acepte o no lo que afirmo en mis argumentos, suponiendo toda investigación realizada, y sin nombrar a ningún referente, para evitar así una posible mala interpretación de interpretación, y de este modo sellar con adhesión o no, a lo que se exponga.
No se quiere ser dogmatico en el asunto, y menos imponer una teoría; solo la presento como conclusión de una investigación de la cual pretendo que se la conozca.

Se conoce por el análisis del proceso del conocimiento que, en el mismo se lleva a término la elaboración del concepto, tomado este de la especie o forma inteligible presente en el objeto, y por el cual es cognoscible dicho ente. En el mismo proceso se percibe, siguiendo una línea realista, que los sentidos externos reciben las formas sensible, siendo estas unificadas luego por el sentido común, que deposita en la imaginación la especie aun en su forma material, y que es actualizada por el entendimiento agente, que, después de potenciar esta forma y al despojarla de toda sensibilidad, la prepara para que el entendimiento paciente la lleve al acto cuando elabore el concepto.
Ahora bien, hasta aquí algunos han coincidido en el proceso y en la obtención de la semejanza de las formas. Sin embargo, no todos coinciden en el proceso posterior por el cual el hombre dice que tal cosa es lo que es, es decir que enuncie una verdad.
Muchos fueron las teorías que divagaron en este hecho y pocos fueron los que parecen coherentes en su razonar. Ante esto no deseo explayarme en presentar algunas teorías sobre el conocimiento que se da en el hombre, en lo que hace a la correspondencia entre lo que dice que es de lo que percibe. Prefiero ir directamente al esquema del proceso por el cual el hombre llega a poseer una verdad.
En la vida diaria del hombre, se observa como este se desplaza por el mundo que lo rodea, sobre la realidad que fue creada para que el hombre se adapte a la misma, y pueda hacer en ella lo que él desea.
Descubrimos como el hombre se desplaza de un lugar a otro, pero siempre sobre algo, es decir, en la realidad sobre la que camina, o la realidad sobre la que piensa, o sobre la que se sienta, etc.; como una persona puede hacer algo, realizar alguna acción, en donde puedo modificar algo (refiriéndome a una cambio accidental o sustancial del objeto) o valerme de ese objeto para modificar a alguien o algo, y así en todas las demás cosas que el hombre realiza. Pero he aquí que notamos que esto siempre es sobre algo, a partir de algo, que es lo que le permite al hombre hacer lo que desea realizar, y esto no es sino la realidad misma, existente en sí, y fundada en su ser, que la hace ser lo que es.
Desde luego que se me podrá objetar que si esa realidad es lo que es, lo es porque el hombre percibe que es aquella realidad concreta, que la conoció y por ende puede realizar lo que desea en ella, es decir que parecería que el sujeto es quien configura tal realidad en su pensamiento, para darla luego a conocer al exterior, lo que ella es, y como es. Efectivamente resulta ser cierto que el sujeto configura la forma del objeto en su mente, cuando responde luego lo que es, pero aclaremos ya aquí, que lo que desea hacer de ella (realidad) lo hace en ella, es decir en la realidad subsistente.
Y si bien, aunque la prioridad y deber del sujeto es en él, en cuanto que puede decirle al mundo lo que es ese objeto, que es parte del mundo, lo está haciendo el mismo, solo en la medida en que anticipadamente se le presente algo (objeto) para que sea conocido por el sujeto. Por lo que podemos pensar que sin realidad previa, el hombre nada podría conocer. Es muy veraz decir que el hombre es hombre, porque es un ser racional; y si lo es, es porque tiene la capacidad de pensar, de conocer, de inteligir la realidad. Fue creado para ello, para que conozca a su Creador, y a Él, a través de la creación natural (en el hombre y en la naturaleza). Pero el ser humano puede llegar a ello, porque primero estuvo aquello que le permite llegar a su Creador, a saber la realidad misma. El hombre no fue creado para ser puesto en la nada (material); el mismo fue puesto sobre algo, que no es otra cosa que la realidad cósmica. Es decir que el hombre fue creado después de que se creó la realidad, para que el hombre la conozca, y en ella re-conozca a quien lo creo.
Decía entonces que el objeto es antes del sujeto. Por lo que se comprende que el ser de las cosas, es lo que permite al hombre poder expresarse sobre ese mismo ser, pero lo es siempre en las cosas, y primeramente y sin dejar de ser lo que es.
De aquí se advierte que, muchas veces se llega a cometer el error al no decir la verdad, porque no percibimos el ser de tal realidad, que es determinada por la esencia de la misma. El error siempre se funda y se origina en el sujeto: se pretende dar a la realidad otra realidad que ella no tiene en si, por ser tal realidad, y no ser otra cosa. Pero de esto, podemos reparar entonces al decir que si el error se funda en el hombre es porque en él también se funda la verdad, es decir expresar lo que es la cosa.
Ahora bien, si decimos que en el hombre se puede dar esta doble realidad (emitir un juicio verdadero o falso) entonces vemos como no podemos confiar la verdad total y plenamente al sujeto, aunque este sea sujeto de predicación de la misma; y esto se debe porque el mismo hombre está sumiso también a decir a algo, aquello que ese algo no es.
De ahí que si se piensa que la verdad del objeto solo la podría dar el sujeto, en cierta medida es aceptable en la tesis, por ser el sujeto el que elabora el concepto, pero no es totalmente confiable y aceptable por ser el mismo, sujeto de error en su enunciación, cosa que sucede en el mismo hombre. Entonces concluimos que en el hombre no puede estar la verdad en un primer orden, establecido jerárquicamente.
De lo que se acaba de decir no es sino una breve síntesis de cómo se puede llegar a obtener una verdad del objeto, pero en el orden lógico, en cuanto puede el hombre emitir un juicio verdadero o falso.
De lo expuesto, también hay que decir que, esto último (obtener una verdad lógicamente) no es posible sino antes se parte de algo, para llevar a conclusión tal juicio. Y ese algo no es otra cosa que la realidad misma, en la cual el ser de las cosas, lo que hace ser lo que es, es siempre primera en su expresar óntico (está en espera de ser expresada). Pero ya lo está, aunque sea en potencia, pero a la vez en acto, porque la verdad en el ser no es un modo de ser en el pasado, sino en el presente. Si sostenemos lo opuesto caeríamos en un innatismo, que es a donde no se quiere llegar.
Entonces, se comprende como lo lógico necesita siempre lo ontológico, es decir, como primer paso: el ser para lograr aprehender ese ser y así llegar a conocer, pero siempre es primeramente el ser de la cosa, por lo que son y existen.
También podemos argüir que si conjugamos tanto la primera premisa de la tesis, con esta segunda premisa, entonces claramente entendemos como el ser que es en sí y previo al conocer, lo es porque en él está la verdad, que no es otra cosa que lo que es, como lo define san Agustín (solo lo nombro por encontrar algo de coincidencia aquí). Entonces la verdad primeramente esta en el objeto, antes que pase al sujeto, y si el sujeto al no estar exento de error posible, es decir de no llegar a expresar lo que el ente le transmite, es entonces como el objeto que no deja de ser lo que es, desde su inmanencia ontológica, permite al sujeto el que este no cometa un error, como si fuera una ayuda necesaria y primera, como si ya supiera de antemano lo que el hombre podría llegar a hacer de la realidad, es decir, llevarlo al desconocimiento de lo que él no es. Y si sucede esto último, aun así el sujeto siempre estaría en acto de transmitir lo que es, es decir la verdad (o su ser), y que nunca lo llega a perder. Si el ser es lo que es, no puede ser otra cosa, por eso es que la verdad esta inmutable en el mismo ser (se podría decir que el ser es la verdad y la verdad es el ser).
De todo lo expuesto, entendemos ahora como el sujeto llega a la verdad del objeto, que posee la realidad en si para no ser sujeto de cambio.
Por el proceso del conocimiento expuestamente al comienzo de esta tesis, vemos como el concepto llega al sujeto, luego de una serie de pasos previos. El sujeto cognoscente luego de haber llegado al estado inmanente de su proceso cognoscitivo, no logra conocer en plenitud, en el sentido en que aun no está realizado el proceso completo, ya sea el de entrar en sí mismo con el objeto aprehendido, como el de salir de si mismo hacia el objeto, ya conocido (entendido de alguna manera).
Y es justamente en este último paso, en donde el sujeto posee lo que se llama la auto-conciencia, y de la cual le dice a su yo, qué es lo que ha captado en su pensamiento, de que él ha logrado apropiarse, y que es común para todos, tanto en su universalidad como en su unidad.
Al ser subjetivo el proceso, mas aun lo es la posibilidad de otorgarle al ser lo que no es, como se menciono muy sutilmente en la tesis (ese es otro aspecto que entra en juego en el proceso del conocimiento que no preciso mencionar aquí, y que es el fenómeno de la “apariencia”). Es ahí en donde el yo del sujeto se encuentra siempre en una tensión crucial, por la cual debe de decidir o no el de conformar la forma con su “forma” de pensar y decir lo que sería tal cosa. Es decir que en el sujeto cognoscente se encuentran dos formas en ese momento: la forma del objeto y la forma de pensar del sujeto (subjetividad), siendo esta ultima la que puede llevar a de-formar la forma del objeto (en el sentido en que le dice lo que no es tal cosa; pero no en que le quita la forma al objeto), y lo cual llevaría este último aspecto a suspender el juicio, lo que en otras palabras se conoce como la duda.
Y como tal situación interior es mediata, es en donde entra en juego la supremacía del objeto que no tiene posibilidad de error, sino de transmitir inmediatamente la verdad al sujeto que se encuentra decididamente o no a expresar lo que algo es en su ser, o a cometer el error de decir de algo que no es, porque lo que es, no es sino la verdad, y ésta únicamente la posee el objeto en su realidad existencial.
La realidad del objeto, que necesariamente expresa la verdad, es la ayuda esencial e imprescindible, y el factor único por el que el hombre puede llegar a decir que algo es, no porque lo emita solamente el sujeto, sino porque el objeto existe en sí, o como prefiero llamarlo con otras palabras, el objeto ex-siste, es decir, que es desde si, en sí. Es entonces como el hombre puede emitir un juicio en el que corresponda el objeto con su pensar. En otras palabras, el hombre si se adecua al objeto, en la medida que ya lo conoció, pero esto no sería posible si primero el objeto (verdad) le permite al hombre adecuarse correctamente a lo que el es (objeto), para así no cometer el error. Por eso es que digo que, desde este criterio primario de verdad ontológica presente en el objeto, la verdad no es sino la adecuación del objeto al sujeto.
Si la subjetividad del yo-cognoscente del hombre está expuesta a cometer el error (otorgarle el ser al no-ser), el objeto existente es el que permite, a modo de ayuda necesaria, al hombre poder darle la capacidad ultima para vislumbrar o dar a luz (no se confunda con el “iluminismo”) al sujeto para que éste llegue a percibir claramente aquello que quiere conocer.
Muy ciertamente dicen unos filósofos que el método para conocer, es el “fenomenológico” en cuanto que es el más adecuado para analizar el conocimiento. Y si se dice que al tomar al fenómeno en si, tal como se nos presenta, sin condicionar al sujeto cognoscente de toda “opinión o teoría que pudieran perturbar su comprensión”, veo yo que no hay impedimento como para que se me objete resolutivamente la teoría sobre la verdad, y tampoco ser con esto un reformista en cuanto a la obtención de una definición de lo que es la verdad, hasta el punto de catalogarme como un “racionalista auto-suficiente”.
Lo único que quiero alcanzar con todo lo expuesto, es destacar y recordar la importancia que tiene el ser del objeto o mejor dicho “el ser objeto”, en el proceso del conocimiento, sin desvalorar la posición del sujeto cognoscente, y mucho menos las definición que se dieron acerca de la verdad, pero que a mi parecer no eran lo suficientemente clara y precisas.
La verdad que está en el objeto, la da a conocer el sujeto; nada mas verdadero que esta afirmación.





Respuestas a las objeciones:

Si es que sirve de aclaración a la primera argumentación, comento pues ahora a modo de re-aclaración las diversas objeciones que se hicieron de la misma, no al modo de rechazar un comentario bien argumentado, sino para que se comprenda mejor lo que se trató de fundamentar acerca de lo que es la verdad.

Al C.W. 1: si la definición es resaltar la prioridad del ser sobre el pensar, entonces es correcta en el sentido en que se dice, pero no expresa la realidad última del objeto en sí. Por lo tanto no es precisa la definición dada de verdad.
Las teorías modernas y racionalistas, pretendieron dar a la verdad un sentido puramente racional, hasta el punto de resaltar la prioridad del pensar sobre el ser, es decir colocar la verdad en el pensar y no en el ser. (Precisamente esto es lo que refuto terminantemente)
Ahora bien, si se invierte este orden de verdad dada en el W1 para el racionalista, la definición de verdad seria la adecuación del objeto al sujeto. Esta definición es correcta en cuanto que remarca sí la prioridad del ser sobre el pensar que es lo que se demuestra en los argumentos de la tesis. Ahora, otra cosa es aceptar esa definición desde el punto de vista racionalista, que fue de alguna manera dada por ellos, pero se caería en el error de los modernos, a saber el de no saber definir correctamente y precisamente. Por lo tanto, esta definición no puede ser aplicada al modernismo intelectual. Y si alguien la aplica, estaría ya cometiendo un error. (En la vida cristiana se dice con aplicación que cuando un hombre sigue un error, que “un ciego guía a otro ciego”; yo diría que si se acepta la definición mal elaborada por los racionalistas, sería aplicable para quien la sostiene que: un ciego se estaría dejando guiar por otro ciego).
Si se adopta la postura iluminista, desde luego que siempre se menospreciara la realidad en su ser cognoscible en sí, y se le dará todo el valor al sujeto cognoscente, y con ello sumiso a caer en el error más indebida y rápidamente.
Si con tal definición (adecuación del sujeto al objeto) se busca un esquema para dialogar con las teorías modernistas, creo que podría aportar algo en cuanto que el sujeto tendría una actitud activa en lo que respecta a conocer, al adecuarse a la realidad. Pero si nos mantenemos en el dialogo puro, seguramente no se llegaría a una conclusión válida para ambos. Además el dialogo estaría sujeto a cometer un equívoco, el de ser considerado como sola opinión, y olvidar la verdad que es una para todos. También sería muy difícil pretender llegar a un acuerdo partiendo solo de una afirmación.
La definición de verdad que doy, resalta la prioridad del objeto, pero sin prescindir del sujeto.

C.W.2: esta afirmación interpreta correctamente la definición, pero sigue confirmando, de modo sutil, la imprecisión de la definición

C.W.3: efectivamente se defiende la tesis que dice la “adecuación del objeto al sujeto”. Pero tal afirmación no llega a ser contradictoria (contra), porque ni siquiera hubo una premisa previa que mencione algo de la tesis. Por lo tanto no puede decirse que haya contradicción partiendo de algo que no se dijo (dicción).
Únicamente se pretende confirmar con otras palabras lo que sostiene el filósofo, para dar de alguna manera más solidez a su argumento.

C.W. 4: no hay comentario.

C.W.5: efectivamente como se dice, esta definición no se deriva de modo necesario de las ideas anteriores, pero si modo probable, en cuanto aplicación de un razonamiento invalido, pero que, volviendo a repetir, lo que se va presentando en la exposición es con una intención de buscar un retorica que pueda enlazar con la tesis final. Aquí no se pone un nexo lógico, por lo que hay razón para decir que es un salto ilógico; pero de lo explicado, no se puede decir que introduzca un “falso problema” y que el mismo es el núcleo de los cuestionamientos sostenidos por mí. Es imposible refutar el núcleo del argumento, a partir de la sola introducción.
En cierto que la definición no fue expuesta por el filosofo, pero si el afirma que “el error seria en todo caso la no adecuación del objeto al sujeto”, diría yo que inconscientemente la razón le dicta ya en su conciencia lo que es la verdad, a saber la adecuación del objeto al sujeto, (que la define al decir su contrario) aunque no logra percibirla claramente.

C.W.6: si la definición es introducida indebidamente por el comentador, diría yo que este punto del comentario es introducido más indebidamente, porque en el punto anterior, dice el filósofo lo que el error seria.

C.W.7: es cierto que tal definición puede ser adaptada con mucha dificultad dentro del contexto de la filosofía escolástica, sobre todo si en algún momento afirmo mi distanciamiento del pensar, hacia mi referente y celebre maestro en mi memoria, como lo es St. Tomas. Pero recordando las palabras de Aristóteles referidas a su maestro Platón, diría yo que prefiero “ser mas amigo de la verdad que de mi maestro (santo tomas)”.
Y si esta problemática se complica en cuanto instrumento para dialogar con las corrientes modernas, es muy difícil llegar a una conciliación solo a partir de una oración; creo que pasa por otras cuestiones del pensar que si harían posible, a modo de ayuda, un fructuoso dialogo con estas filosofías, y luego podría llegarse a dar una aceptación de una definición. El dialogo es algo complejo, pero nunca impuesto.

C.W. 8: no hay comentario.

C.W.9: es válida la aclaración que hace el comentador de la definición dada por santo tomas. Y si dice que hace referencia a un sentido de lo que se dice sobre lo que es la verdad, entonces es aceptable, porque reconoce otros sentidos y en el cual adhiero a su pensar, considerando yo un sentido más.

C.W.10: si sostengo que la verdad es la “adecuación del objeto al sujeto” y anteriormente dije que “el objeto no podría adecuarse al sujeto porque el objeto no es sujeto de adecuación”, efectivamente estaría en contra el principio de no-contradicción. Pero esta conclusión sería muy apresurada, por no haber considerado toda una exposición, o porque no se comprendió lo expuesto.
Aclaremos: la primera afirmación que sostengo es en un plano ontológico, del ser, tanto de la cosa como de la verdad. Aquí es en donde se encuentra el núcleo de la cuestión. La segunda afirmación es en el plano de la argumentación retorica, como explique anteriormente, basada en una aplicación práctica de la vida diaria, donde sí el objeto no puede amoldarse al sujeto. Pero no pretendamos buscar un principio en lo concreto; la verdad se dice de algo, pero no es algo.
El ultimo razonamiento que realiza el filosofo, es lógico, pero no es válido, porque parte de una premisa sujeta a la ambigüedad, y para que un razonamiento sea correcto, por su estructura, se requiere, según lo obliga las reglas lógicas, que las premisas sean verdaderas para obtener una conclusión verdadera (solo se remarca la estructura, aunque bien se podría dar más razones al aplicar las reglas de las premisas, como también de los términos).

C.W. 11: no objeto a este comentario, siempre y cuando se entienda que lo que se quiso decir es que sí es necesaria la presencia del objeto como del sujeto en el conocimiento, en su correspondencia, pero como la causa del mismo y no como la causa de la verdad; es distinto decir causa del conocimiento que causa de la verdad.

C.W.12: Una vez más no se logra comprender esta afirmación.

C.W. 13: Como dice el filosofo la relación entre verdad metafísica y verdad gnoseológica es lo que se puede entender aquí, pero veamos que si la verdad metafísica es la realidad objetiva de las cosas, y la verdad gnoseológica es la conformación de la cosa al entendimiento, entonces se puede entender que esta ultima lo es por efecto de la que expresa la realidad de la cosa, es decir en cuanto que la cosa es lo que lleva una verdad. Y si hemos afirmado categóricamente que la realidad es anterior a la razón de verdad por ser ésta en sí, entonces más aun podemos afirmar que la relación de verdad metafísica y verdad gnoseológica lo es como la causa del efecto, en cuanto que es la verdad metafísica la regla y la razón de la verdad gnoseológica.
Y si se dice que hay dualidad del conocimiento, yo digo que hay unidad en el conocimiento. En esta misma relación de niveles, se puede decir análogamente que ambas son necesarias para la verdad, pero que una es causa de la otra; es causa la realidad de la cosa, cuyo efecto es esa aprehensión de la forma de verdad. La unidad es evidente en el hecho consecuente de causa-efecto; el efecto no es tal como efecto sino tiene una causa; y la causa es considerada causa en cuanto tiene un efecto.

C.W. 14 y 15: si se comprende lo previamente dicho, se entiende como esa conformación es efecto de la realidad ex-sistente, de la cual obtengo la verdad.

C.W. 16: no hay comentario.





Conclusión:

Me enseñaba una vez un filosofo socrático que la definición es como “una llave de la ciencia”, significando que esta es una herramienta que nos va a abrir correctamente la puerta hacia el bien o hacia el mal (hacia la verdad o el error); y es por este motivo que se debe reflexionar bastante acerca de las definiciones de los entes con los cuales debo de interactuar; sólo marca y delimita el concepto para que uno después pueda zambullirse en un conocimiento más profundo de la realidad”.
No hay que dar nada por supuesto ni por sabido, y menos aun cuando lo que se sabe (“in interiore homine hábitat veritas”. S. Agustin), se ignora. La verdad es una sola. Pero como dice A. Gide, que: “Todo está ya dicho; pero, como nadie atiende, hay que repetirlo”, es pues conveniente volver entender lo que es lo ilustrativo, a saber, el de conocer: que es la verdad (quid est veritas).