lunes, 31 de agosto de 2009

SAN PABLO: LA JUSTIFICACIÓN

DIEGO O. FLORES

El tema que nos toca abordar en este tiempo de formación bíblica, es un tema denso y extenso, tanto en su comprensión como en su divulgación, como lo afirmaba el Sumo Pontífice en una de sus catequesis1.

Ahora bien, cuando uno se introduce en un tema para luego darlo a conocer, busca la comprensión del texto para “justificar” su postura en primer lugar, pero sobre todo, se interesa en el mismo para afianzar más sus bases éticas y religiosas, sobre las cuales desea edificar con seguridad su espiritualidad. Pero resulta que cuando uno trata de introducirse en el tema de la “doctrina de la justificación en la teología de san Pablo” se encuentra con una serie de “incoherencias” en sus escritos que, más que afianzar el conocimiento, parece que pretende afianzar más la confusión. Dice J. Lowe que “no hay nada más fácil que encontrar contradicciones verbales en san Pablo”2. Quizá esto se deba a que en varios de los pasajes que uno encuentra en sus cartas, se acompleja por el marcado temperamento impulsivo que se decía tener el apóstol, lo que dificultaba una madurez en la coherencia y claridad de sus escritos. Algo así lo afirmaba también el mismo apóstol Pedro3.

Y uno de los casos y el que nos importa saber ahora, es el que encontramos en la carta que el apóstol escribe a los cristianos de Roma, en donde a simple vista, parecería ser que el apóstol de los gentiles escribe sobre la justificación, pero “in-justificándose” al mismo tiempo por la contradicción que aparece en sus textos. En tales versículos dice lo siguiente:

Rom 2,13: “porque a los ojos de Dios, no son justos los que oyen la ley, sino los que la practican”.

Es decir, los justificados por Dios son los que cumplen la Ley. Ahora, si leemos más abajo, en el mismo libro nos encontramos con el siguiente pasaje:

Rom 3,20: “porque a los ojos de Dios, nadie será justificado por las obras de la ley…”.

El texto, a simple vista, es demasiado claro para explicarlo. Por lo cual, si lo comparamos a los dos, resulta que el primer texto nos promete la justificación cumpliendo la Ley, y el segundo me promete la justificación no cumpliendo la Ley. ¿En qué quedamos? ¿Cumplimos la Ley o no para estar justificados? O retomando las palabras del comienzo, mejor diríamos ¿Quién quiere estudiar a alguien que se contradice?

Ante este interrogante, para algunos problemático y hasta peligroso, lo que hay que decir es que, los dos textos que se citan no se contradicen, aun cuando haya una aparente incoherencia. Ahora, en primer lugar, esta aparente contradicción se vuelve clara cuando se comprende el sentido de las palabras que le da san Pablo para enseñarnos sobre el tema. Y en segundo lugar, al entender esto último, podremos ver claro lo que significa la justificación en la teología de san Pablo, a la vez que nos daría sucesión para hacer también la diferencia que hay entre la justificación tradicional del A.T. y la que enseño Cristo en el N.T.

En Rom 2,13, cuando Pablo dice: “porque a los ojos de Dios, no son justos los que oyen la ley, sino los que la practican”, esta hablando de la justificación en el contexto del juicio final4. Es decir, en el momento en que Dios pida al hombre cuenta de lo que hizo por, como un juez lo hace en un tribunal ante el culpable. Pero comprenderemos mejor el contexto si repasamos brevemente la historia del progreso y el desvío que tuvo en los judíos, sobre la conciencia de estar justificados ante Dios.

El hombre al ser creado por Dios en un estado de santidad y justicia original, lo había perdido para él y para nosotros a causa del pecado original. Sin embargo Dios que perdona y no olvida a su pueblo elegido, fue preparando el camino para que el hombre recibiera de Dios, lo que había perdido por la culpa inicial. Camino en donde intervinieron tanto los patriarcas del pueblo de Israel, Moisés y el pacto del Sinaí con los 10 mandamientos, los profetas, y otros tantos personajes y acontecimientos en los que Yahve fue dando a conocer el proyecto que tiene Dios para toda la humanidad. Aunque tal parecía el plan salvífico de Dios, no fue así el recibimiento del mismo de parte de los hombres. Decíamos que muchas fueron las intervenciones de Dios en el pueblo elegido para revelarle su designio salvífico. Pero la que tuvo su punto cumbre y esencial para el pueblo israelita, fue la que Dios hizo con el pueblo con el pacto del Sinaí, es decir la Alianza que hace Dios y el pueblo de Israel. ¿Y en qué consistió tal alianza? En que Dios, poniendo de su parte, prometía cuidar a los israelitas, a protegerlos de sus enemigos, hacer que no le falte nada, pero exigiendo también la parte del pueblo, y que consistía en que estos cumplan ciertas leyes. “Y entonces Dios le da primero los 10 mandamientos para que cumplan. Pero con el tiempo, los israelitas vieron que estas leyes no estaban claras. Por ejemplo, dice Dios que el día sábado no harán ningún trabajo. Pero la pregunta es ¿qué es un trabajo? Puede ser tantas cosas, puede ser caminar, lavarse los dientes, limpiar el auto. La Biblia dice: no tomaras el nombre de Dios en vano, pero ¿Qué es en vano? No está claro. Entonces los judíos frente a todas estas leyes, hicieron más leyes para interpretar estas leyes, hasta el punto de llegar a tener 613 leyes”5. Y por esta situación nueva y traicionera, el pueblo judío empezó idolatrar la Ley en sí, es decir le daban más importancia a la ley que a Dios mismo. Y eran tan estrictos en su cumplimiento, que los llevo al engaño de sentirse “justo” ante Dios por el cumplimiento de la Ley. De ahí la exageración en el cumplimiento de la misma, que realizaban muchos ritos de purificación, para sentirse inocentes ante Dios. Es decir, ellos que eran culpables, se hicieron juez de sí mismo, justificándose ante Dios y los hombres. Y esta conciencia errada fue la que empezó a dividir al pueblo de Israel, entre los “justos” y los “pecadores”, entre la clase alta (sacerdotal, fariseos, escribas) y la clase baja (los pecadores públicos). Por eso es que en el A.T. los judíos dictaban varios ritos para aquel que era culpable de algo; solo con el cumplimiento de eso, podía ser devuelto a la sociedad, pero aún así no era justificado, sino simplemente perdonado.

Entonces vemos como para ellos el culpable solo podía ser perdonado, pero el inocente era justificado (1Rey 8,32 - Ex 23,7). Y este era el sentido de lo que decía san pablo en Rom 2,13, aludiendo a las prácticas judías que exigían el cumplimiento de la Ley. Conclusión, la justificación para el justo y el perdón para los pecadores. Así pensaban ellos. Es decir, así piensa los hombres, pero los pensamientos de los hombres no son los pensamientos de Dios. Como dice san Agustín “Dios escribe derecho en renglones torcidos”. Nosotros podemos decir según la manera en que como pensaba el pueblo elegido, que “el hombre escribe torcido pensando que está escribiendo derecho”. Dios no obra como piensa el hombre, Dios obra de otra manera.

La división que había traído los 10 mandamientos (mal interpretados y aplicados) no era lo que Dios quería para su pueblo. Al contrario su Alianza, como bien lo define la palabra misma, buscó unirlos, no separarlos. Entonces Dios, que nunca rompe sus promesas6, viendo la situación de su pueblo, le mandó un profeta llamado Jeremías, que en el capítulo 31, versículo 31 les dice: “he aquí que vendrán días en que hare una nueva alianza con el pueblo”. Una ley más, pero una nueva, en donde las leyes no van a estar escritas ya en piedra, sino en el corazón del hombre, alianza nueva que va a llevar a la antigua a su plenitud. Y esa alianza nueva se cumple en la persona de Jesucristo, cuando en la última cena, reunidos con sus discípulos les dice: “esta es la sangre que derramo por la nueva alianza”. Entonces Dios hace una nueva alianza no solo con el pueblo de Israel, sino ahora con toda humanidad. Humanidad representada ahora por la persona de Cristo, quien nos enseño lo que nuestro Padre Dios quiso desde el principio para el hombre, es decir, Jesucristo vuelve a unir lo que el hombre separó al justificarse el mismo, sin tener en cuenta Dios.

Y esto es lo que nos vino a enseñar Jesús: que el hombre no se justifica ante Dios por el cumplimiento de la Ley, sino al contrario, que “nadie será justificado por las obras de la ley”, como decía san Pablo en Rom 3,20. El hombre será justificado por Dios mediante la fe en Jesucristo, que lo redimió de toda culpa, como lo expresa el apóstol en carta a los Gálatas7.

Y en segundo lugar, ya al haber aclarado (implícitamente) la aparente contradicción entre los dos textos de san Pablo, hay que destacara algo más que Jesús vino a enseñar sobre el tema de la justificación, algo que quizás nos traería más confusión que las palabras del apóstol Pablo, puesto que sobre esto último hemos tratado algo verbal, pero lo que nos dirá Jesús es profundamente existencial. Y es que para la mayoría de los que creen, tienen la “certeza” o convicción de que Dios justifica a aquella persona que es noble, buena, que se comporta de una manera correcta. Sin embargo Jesús nos dice lo contrario: Dios justifica no al justo, sino al impío, al pecador. “Es más, Dios no solo perdona al pecador, sino que lo libra de toda acusación, es decir lo justifica hasta lo último de su culpa”8. Por eso, cuando Jesús vino a la tierra, no vino a sanar a los justos, sino a los pecadores. “Nos son los sanos lo que necesitan de médicos, sino los enfermos” (Mt 9,12). Así es como piensa y obra Dios, que es misericordia, en contraste con el hombre cuando se vuelve miseria no perdonando a los pecadores. Dios justifica al pecador. Así como Jesucristo nos enseño lo que significa la justificación. Y esto lo enseño perfectamente Jesús cuando nos relato la parábola del fariseo y el pecador en Lc 18,9-14:

“Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: "Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba en voz baja: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas". En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”.

Así es. A aquel que se humilla, Dios lo perdonará borrando toda culpa, hasta quedar limpio de toda mancha del pecado original. ¿Y qué día Jesucristo justifico al hombre pecador? El viernes santo, cuando en la cruz derramo hasta su última gota de sangre por la redención del género humano. “Entrego su todo, su vida, su sangre; pero ¿fue suficiente?” Claro que si, cuando aquel que había cargado con nuestras culpas, al tercer día salió del sepulcro y resucitó para gloria de Dios Padre; el mismo rompió las cadenas de la esclavitud del pecado, y nos hizo libres (Jn 8,32). La verdad que es El nos hizo libres, libres para hacer el bien (Gal 5,1.13), no para liberarse del bien, como mal interpretaron algunos la frase de san Agustín: “Ama et fac quod vis”, que significa: “Ama y haz lo que quieres”, y no “ama y haz lo que quieras”. Cuando uno ama la Verdad, es libre de hacer todo por amor a Dios; por eso hacemos lo que Él (Dios) quiere, y como siempre lo que él quiere es el bien, es como obramos el bien, no para el (Dios) sino para nosotros. “Ser justificado significa sencillamente estar con Cristo y en Cristo, y esto basta”.

Pero eso, si recordamos el primer texto de Rom 2,13, la justificación de Dios, solo se iba a dar al final de los tiempos, en cambio, la nueva justificación de la que habla el apóstol Pablo en Rom 3,20 es la que ya tuvo lugar con la muerte y resurrección de Cristo Jesús, donde “Dios hecho carne”, le devolvió la dignidad original al hombre que tuvo al comienzo, de sentirse justo e inocente a los ojos de Dios.

Ahora, si esto es así, entonces cualquiera podría decir: si uno es justo e inocente a los ojos de Dios por ser pecador, entonces conviene ser cada vez más pecador, puesto que Dios me justificará más todavía. Bueno, Dios siempre hace todo sencillo para el hombre, aunque este se complique por su incomprensión. Dios ya nos justificó a todos con su redención que es universal. Pero el hombre seguirá siendo justo a los ojos de Dios, si siendo pecador se reconoce como tal, se arrepiente y se vuelve a Dios. A aquellos que se imagina ser justos, que no tienen necesidad de arrepentimiento, permanecen sin justificación y sin bendición. Dios justifica y bendice a todos, pero depende de uno el que la quiera recibir esa gracia de parte de Dios9. Como dicen algunos teólogos: “la redención es universal, pero la salvación es particular”. El hombre ya está justificado y bendecido por el Creador. Dios ya puso de su parte. Pero para que el hombre conserve esa santidad ante Dios, también le corresponde poner de su parte. Y aquello que el ser humano le tocaba poner de sí, es el don de la fe en Dios-Hombre, como lo asegura la carta de Pablo a los Gálatas. ¿Y qué es la fe? La fe es un conocimiento sobrenatural que Dios nos regala para conocer a Cristo, y al conocerlo a Jesús yo puedo amarlo, y al amarlo lo estoy sirviendo, y al servirlo me gano el cielo. Por eso es bien acertado lo del catecismo de las 99 preguntas, que dice: ¿Por qué Dios creó al hombre? Y se responde: para conocerlo, amarlo, servirlo, y luego gozar de él en la otra vida. Nadie ama lo que no conoce. “Y conocer la vida de Cristo es conocer el amor, conocer el servicio, la caridad. La fe es mirar a Cristo, encomendarse a Cristo, unirse a Cristo”10. Y para estar unido a Cristo, debemos de vivir al modo de Jesucristo. Y así como la manera de vivir que Dios le pidió en el A.T. a los judíos era mediante el cumplimiento de los 10 mandamientos, ahora Jesucristo nos dejo también no ya 10 mandamientos, sino uno solo, una sola manera de vivir en unión con el Maestro: amando al prójimo11. Solo amando al prójimo es como el hombre es justo ante Dios.

En la comunión con Cristo, en la fe que crea la caridad, toda ley se realiza, Y esto lo sabía muy bien san Pablo. Cuando tuvo su encuentro con el Señor en Damasco, se dio cuenta que todo lo que había vivido, no era nada en comparación con lo que le faltaba por vivir unido a Cristo (Fil 3,7-8); se limitaba a correr para conquistar a Aquel que los había conquistado primero (Fil 3,12). San Pablo, sabía que en el doble amor a Dios y al prójimo, estaba cumplida toda la ley (Rom 3,20.28 - Mt 22, 36-40) toda la ley será llevada a plenitud por la única ley que dejo Jesús, el único mandamiento: “amansen los unos a los otros, así como yo los he amado” (Jn, 13,33-34). Es amando al prójimo como uno se salva. Y ese va a ser el criterio del Juez al final de los tiempos, según lo relata Mt 25,31-46, y que alguna manera lo dice también Rom 2,13. “La justificación se decide por la caridad”. Y nosotros tenemos que dar testimonio de ello, en nuestra vida diaria. Haciendo el bien, como Jesús paso haciendo el bien (Hch 10,38)

Dice en el libro de Job que un día estaba rascándose con una piedra, porque tenía la lepra que le había mandado Satanás, y uno de los amigos de Job, llamado Sofar se le acerca y le pregunta ¿y el hombre que habla mucho será justificado? (Jb 11,2) Y la respuesta es: claro que no. “No son los que hablan bien los justificados, sino los que andan bien a la vista de sus semejantes. No es por los labios, sino por la vida, no por la palabra, sino por la obras como podemos dar testimonio de cristianos”. Solo así realmente podemos decir que somos otro Cristo.

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Nota:

1_ “En el camino que estamos recorriendo guiados por san Pablo, queremos reflexionar ahora sobre un tema que está en el centro de las controversias del siglo de la Reforma: la cuestión de la justificación”. Catequesis, Miércoles 19 de noviembre 2008.

2_ J. LOWE, An Examination of Attempts to Detect Developments in St. Paul´s Theology, JThS 42,citado por H. Räisänen, Paul and the Law, p. 11, n. 72.

3_ “En ellas hay pasajes difíciles de entender, que algunas personas ignorantes e inestables interpretan torcidamente –como, por otra parte, lo hacen con el resto de la Escritura– para su propia perdición” (2Pe 3,16).

4_ en el versículo precedente lo confirma: “En efecto, todos los que hayan pecado sin tener la Ley de Moisés perecerán sin esa Ley; y los que hayan pecado teniendo la Ley serán juzgados por ella”. Más aún en los versículos del 2 al 7, se precisa el tema del juicio final.

5_ ¿Hay que cumplir el Antiguo Testamento?, “La Otra Cara de la Verdad”. Programa televisivo. 1997.

6_ Nosotros éramos injustos ante Dios a causa del pecado original, pero ya en el mismo relato del génesis se nos anuncia la promesa hecha por el Creado a nuestros primeros padres: “…Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón” (Gn 3,15).

7_ “Pero como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será justificado en virtud de las obras de la Ley” (Gal 2,16).

8_ El hombre puede perdonar, pero solo Dios puede justificar (Rom 8,13-16).

9_ Cristo nos justifico (Rom 5,9) Y fuimos justificados por su gracia, gracia que tiene su fuente en Dios (Tit 3,3-7), porque fue el, Dios Padre, quien tomo la iniciativa, Dios decidió por nosotros pero decidió con amor y por amor (Jn 3,16 – Rom 5,8) El puso su parte, pero también pide la nuestra, y esa parte que nos corresponde (pero que también viene primero de Dios) es la fe en Cristo, como bien lo dice san pablo en Gal 2,15-16: “Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores venidos del paganismo. 16 Pero como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será justificado en virtud de las obras de la Ley”.

10_ Puede verse aquí la exégesis Mt 19,16-22, de la historia del “joven rico” y la interpretación del verbo griego “cumplir”, concluyendo luego así que el joven nunca había cumplido ni siquiera el primer mandamiento. Únicamente los conocía, pero nunca los había cumplido.

11_ “amansen los unos a los otros, así como yo los he amado” (Jn 13,33-34).


Bibliografía:

• La justificación en la teología de San Pablo, Catequesis del Papa Benedicto XVI, sobre el Apóstol San Pablo. Miércoles 19 de noviembre 2008.
• Coherencias e “incoherencias” en las cartas de San Pablo, Conferencia del P. Albert Vanhoye. Pronunciada en las Jornadas Bíblicas 1999. Instituto del verbo Encarnado, San Rafael, Mendoza, Argentina.
• Doce Diálogos Bíblicos, La Justificación, H.P. BARKER, Sedin 2005. Escritos evangélicos.
• “La otra cara de la verdad” (Tomo II), Programa televisivo (LW 81 TV canal 7 de Santiago del Estero), confrontación periodística entre el Lic. Pbro. Ariel Álvarez Valdés y el periodista Rogelio Llapur. 1997.
• Biblia. “El Libro del Pueblo de Dios”.