miércoles, 5 de noviembre de 2008

«Traduttore, traditore» (traductor, traidor)



“SI ALGUNO NO ACEPTARA VOLUNTARIAMENTE COMO LIBROS SAGRADOS Y CANONICOS ESTOS LIBROS, EN TODAS Y CADA UNA DE SUS PARTES,…SEA ANATEMA” (Concilio de Trento 1546)

Por Diego Orlando Flores

¿Qué significa ser anatema?, dentro de su contexto eclesial, es ser excomulgado, censurado, maldecido, imprecado, execrado, reprobado, condenado. ¿A quién le gustaría serlo?
Seguramente no pasa por cuestión de gusto, sino de disgusto, porque el ser despojado de la condición de miembro de la iglesia, es algo que va en contra de la naturaleza humana-divina del hombre. Ningún miembro del cuerpo se desprende del mismo, si no antes se enferma. Y se indispone el ser humano, cuando este no se dispone a completar el Cuerpo místico de la Iglesia. De esta conclusión, no quiero serlo yo, ni tampoco verlo suceder en otro. Es por esto que, presentando de este modo el titulo del escrito, quisiera reivindicar la buena disposición que tuvo y tiene el Pbro. Ariel Álvarez Valdés, hacia el cual va dirigido este sencillo y respetuoso estudio.

Resulta claro y evidente que la sagrada escritura no puede engañar por el simple hecho de que ella no puede engañarse, por ser la misma obra de Alguien que imprimió la verdad en los hombres, elevando sus facultades pero no sustituyéndolas, y por lo mismo se movieron a escribir como geniales autores secundarios de la biblia.
Puede entenderse también, sobre todo para los estudiosos de las sagradas letras, que en la misma se podrían encontrar varias contradicciones, desde los distintos enfoques científicos en que se los pueda percibir, lo cual no quiere decir que tales contradicciones sean para el hombre mensaje de error, porque de hecho no puede ser el error efecto del no-error. Lo cierto es que, sí podemos encontrar inexactitudes en materia de investigación científica, pero no en materia de salvación, para lo cual fue inspirada la sagrada biblia.
Sin embargo sucede que a veces el error se desprende de nuestro error, a saber el de pretender no encontrar error en la biblia (sobre todo cuando no la interpretamos correctamente). Tal impacto nos lleva a sanar el error produciendo otro gravísimo error: el de encontrar la solución tergiversando la verdad que conlleva la sagrada escritura. Abordemos esto último, desde un caso concreto.
Un estudioso de la biblia como lo es el Doctor en Teología Bíblica, Ariel Álvarez Valdés, con varios libros publicados y reconocido por algunas autoridades eclesiales, pretendió justificar una teoría suya, a partir de un pasaje bíblico, con la finalidad de demostrar y fundamentar que Dios no permite los males en el mundo. Quizás resulte escandaloso el saber que un alumno le corrija a un maestro en lo que hace a temas teológicos. Sin embargo la tentativa aparece cuando se percibe, de modo honesto, la debilidad de nuestro entendimiento en cuanto queremos encontrarles respuesta a todos los interrogantes, y sobre todo (caemos) cuando nos resistimos a creer en la limitación de nuestra razón. Además, me llevo a escribir sobre el artículo del autor, el “esperado” acontecimiento que escuche, en la cual La Congregación para la Doctrina de la Fe, que presidia el cardenal Joseph Ratzinger, actual Pontífice de nuestra Iglesia, propuso a AICA para que difundiera la retractación de este sacerdote de la diócesis de Santiago del Estero. La proposición le fue comunicada a AICA por el obispo diocesano, (ahora ex monseñor) monseñor Juan Carlos Maccarone, en carta del 4 de setiembre de 2001. No quiero con esto desacreditar a una excelente persona como lo es el Pbro. Ariel Álvarez Valdés; al contrario, lo hago desde una reverente corrección fraterna para lo cual el Señor Jesús nos llamo, para amar a nuestros hermanos (recodemos que la corrección es una acto de caridad). Y si es de reverencia ante la humildad y la sinceridad que se debe de tener de las personas veraces, coloco la retractación del presbítero resaltándolo como un fiel hijo de la Madre Iglesia:

“Por medio de la presente quiero retractarme de estas afirmaciones, y reconocer que eran erróneas y contrarias a las enseñanzas de la Iglesia Católica, a la que amo y deseo servir fielmente desde mi ministerio... Asimismo quiero dejar en claro que me someto, como siempre procuré hacerlo, a todo lo que la Santa Madre Iglesia cree y enseña, y que deseo permanecer siempre unido a ella”. Firmado: Presbítero Licenciado Ariel Álvarez Valdés, Diócesis de Santiago del Estero.”+

El teólogo comienza explicando la concepción que se tenía de Dios en el veterotestamento, en el cual “se oye hablar de la ira de Dios que se enciende sobre su pueblo”. Sus fundamentos parecían coherentes al explicar la concepción distinta que se tiene hoy en la realidad del Dios del A.T. y el Dios del N.T., como si fueran distintos. Es de recordar que para los antiguos, varios de los fenómenos naturales que para nosotros hoy parecen naturales, para ellos eran sobrenaturales, y por eso se los adjudicaban a Dios, incluyendo los males que le venían. Hoy se sabe por el avance de la ciencia que no todo es tan así.
Varios son los argumentos con que parece ir conduciendo coherentemente su discurso. Pero el escándalo viene cuando el autor, para argumentar su teoría, propone un texto bíblico cual es el de Mt. 10,29 en donde se nos dice (si leemos la biblia que acostumbramos a leer) lo siguiente: “¿acaso no se venden un par de pájaros por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra sin el consentimiento del Padre que esta en el cielo” (Esta versión es la biblia “Pueblo de Dios”). Otras traducciones utilizan el verbo “permitir = es decir, “…sin que lo permita el Padre que está en los cielos …”) La cuestión es que, se deduce del texto que si alguien cae al suelo, es porque Dios lo permite o lo consiente, a lo cual el autor rechaza absolutamente. El escritor arguye diciendo que este pasaje del evangelio es una mala traducción de la biblia que se hizo del texto griego. Por eso cuando los traductores lo mudaron del griego, le agregaron el verbo “permitir” a la oración, pensando que esta era la intención del autor sagrado. Entonces queda que si le quitamos el verbo al pasaje, el mensaje diría que: “ninguno de ellos cae a tierra (…) sin el Padre…”. Es decir que si una persona cae, sufre una desgracia, el Padre que está en los cielos cae junto con él, lo cual da a entender que lo acompaña en su sufrimiento, pero no es que lo permite. Para muchos hoy en día, esto aun tiene sentido y seria la correcta manera de pensar, como si así lo hubiera pensado también el evangelista, a saber el de presentar al Dios, que es un padre que trata con ternura a sus hijos, como nos lo vino a revelar su hijo Jesucristo. Sera así? es decir no me refiero al mensaje que se entiende si le sacamos el verbo “permitir, consentir” a la Sagrada Escritura, sino a si se puede sacar o aumentar una palabra del texto sagrado para justificar una teoría.
Esto me incentivó para investigar y encontrar una solución a este dilema existencial; y digo existencial porque cuando el error que trae nuestra ignorancia nos hace consentir desde nuestro sentimiento y adherirnos a una creencia, nos suele suceder que la creencia que tenemos se traduce en una indiferencia, que inconscientemente la expresamos cuando decimos que, por ejemplo, la muerte de un ser querido fue por voluntad de Dios. Que, ¿Acaso el Dios de la vida, quiere la muerte para nosotros? Si creemos que si, entonces no nos queda otro remedio más que seguir “creyendo”.
Volviendo al tema tratado, la intención mía no era tanto averiguar el significado en cuanto al mensaje que trae el texto para el hombre, es decir en lo que hace a la hermenéutica bíblica, donde se aborda a modo de una teoría de la interpretación, sobre el texto, dentro de su contexto, para obtener una enseñanza salvífica en última instancia. La preocupación a resolver más bien se volcó en el hecho mismo de la traducción de la biblia que se hizo del texto original, y como aplicación correcta de investigación, ir directamente al original mismo.
En el texto griego, como lo hubo de escribir el evangelista, no aparece el verbo “permitir”. Veamos:
Mt.10:29 oujci; duvo strouqiva ajssarivou pwlei'taiÉ kai; e}n ejx aujtw'n ouj pesei'tai ejpi; th;n gh'n a[neu tou' patro;" uJmw'n.

Ahora bien, si el verbo no aparece en el texto original, ¿porque en la biblias que frecuentamos usar, aparece el verbo “permitir”, dando así un nuevo sentido al pasaje bíblico? ¿Está permitido agregar palabras a la biblia? Si la Biblia es palabra inspirada por Dios, entonces ¿Dios sigue inspirando la Escritura? Ante esto dicho, lo único que me viene como recuerdo es la célebre frase italiana que dice: «Traduttore, traditore», (traductor, traidor).
De todo esto, no digo otra cosa sino que sería una aberración el quitar o aumentar una palabra a la Escritura y hacerla valer en cual mensaje nuevo como si estaría este inspirado para nuestra salvación.
En la vulgata latina, traducida por S. Jerónimo no aparece el verbo “permitir”: nonne duo passeres asse veneunt et unus ex illis non cadet super terram sine Patre vestro
Otra traducción, muy fiel en cuanto a la gramática literal que hace a la misma, es la biblia protestante traducida por Casiodoro de Reina y Cipriano Valera y en la cual tampoco se coloca el verbo. Esta traduce así: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae á tierra sin vuestro Padre.”

Similar a la anterior, traduce la versión de G. Junemann B. que es de la misma Septuaginta al español. Dice así: ¿No se venden dos gorriones por un as? y uno de entre
ellos no cae sobre la tierra sin el padre de vosotros.

Con todo esto, habría que decir nada, es decir no sacar conclusiones de manera acelerada y menos aun si el inicio de esta investigación es insuficiente y exiguo en comparación con otros tantos que se hicieron del mismo. Pero ante esto, me aventuro a sacar un argumento apologético, apoyándome en la autoridad de un santo, que es considerado como uno de los dos pilares de la iglesia en cuestión de doctrina. Y diría que ninguna de las pruebas, consideradas como efectos, tendría valor si la causa es desmentida. Dice este doctor en la glosa ordinaria:
“Pues habiendo predicado primeramente el Evangelio (refiriéndose a Mateo), lo escribió después en hebreo dejándolo como memoria a sus hermanos de quienes se separaba. Así como fue necesaria la predicación del Evangelio para que la fe se afirmase, así también fue necesario que contra los herejes se escribiese” (St. Tomas de Aquino, Catena Aurea).

Y si queremos argumentar de más cerca, es decir en cuanto cercanía a la tradición oral, dice San Jerónimo, en prologus in Evangelium Matthaei ad Eusebium:
“San Mateo escribió en hebreo su Evangelio en la Judea, principalmente para los judíos convertidos de Jerusalén.”

Con esta sentencia, cae todo argumento anteriormente dicho. Valiéndome de tal principio, digo: “contra factum non argumentum” (contra los hechos, no se argumenta).

Este es el texto de Mateo en hebreo: (sea o no el texto original, lo ubico aquí solo para que sea leído, contenga o no el verbo “permitir”).
הלא תמכרנה שתי צפרים באסר ואחת מהנה לא תפול ארצה מבלעדי אביכם׃

Con todo esto, más allá de que uno pueda constatar el texto fuente, es difícil escoger cual es la traducción correcta de la misma cita bíblica, o saber que existen varias traducciones y que no facilitan el abordaje a tal cita bíblica, no tanto para el estudio, como si lo es para nuestro mensaje salvífico, y en el cual, como acabamos de constatar, una simple palabra (verbo =permitir) puede hacernos cambiar nuestra imagen que tenemos de nuestro Dios, hasta asemejarnos a una a-imagen de Dios, no ya en tendencia “hacia” (ad imagen) Él, sino hacia lo que no es Él.
A lo que quiero llegar con todo esto, es que no creo que esté al alcance de los estudiosos en biblia, y los traductores el de que estén facultados debidamente para aumentar o quitar una palabra de las sagradas letras, sobre todo si se trata de fundamentar su propia teoría. El presbítero Ariel Álvarez Valdés hizo lo correcto al hacernos constatar la gravedad que lleva el insertar una palabra en las letras sagradas, pero no hizo lo correcto al fundamentar su teoría al valerse del error que el descubrió. Recordemos que al comienzo se dijo que a veces pretendemos sanar un error con otro error.
El análisis da bastante para hablar. Solo planteo el problema con la intención de despertar en los lectores (sobre todo cuando se trata de doctrina de fe) la visión crítica que se tiene que tener a la hora de leer asuntos que para uno (según la mentalidad de muchos) son indiscutibles por apoyarse en la autoridad de la iglesia. Remarco únicamente, desde mi perspectiva, tres puntos a modo de crítica textual:

• No sería correcto aumentar o eliminar algo sagrado con el propósito de probar una teoría, que en última instancia, seria para nuestra vida. (peor aun)
• El mensaje de salvación es lo primordial.
• No pretender sacar una enseñanza del pasaje del texto, si lo excluyo de su contexto (decía el P. Rivas que un texto sin un contexto, es un pretexto).
Veamos, este último caso y en el cual creo encontrar una respuesta que dirijo al Doctor Valdés.
El contexto bíblico en el que se inserta el pasaje, es el de una consecuencia de todo lo que implica seguir a Jesús. Se lee que en primer lugar se nos narra, la “institución de los doce apóstoles”; luego Jesús les da instrucciones en su misión; en tercer lugar, y en el cual se inserta nuestro texto, se narra la “persecución que tendrán que afrontar en su misión”, para después finalizar con el mensaje de esperanza que trae el seguir al Maestro, el cual da la “valentía a los apóstoles”.
El temas que engloba todo el pasaje, es el de Dios creador del mundo y sostenedor del mismo. Con esto creo que nos dice todo, es decir que el mensaje debe entenderse en el sentido de que Dios “permite” porque Él es el que gobierna toda la creación, y sin el cual nada seria.
Si entendemos que la libertad del hombre, como don gratuito que Dios le otorgo para que sea feliz en su regreso hacia Él, podemos comprender pues que no puede su Creador violentar la misma (libertad) para no ver cometer en el hombre lo que no quiere de él. Si Dios no permitiría que un ladrón cometiera un robo para evitar un mal, estaría destruyendo la libertad (mal uso de la libertad) que el hombre le está dando a su propia libertad, siendo que esta no es mala en sí, sino que es medio último para que el hombre opte libre y amorosamente en volver a su Creador. Como dice S. pablo, “…en Él somos, nos movemos y existimos”. Somos en el, sin que él sea nosotros; nos movemos en el sin que lo movamos a él, existimos por él sin que el deje de existir. Nada se permitiría si antes no hubo Alguien quien se permitió crearnos. Dios no quiere el sufrimiento (el mal), pero si lo permite. O como dice San Agustín: “…Dios creador y ordenador de todas las cosas; mas del pecado no es creador, sino ordenador…”
Y si queremos comprender el pasaje bíblico con la aplicación del verbo “consentir”, entonces habría que decir que, (recordando las palabras de un colega) el termino exacto para aplicar a este mensaje es la palabra: “permisión” entendido como que nada escapa a Dios; y si permite es por efecto a la causa de la libertad que Dios le concedió al hombre; y si el pecado introduce el dolor, el sufrimiento, que es de modo indiscriminado para todos, este “dolor” es el ultimo sinsentido al que Dios le dio sentido, a saber, el de: Redención (traducido como “Conversión – Amor”).

Ah, perdón, se me olvidaba…: retracto el titulo del artículo. Considerando la buena voluntad del Pbro. Ariel, creo que sería correcto y acertado decir: “que por los riachuelos y no de golpe al mar procures introducirte, ya que conviene ir a las cosas difíciles a través de las más fáciles.” (St. Tomas de Aquino), es decir que, si quieres aventurarte a un estudio crítico de los contenidos bíblicos, comienza por Ariel Álvarez Valdés.