miércoles, 25 de febrero de 2009

¡GUIAS CIEGOS; QUE FILTRAN EL MOSQUITO Y SE TRAGAN EL CAMELLO!


Por Diego Orlando Flores


Mt. 23,13-36

Resultará misterioso y hasta inquietante quién lea solo el título de este comentario bíblico. Quizás se pregunte ¿a quienes se refiere? O al menos no se pregunte nada, por el hecho de que no se comprende aquello cuando está fuera de su contexto. De este último aspecto es cómo vamos a guiarnos para desentrañar el significado de tales palabras de Jesús referidas a los “escribas y fariseos”, pero no con la intención de asociarnos a la misma y colocarnos en la vereda del frente, sino al modo de un reloj despertador que nos despierta de aquel sueño deseado, y que hasta a veces lo apagamos nuevamente para seguir durmiendo en el sueño de la irrealidad, en el sueño de la ilusión.
El hombre, dice un consagrado, “en su historia, es como una síntesis de bien y mal, pero cuando el mal no se lo reconoce y acepta, entonces impide la percepción del bien”1. Así sucedía con los fariseos y escribas en tiempos de Jesús; su ceguera para con su interior, ofuscaba su percepción de la bondad de Dios y del prójimo que estaba su lado, en su entorno, que también es débil y limitado. Pero aquellos llegaban al colmo de su ceguedad; querían y se sentían los guiadores de los débiles y pobres de espíritu, cuando en realidad ni siquiera sabían como guiarse ellos mismos. Quizás diría que un discapacitado (ciego) es digno de compasión por el hecho de que hay todavía en él una intención de seguir caminando, todavía tiene un fin último2 a seguir, pero los fariseos y escribas se lo podría considerar dignos de lastima, y no porque no tengan pies para caminar, sino porque no tiene intención3, y al carecer de ella, se igualan al agua estancada en un pozo del cual el tiempo se encarga de que le nazcan los gusanos y termine por podrirse en la sequedad.
No queriendo referir mas palabras a “estos” que quizás tampoco me hubieran podido escuchar, pasemos pues, a aquellos que si me pueden prestar su atención hoy, porque tienen conciencia, y desde ella, aceptan la corrección fraterna (al modo como un ciego, hace uso de audición), que recapacita y desea abrir los ojos a una posible y cercana transfiguración de vida en Jesucristo; me estoy refiriendo a nosotros los cristianos.
Como bien lo dice Mester: “es difícil penetrar en la intimidad de alguien y levantar el velo del misterio de la vida que transcurre entre él y Dios”4. Esto dicho es una gran verdad, pero he aquí que muchas veces esa intimidad, se vuelve infidelidad5, y resulta así que, por más esfuerzo que haga por ocultarme, tarde o temprano se exteriorizara mi debilidad e ilusión. Por los efectos conocemos las causas, proclaman los filósofos; o bien, como dice el Doctor angélico (St. Tomas de Aquino): “el obrar le sigue al ser”.
Y así crecemos y creemos desde nuestra conciencia que estamos bien con Dios, que creemos en ese Alguien que es todopoderoso, y que hizo el cielo y la tierra, y que…, y así hasta llegar al final del Credo apostólico, que todos los Domingos proclamamos, incluso con orgullo (desde luego que no todos son así). Se vuelve algo rutinario y automático, y del cual repetimos sin saber lo que rezamos6. Si es así, ¿Por qué no enseñarle a un loro el Credo y que me reemplace en tal momento de la misa? Cuando el hombre no sabe de quién es hijo, pierde toda su dignidad (hasta equipararse a un animal).
Tener conciencia de un Dios que está conmigo debería de serlo todo para el cristiano, pero tenerla en ¡serio!, a modo de amistad, de fidelidad y sinceridad para con Aquel que nos la enseño primero: Jesucristo.
Y precisamente así fue nuestro principio, nuestro comienzo por ese salir a pasear de la mano de nuestro Padre Dios. Él nos saco de Egipto y nos libro de la esclavitud del Faraón. Por tal acontecimiento, nos forjamos la idea de saber que tenemos a Alguien que siempre está con nosotros, de ser el pueblo de Dios, de tener a un amigo que es fiel, que no defrauda, aun cuando nosotros le fallemos a él. Dios se había comprometido con su pueblo, y nosotros con ÉL (Él siempre toma la iniciativa). Lo alabábamos, y lo invocábamos en cada momento de nuestra vida (la verdadera religión para el aquinate7) Y para no olvidarnos de ese compromiso, lo exteriorizamos en “comportamientos y actitudes”8, de las cuales no sentíamos orgullosos y más cerca de Él. Así es como nació y floreció el “culto, las fiestas, las celebraciones, las costumbre, como ser las peregrinaciones; las imágenes, la oración, etc.”9, que manifestaba una gran pertenencia del pueblo para con su Creador. Era vida que hacia revivir a aquellos que aun no conocían a Dios. Eran “instrumentos para mantener viva la fe, la esperanza y la entrega”10 a ese Dios que nos libero y que nunca nos abandonaría.
Pero he aquí que estos comportamientos y actitudes, eran creaciones del hombre, y por serlo así, nunca están exentas de la tentación de la ignorancia que provoca el maligno cuando nos convencemos de que algo está bien, pero que puede estar mal luego.
Como se dijo en un anterior escrito, el mal convive con nosotros, y porque no podemos ignorarlo, debemos de integrarlo a nosotros para darle un sentido humano. Pero cuando no lo queremos dejar entrar y le cerrarnos la puerta en la cara, el mal entrara en nuestra casa por el lugar menos insospechado, y nos afectara de tal modo que no lo vamos a poder percibir. Y porque no lo aceptamos, nos cerramos, y buscamos entones, desde nuestra falsa ilusión, las seguridades que nosotros mismos nos la imponemos.
Así sucede con tales comportamientos: “esas formas de amistad con Dios, que en vez de seguir siendo la expresión de una búsqueda que nos empuja a caminar, pasan a ser una búsqueda de seguridad humana”11.
Parecía que todo seguía bien con Dios por los numerosos actos externos que hacíamos (cultos, ritos, procesiones, etc.), cuando en realidad la base ya estaba minada y a punto de estallar por la falta de vida real en ella. Creían ellos que estaban bien con Dios, que lo tenían comprado, como si fuera una entrada el culto para todos los días, a los cuales nunca faltaban. Y así paso de ser en medios para llegar a su fin12, a unos meros “convencionalismos sociales”13 que engañaban al pueblo de encontrar en ellos la amistad con Dios. “Dios es mi morada” decían cuando en realidad vivían son hogar. (ver A. Dondeyne)14
Esta inconsciencia es la que llego a los fariseo y escribas, pero también llego hasta nosotros, los cristianos del s. XXI. Y me refiero su, a nosotros, que aunque parezca raro, muchas veces hacemos uso de nuestra vereda desde la cual criticamos a la del frente, y los hacemos por la convicción de ser los poseedores de la verdad, sin darnos cuenta de que esa Verdad no es un privilegio, sino un don. Nosotros también solemos caer en nuestras propias críticas, como aquel rey que no podía mirar la aflicción de su pueblo, por tener un espejo como ventana.
Convivimos con una falsa seguridad, de la cual a veces no somos conscientes. Seguridades que las ponemos como primicias en nuestras vidas, pero que en realidad nada son por sí mismas. Obligamos a Dios y lo forzamos, como si fuera un animal al que se puede domesticar. Y así, lo llevamos de la correa solo para que los otros digan:¡que linda es tu mascota!, Dónde la conseguiste?, y nos “vean” por ello. A Dios lo saco a pasear, solo para distraerme.
Sin dar más vuelta en el tema, veamos ahora, cuáles son esas diversas formas de comportamientos y actitudes que seguimos creando para agradar a Dios, que no son malas cuando son medios para llegar a Dios, pero cuando las divinizamos y las ponemos por encima de Dios, se convierten en “correas” (cual de todas más linda) para atar la voluntad de Dios en mi vida.

Las imágenes:
Estas representaciones ayudan a despertar en nosotros la fe para con Dios. Surgieron con la finalidad de “dar al pueblo una forma concreta del poder de Dios”15, ya sea desde el mismo (una imagen de Jesucristo), o por medio de otros que convivieron con el (los santos). Si su fin es ese, es el correcto, pero he aquí que hoy en día corren un gran peligro, por el hecho de que ponen el fin en las imágenes mismas. Localizamos y visualizamos a Dios en ellas, cuando en realidad, Dios no está en ellas, sino en nosotros.
Sucede que entramos a una iglesia, y como flechas que no paran hasta su fin, nos dirigimos hacia las imágenes, olvidándonos de la presencia real de Dios en el sagrario. Una vez entraba en una iglesia alguien donde estaba la imagen de su santo de su devoción. Resulto que aquella vez la imagen no estaba allí, pero si una réplica, y le dije: no está aquí, pero le puede rezar a esta que es la misma (refiriéndome a una réplica), y me contesto: “si, pero…la otra es mas milagrosa”. Ellas no hacen milagros, es Dios quien obra por la intercesión de tales santos representados. Las imágenes no están para adorar en ellas a Dios, están para despertar el amor a nuestro Dios. Hasta el mismo Lutero decía con respecto a las imágenes que eran: el evangelio de los pobres. El mismo se dio cuenta de lo que muchos de los protestantes (y aun nosotros mismos los católicos) no querían entender: “que no se trata de adorar una imagen sino de adorar a Dios mediante el estimulo que la imagen puede ofrecer. Cada acción, cada obra que realizamos, cada contribución a la justicia del mundo, al bien común, a la solidaridad, va cincelando radiante, exacta, precisa, la imagen de Jesucristo en nuestra vidas”16. Al final debe salirnos casi perfecta. Vivamos hacia la imagen y semejanza de Dios, a “ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto” (Mt. 5,48)

Los altos lugares:
Se cuenta en el veterotestamento que “al entrar en la tierra prometida, el pueblo empezó a adorar a Dios en los llamado altos lugares”17, que eran árboles frondosos que crecían en el desierto, y por ello pensaban que, como Dios hacia allí tal creación y en tales circunstancias, entonces su poder seria allí mas grande. Pero esto conlleva un peligro, a saber, la de localizar a Dios en un determinado lugar para encontrarse con Él.
Lo primero que tenemos que decir y saber es que a Dios no lo podemos localiza, y esto por la simple conclusión de que El ya está “localizado”, no por nosotros, sino por el mismo, en nuestro corazón, en nuestra persona entera. Cada uno al ser creado, lo fuimos “a imagen y semejanza de Dios”. ¿Por qué entonces buscamos su imagen colgadas en las paredes, cuando la podemos encontrar ante nosotros, por el simple hecho de mirarnos al espejo? ¿Acaso un padre no se regocija por la familiaridad fisiológica de su hijo? Cuando nace un bebe ¿no se dice acaso “es idéntico a su padre? Si nosotros pensamos así, más cuanto nuestro Dios que es más padre que nuestros padres18. ¿Por qué subimos a los cerros, a esos altos lugares, a buscar a Dios, cuando lo tenemos a nuestro lado, en el prójimo, que es mi hermano? Los profetas del antiguo testamento llamaban a esto: “prostitución debajo de los arboles” (Jr. 3,1-2.7; Is. 24-31; Os. 2,6-7)

El rey:
Para los israelitas “el rey era la concreción visible de la amistad de Dios para con el pueblo, y el instrumento para hacer valer la voluntad de Dios”19. Pero sucedió que este don se convirtió en privilegio, y con ello el pretexto para su acomodamiento.
Es muy evidente tal comportamiento en la manifestación política, pero ¿no pasara también dentro de la comunidad cristiana? Sucede a veces que, por ser el responsable de tal grupo apostólico, o tener un cargo en el que demuestre jerarquía, se busca delegar las tareas a los demás con el propósito de desligarse de ellas. Por sentirme “rey” ¿acaso no busco el acomodo, la simpatía, la autoridad? Jesucristo dijo. “…el que quiera se grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir…” (Mt. 20,26-28)

El templo:
“Era el lugar del encuentro con Dios”20. Todo estaba vinculado al templo: “las peregrinaciones, los ritos litúrgicos, los cantos, las preces, etc”21. Se decían entonces: “si tenemos el templo, Dios está con nosotros”22. Si esto es así, acaso un aldeano que no tiene templo para ir a encontrarse con Dios, ¿no lo podrá hacer porque Dios no lo atenderá en tal lugar especial? ¿Acaso Dios estará más tiempo en la catedral que en la vicaria? El templo solo es una expresión de fe. No es lo esencial. El templo lo podemos comparar como si fuera nuestra propia casa, nuestro hogar familiar, en la cual colgamos cuadros familiares (imágenes), donde tenemos álbum de fotos (escritura), donde comemos (eucaristía), donde tenemos oficios que hacer (tareas apostólicas), y muchas otras cosas más que no existirían si no fuera por la familia que la habita, que la hace casa. Dios hace el templo, no el templo a Dios. Y más aun, cuanto más habita Dios en nuestra casa al ser nosotros los auténticos templos del Espíritu Santo, con cuanta más razón debemos de cuidar de él. Esto nos recuerda que el templo material es solo una expresión de fe, pero no es lo esencial (ver nota 23) Decía nuestro actual papa que el ser humano “limita su horizonte de manera que se le escapa precisamente lo esencial”24.

El culto:
“el culto recordaba el pasado y lo hacía presente”; comprometerse con el proyecto de Dios y tomar conciencia de sus derechos y deberes”25. Pero surgió un problema, a saber, que el culto término por convertirse en un puro ritualismo.
Cuando exaltamos el culto, lo exteriorizamos demasiado, y al hacerlo, abusamos de él, entonces lo convertimos en meros signos rituales que hasta en ocasiones ni siquiera sabemos lo que significan. “centramos toda la atención en las grandes ceremonias, pero descuidamos la vida”26. Todo es fachada, pero por dentro es hueco. Con razón dice Jesús: “¡Ay de ustedes fariseos y escribas hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados; hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!” (Mt. 23,27). También refería al profeta Isaías: “¿de qué me sirven todos vuestros sacrificios? Estoy harto de holocausto de carnero y de grasa de becerros… Cuando extendéis la mano para orar, aparto mi vista; aunque hagáis muchas oraciones, no las escucho; pues tenéis las manos manchadas de sangre” (Is. 1,11.15) “el culto en si no garantiza la protección de Dios”27.

La tierra:
Esta tierra es la prometida, y porque la teníamos, Dios entonces si cumplía con lo que prometía. Pero es tierra y nada más; es signo de algo, no es alguien, y mucho menos Dios.
El hombre de hoy, es un ser que retrocedió al pasado para volver a ser un hombre mítico, que diviniza la tierra, la eleva y le rinde culto. Las hierbas "medicinales" de las que se habla, el culto a la pachamama, y otras variadas costumbres que para la cultura y costumbre de tal lugar no son malas en sí, pero cuando su fin es proclamar y manifestar la bondad y la grandiosidad del Creador en su obra 28, que de por si es buena (así lo dice el libro del Génesis). Pero cuando se las diviniza, el ser humano se convierte como el objeto al cual diviniza, es decir en tierra, en polvo, del cual el viento se encargará de desparramar; así lo proclamaron los profetas: dejaremos la tierra y seremos llevados al destierro. (Jr. 13,15-19)

Estos y otros tantos convencionalismos son solo algunos de los tantos que nos rodean en la actualidad. Y vemos así como estos medios que eran llamada de Dios que nos invitaba a caminar, se han convertido (no para todos) en "opresión en nombre de Dios, y en acomodo"29, del cual nos defendemos a veces de forma violenta cuando alguien nos denuncia con justa razón por ello.
Entonces, "ni la asistencia a misa, ni el rosario, ni la vela, ni la catedral bonita, ni la pascua, ni el agua bendita, ni la promesa, (ni la procesión del Milagro), nada puede por sí mismo, forzar y obligar a Dios. El que se agarra de esas cosas, se agarra a una proyección suya, que ya no es Dios, sino un mito que no existe"30.
Así es entonces, pues, como ahora podemos entender a Jesús, el de cómo fue tan duro con los escribas y fariseos. Al final del discurso dice que va a enviarles profetas, pero que ustedes lo mataran. Debemos de saber que Jesús era más que un profeta. La palabra profeta significa: el que habla en nombre de... (Dios). Y Jesús era el Verbo mismo hecho carne, la misma Palabra. Jesús no quería que nos escapáramos de la realidad "huyendo al mundo de la religión"31 como si fuera está realmente “opio del pueblo”. Bien lo dice St. Tomás de Aquino, que el religioso es aquel que le rinde culto a Dios en las cosas, en la realidad, en su creación (ver nota 7). Jesús rompió todos esos puentes humanos, pero él mismo se levanto en tierra para ser el único puente real que nos comunica con nuestro Padre Dios. Ilustrémonos con un ejemplo que nos da un gran estudioso en Biblia. Dirá él: "el amigo que ofrece su amistad, quiere que el otro confié, que no intente garantizarse los bienes de la amistad por unos medios escondidos. Junto a un amigo, el otro, para poder obtener el apoyo de la amistad, nunca tiene que apelar a los regalos que ya le hizo, sino que debe apelar simplemente a la amistad"32. Del mismo modo debe de sucederle al hombre para con Dios.
Esto es lo que nos pide hoy Jesús: que aprendamos a descubrir a Dios como presencia gratuita, que Él nos la da. Que confiemos que Él está ahí, a nuestro lado. Dios nos ofrece su amistad, pero también quiere que se le respete esa amistad, ¿cómo?: siendo profundamente amigos de Él, donde los regalos que Él nos hizo no los usemos como entradas para "comprar el cielo". Son "útiles, buenos y necesarios" cuando lo usamos como medios para llegar a nuestro fin último. "Dios siempre está más cerca por su amistad, que cualquier expresión de amistad"33. Nos decía también el teólogo que: "Esas cosas son buenas como hilos de teléfono, pero no contienen ni obligan a Aquél con el que hablo por teléfono. Este puede colgar. .. y dejar que siga hablando con el eco de mis deseos. Pero si son expresión de fe, entonces alcanzaran a Dios, y él no cuelga el teléfono"34.
Si estoy ante la presencia de Dios, Él sabrá que soy fiel, o al menos lo deseo y lo intento todos los días. Por eso Él me mirará y me dirá: “mmm, se me hace que voy tener que ayudarle, porque me está tomando en serio"35
"Jesucristo criticó a los fariseos y a los líderes religiosos. Del pueblo tuvo compasión, porque eran ovejas sin pastor"36. Pero he aquí, que nosotros no debemos de quedarnos en la compasión, sino que debemos de abrir los ojos y buscar de una vez por toda donde realmente está Dios. Si lo hacemos de corazón, Él no tardará en dejarse encontrar. Y aunque se haga un "poquito el interesado", lo hará siempre por amor, siempre con interés, porque nosotros somos su más grande interés, como Él lo tiene que ser para nosotros.



Notas y Referencia bibliográfica:

1. A CENCINI, "Vivere Reconciliati".
2._ St. TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II,q. 1. (El fin último del hombre)
3._ St. TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q. 12 (la intención)
4._ C. MESTERS, "Dios, ¿Dónde estás?".
5. St. TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q. 10 (la infidelidad en general)
6._ A VALDES, "¿Qué sabemos de la Biblia?" (artículo sobre si Jesús realmente descendió a los infiernos)
7. _ Extraído del "Tratado de la Religión" de St. Tomás de Aquino: "... la religión parece haber sido dicha de releer las cosas, que son del culto divino, porque se deben frecuentemente recapacitar en el corazón según estas palabras: en todas tus cosas, ten siempre presente al Él. (prov. 3,6)”, queriendo significar que en cada elemento de la creación, uno debe de rendir culto a Dios, por el hecho de que son vestigios de la obra del creador y que nos ayudan a conocerlo más a diario.
8, 9, 10, 11, Ibid, C. MESTERS.
12._ St. TOMAS DE AQUINO, S. Th. "Tratado de la bienaventuranza".
13._ C. MESTERS, "Dios, ¿dónde estás?".
14. Prólogo escrito al libro de W. Luypen "Fenomenología Existencial", "... la ciencia y la tecnología alientan la ilusión del hombre de que para él ya no hay distancia. Su mirada penetra cada vez con más profundidad en el pasado prehistórico del hombre y en los rincones más recónditos del universo. Y sin embargo, nunca el hombre se ha sentido tan sólo y abandonado en la tierra como en nuestro tiempo, nunca tan remoto y extraño de lo que lo rodea: vive sin hogar."
15._ Ibid, C. MESTERS.
16._ A. A. VALDES, "¿qué sabemos de la biblia? (artículo sobre si realmente está prohibido hacer imágenes).
17. _ Ibid, Mesters C.
18._ GERMAN JIMENEZ, apuntes de clase. (Introducción a la filosofía).
19, 20, 21, 22, _ Ibid, MESTERS.
23._ A de SAINT-EXUPÉRY, "El Principito" «... lo esencial es invisible a los ojos... ».
24._ JOSEPH RATZINGER, "Dios y el mundo" (una conversación con Peter Seewald).
25, 26, 27._ Items, C. MESTERS.
28._ SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, “Tratado de la religión”, q.96, art 4, (de las observancias supersticiosas).
29 al 36._ Ibid, MESTERS.

EL PADRE MISERICORDIOSO

COMENTARIO A LA PARÁBLA DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOLOGICA

Por DIEGO ORLANDO FLORES


Lc. 15,11-32

En todo pasaje bíblico que se ha de tomar, para su meditación espiritual e intelectual, se ha de tener siempre en cuenta un dato muy importante, a modo de método para una mejor comprensión del mismo, y este es: el descubrir el tema central sobre la cual gira toda la enseñanza, para que de tal forma se llegue a una profunda y acertada lectura y escucha de lo que El Maestro nos quiere enseñar. De este modo, nuestra actitud recíproca de oración con el Señor, será íntegra y sólida.
Esta parábola, que el Señor nos comparte, gira en torno a un único y profundo tema, al modo de un eje; y este es el de la "misericordia de Dios" para con nosotros, sus hijos (en comparación del padre para con sus dos hijos).
Se podría dar muchas definiciones acerca del concepto "misericordia", pero solo vamos a tomar una referencia, que la dio el doctor angélico, St. Tomás de Aquino. Dirá él que: " La palabra misericordia significa, efectivamente, tener el corazón compasivo por la miseria de otro ... Ahora bien, lo que nos entristece y hace sufrir es el mal que nos afecta a nosotros mismos, y en tanto nos entristecemos y sufrimos por la miseria ajena en cuanto la consideramos como nuestra".1
Tomo esta definición por el hecho de que solo un padre puede sentir tal tristeza y sufrimiento por el hijo que se le pierde, y al cual siempre le espera. (Por ello Jesús utiliza la palabra: compadeció). Así también la palabra "misericordia" está compuesta por: miseria, y corazón (en latín: miseri-cor), lo cual quiere decir que ante la miseria humana, le sigue el corazón de Dios para perdonar. Esto pone también de manifiesto la grandiosidad del Maestro al querer ilustrar a su pueblo con ejemplos claros, sencillos y sobre todo, reales.
Pero he aquí, que lo que se presenta como interesante y novedoso para comprender, es que no puede haber misericordia si no hay presencia manifiesta del mal en nuestro entorno, en el mundo en que vivimos.
La segunda mentira más grande que el hombre puede inferir es la de decir que "el mal no existe". Sería de ingenuo el de jactarse de vivir como si el mal no existiera, ó que fuera solo un evento pasajero que no afecta la integridad de mi persona. Es imposible ignorar el mal. Como bien lo dice A. Cencini: "... el mal forma parte de nosotros. Y porque lo es de este modo y no de otro, lo vivimos diariamente, en cualquiera de los estratos de la vida cotidiana, ya sea en lo “fisiológico, o en lo psicológico, o bien en lo moral, en donde se instala el mal por excelencia, a saber, el pecado"2. Pero es justamente aquí, en donde se hace presente el Padre Dios, ese Dios que constantemente auxilia a sus hijos que no dejan de caer. Y porque no dejamos de pecar, "Dios (es) = Misericordia", es decir el perdón-amor que fluye de continuo en nuestro interior vivir.



Habiendo planteado, a modo de introducción, la realidad del mal, es como pasaremos a comprobar ahora, desde una perspectiva psicológica, el cómo y el porqué de "la presencia de la gracia de Dios ante la experiencia del pecado en el hombre, sin violentar nunca la libertad de éste, y buscando en nosotros la apertura dócil de dejamos reconciliar con Él" (Dios). Para ello nos vamos a centrar en un personaje de esta parábola, a saber, la del "hijo mayor".
Nos cuenta Jesús que el hijo mayor no estaba presente cuando su hermano menor regresó y fue recibido por su padre. Al escuchar éste lo que le dijo el sirviente (acerca de la vuelta de su hermano y su posterior recibimiento), refirió tales palabras: "se enojó y no quiso entrar", y ante el ruego de su padre para que éste compartiera la alegría de haber recuperado a su hermano, el hijo mayor le recrimina su actitud y se justifica argumentando el haber sido justo durante todo su vida para con él (padre). Y he aquí el verdadero y angustiante problema que acusa a todo ser humano, a saber, el de no reconocerse como un pecador.

Al comienzo decíamos que convivimos con el mal, quizás de una manera extraña; y lo es así (cuando no tendría que serlo) por el hecho de que "cuando nos sentimos atraídos por el mal, tentados a cometer un pecado (cualquiera sea su índole), muchas veces, y hasta de manera inconsciente, no queremos reconocemos como débiles y limitados que somos; sutilmente hacemos uso de mil artimañas para no reconocer nuestras inclinaciones a caer en el pecado"3; lo percibimos (y esto con mucha claridad) y nos damos cuenta, pero, como si fuera una espina incrustada en nuestra frente (al cual todos de algún modo también lo perciben), nos la queremos quitar de encima, a esa impresión de haber cometido un error, como si nos fuera a deshonrar (aquí es donde se manifiesta la exaltación del orgullo personal, tratado en otra ocasión). Y porque no queremos ver, actuamos en el disimulo, y caemos siempre en el "fallo de identificar este acto (reacción) con una ilusión de creer que estamos en un camino progresivo y correcto de santidad."4 Pero he aquí, que esta pretensión ilusoria, tiene graves consecuencias.
Por este equívoco, es como se llega a reducirlo a su mínima expresión, como si solo fuera un acto involuntario. Tal justificación soberbia ("... soberbio es el que nada sabe... "), nos lleva a poder tomar dos posturas futuras: la primera es la de "declaramos pecadores, si, pero no lo hacemos en su totalidad, es decir con un sincero arrepentimiento de corazón y de mente. La otra es también en instancia primera el de sentirnos que hemos pecado, pero tal sentimiento (y como todo sentimiento que puede llevar a los extremos) nos hace sentirnos inútiles, incapaces de reaccionar, y por ende, el pecado termina por aplastamos con todo su peso descomunal. Es verdad que nos sentimos pecadores, pero lo hacemos con una profunda desilusión y frustración, que nos lleva a una depresión y nos desagrada sobre manera que otros sean mejores que nosotros"5. Y es esta última actitud con la cual se identificará el hijo mayor de la parábola.

El hijo mayor dijo: “... hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes". El no haber "desobedecido jamás", significa lo que se dijo en un principio, a saber, el de no sentirse pecador, el no reconocer y aceptar su tendencia a caer en el pecado. Decía un psicólogo que "muchas de nuestras tristezas, desalientos y pesimismos, se deben a un bajo índice de integración del mal". El "jamás desobedecí" del hijo mayor, es una mentira en el hombre; solo Jesucristo pudo llevar a cumplimiento esto.
Aquí el hijo mayor, sólo buscó proteger su estima personal (objetivo de los mecanismos de defensa psicológicos), aunque lo único que consiguió, como vemos en la parábola, es la de no responder a su persona (yo) con la sinceridad (sinceridad que es no es otra cosa aquí que una gracia de Dios). Y porque no fue sincero consigo mismo, tampoco lo pudo ser con su padre, a quien le miente. De ahí su posterior argumento, a saber, la de dejarse llevar por la fantasía de crear en uno la ilusión de ser justos, pero que en realidad, "lo priva de la experiencia más rica y apasionante que tuvo a su alcance, que es la misericordia de su padre” (Dios)6. Por eso Jesús no cierra allí el discurso, sino que concluye con las palabras del padre: ''Hijo mío,..”, para remarcar que Dios hasta el último instante de nuestro vivir, de nuestro arrepentimiento, nos obsequia el gran don de su corazón misericordioso (siendo el purgatorio la ultima gracia que Dios le concede al hombre para arrepentirse. Tema a ver en una posterior ocasión).

Cuando el mal, del cual no podemos ignorar, nos molesta y nos obstaculiza el camino de santidad, tiene mucho sentido integrarlo a nuestra vida (como lo hizo el hijo menor), que lo reconoció y lo aceptó; y porque lo aceptó, se supo perdonar. El perdonarse significa apertura de corazón, y solo en esa instancia es que se puede recibir el perdón de los demás (si me siento perdonado, desde Dios y conmigo mismo, solo recién puedo perdonar a los demás). Y porque el hijo pródigo se supo perdonar, preparó su discurso sincero de arrepentimiento; lo hizo porque identificó con precisión su error; por ello dijo: "Padre, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros" (aquí el "no ser llamado hijo tuyo", refiere a todos los pecados que el hombre puede cometer, es sus distintos aspectos: soberbia, envidia, orgullo, etc.).
Tal humillación se percibe, sólo cuando formamos en nosotros una "conciencia de pecado", que es muy distinto a un "sentimiento de pecado" del cual hemos de purificamos.

Finalmente, al sentirnos perdonados con nosotros, es donde entra en acción el amor de Dios, que hace posible que "el mal se transforme-transfigure, y así ocurre el gran milagro en el mundo, a saber, en donde el mal se convierte en ocasión de bien"7 (por eso la consecuencia inmediata de perdonar a los demás). Sólo en esta instancia se manifiesta el poder del amor de Dios. Y por eso que el hijo menor volvió, y su padre lo recibió.
Alguien dijo alguna vez que el hombre nunca es más grande que cuando se reconoce y acepta su pecado. Manifestación clara de esta expresión, fueron y siguen siendo aquellos hombres y mujeres que, honrados con los altares, son ejemplos de vida para nosotros. Cuantos más santos eran, mas pecadores se sentían. Esto sigue una lógica: así cuanto más uno se acerca al espejo, más imperfecto se percibe; del mismo modo ocurre en el santo, cuanto más se acerca a Dios, mas imperfecto se siente, a saber, ante la perfección divina. Hasta el mismo Pedro (apóstol), quién negó en varias ocasiones a su Señor, es, sin embargo, la piedra sobre la que se asienta la Iglesia. Pero no es cualquier piedra (en la cual no penetra el agua), sino que lo es en toda su humanidad pecadora, pero empapada de la misericordia de Dios.
Solo a Dios se le pudo haber ocurrido enviar a su Hijo a la tierra, no para los sanos, sino para los enfermos.


Referencia bibliográfica:

* SAN ISIDORO DE SEVILLA, "Etimología"
1._ SANTO TOMAS DE AQUINO, "Summa Theolgiae, II-II, q. 30, art. 1.
2._ A. CENCINI, Vivere reconciliatI.
3 al 7, Ibid.

martes, 10 de febrero de 2009

TERRORISMO DOCENTE


POR hUGO l. DAHER

Tranqui, tranqui,…es parecido a lo que piensas pero no exacto.

El docente es un actor social que no pasa desapercibido para nada. Lo podemos constatar desde las noticias diarias y desde la cotidianeidad de nuestros hijos en la escuela donde intentan “asimilar” y desarrollar el proceso de enseñanza aprendizaje.

Ahora bien, para saber si logró aprender o no, se deben realizar “mediciones” con ciertos criterios: ¿logró el alumno alcanzar las expectativas mínimas propuestas en el programa de enseñanza (currículo anual), coherentes con los contenidos mínimos de saberes que demanda la sociedad y que esta considera para que un alumno sea competente como ciudadano y trabajador? Esta evaluación se realiza durante todo el proceso en sus distintos niveles redefinidos por la nueva Ley Provincial de Educación: en el inicial, primaria, secundaria y superior (cronológicamente equivaldrían los dos primeros a la niñez, luego a la adolescencia y a la juventud cosa que no siempre coincide coherentemente ya que las etapa evolutivas están trastocadas: el niño no es tan niño, el adolescente lo es largamente y el joven de repente es un adulto en condiciones paupérrimas).

Bueno, ¿a qué viene toda esta introducción?. El docente maneja un tremendo poder delegado por el Estado (que es quién fija los Contenidos Básicos Curriculares): La acreditación del alumno, decir si llegó o no llegó, si sabe o no, si es competente o no a la medida de las ”exigencias sociales”, y aquí está el drama de siempre: el ejercicio del poder…

No pocas veces hemos experimentado, como alumnos o como padres de alumnos, la desazón y e injusticia frente al criterio de evaluación de algunos docentes, realmente de terror.

Analicemos el tema un poco a través de los distintos niveles educativos.
Quizás el inicial se salve en gran parte de este terror por la precariedad, lo básico y fundamental del aprendizaje. Aquí el horror viene por el lado de la desidia y el descuido de algunos.
En el nivel primario y secundario (ex EGB 1,2,3 y polimodal) se empiezan a sentir no pocas veces las garras de este terrorismo docente (sobre todo cuando se avanza en el nivel) ya sea por medio de una concepción “conductista”, o cuando no se hace contacto con el alumno (descontextualización) o sencillamente se acude a una postura cuasi- automática y por supuesto des-humanizante en la relación docente alumno. Es decir solo se evalúa desde el producto que se quiere lograr y en realidad hoy el alumnado está lejos de un perfil predeterminado de ciudadano y esto es un verdadero “indicador” de la incoherencia del sistema que pretende una calidad con materia prima y maquinarias en estados deplorables. La escuela está lejísima de lograr calidad educativa ya que tiene que lidiar fuertemente con la inclusión, la incontrolable variable situacional (entre otras cosas) provocando una insuficiencia en el proceso de enseñanza aprendizaje y por ende el rechazo de la demanda social del alumno y la consecuente frustración de este expresada en su desinterés por aprender.
Y así llegamos a los tumbos al nivel superior en el cual no pocas veces y desde su orgulloso y soberbio status es “exigente” al punto de subestimar tremendos esfuerzos por parte de los alumnos en su lucha por posicionarse mejor ante el futuro. Mentiroso argumento es la pretensión de un alto perfil profesional que se quiere obtener del alumno.

Esta situación aporta a los porcentajes de deserción en los distintos niveles: de los que comienzan por allá, en sus cinco añitos de vida, el título profesional será conseguido por el 10% , el secundario por un 30% y el mismo primario por un 85% más o menos y con generosidad. Claro, algunos responsables de estos pasos en el proceso de aprendizaje se lavan las manos echándose culpas mutuamente.

Aquí llegamos a la inflexión de la crítica al sistema educativo ¿Dónde está la falla? ¿En qué instante del proceso se produce? ¿En las decisiones políticas? ¿En los “pedagogos” con su lectura de la demanda social hacia la escuela? ¿En el docente con su didáctica ineficiente o con su vocación endeble? ¿En la incapacidad de los alumnos?

A decir verdad la cuestión es Salomónica. Desde el Estado, en todas sus formas, las decisiones políticas son venerables pero al mismo tiempo manchadas por la corrupción y la ineficiencia burocrática que terminan provocando daños muchas veces irreparables en generaciones enteras de Argentinos. Una justicia que se prende a este proceso demodelor con su obsecuencia a no se que poder. Un Ejecutivo rodeado de una atmósfera demagoga y autoritaria y una Cámara Legislativa poco representativa, ya que ejercer un acto libre para votar una ley significa un sufrimiento de parto. El sistema Republicano de nuestro País aún hace agua, tiene muchos parches y ataduras de alambre.

Algunos “Pedagogos” en su miopía realizan una lectura social fuertemente ambigua y esquizoide de la demanda. El sujeto de sistema escolar es el alumno y su objetivo es la formación plena e integral del alumno para ser feliz y no un mediocre, vagabundo o mendicante existencial. El sistema social, hoy por hoy alimenta una cultura ambiente que beneficia millonariamente a unos pocos y liquida despiadadamente a la mayoría. El Estado debería de apuntar a mejorar esta cultura ambiente si se dice defensor del pueblo y no alimentarla con la demanda social requerida al perfil de nuestros alumnos (¿inclusión social o cambio social?)

Muchos docentes en medio de sus desbordantes exigencias laborales (manera contemporánea de esclavitud) terminan con la vocación a la deriva cayendo en automatismos y autismos didácticos y muchas veces se ven desesperanzados y lo expresan en la cotidianeidad del “sálvese quién pueda” o en el mejor de los casos “salvemos a quién podamos y como podamos”. Pero todo esto no justifica la activación de potencias sádicas con los alumnos al momento de evaluar. El poder que maneja el docente (que no le es propio y que es importantísimo y mucho) es para edificarlo y no para destruirlo. Baste pensar en las exigentes carreras de la UNSa (carreras como Industrial, Contador o Lenguas) donde en nombre de la calidad se masacran estudiantes dia a dia. Realmente algunos docentes de esta “Alta Casa de Estudios” ejercen un especie de terrorismo Stanilista-Fundamentalista-Pedagógico.
No se quedan atrás en algunos Profesorados que en “nombre de la calidad profesional de los futuros docentes” tienen sus aulas vacías y su porcentaje de éxito ronda el 5% en el mejor de los casos.

Ahí está el abuso del poder siempre silbándonos al oído como el zumbido de una serpiente para confundirnos y hacernos creer que es buena la pseudo-exigencia en nombre de la calidad educativa, de la competencia social y hasta del perfil de Argento al que aspiramos. Finalmente, siempre las víctimas son los más débiles….El sistema y todos sus actores deben velar desde todos sus ámbitos por la persona del alumno todo lo demás acompaña o favorece la conquista del objetivo antes mencionado: la formación integral como un componente del camino hacia la felicidad de nuestros hijos.