martes, 5 de enero de 2010

NO CALLAR ANTE LA VERDAD

Autor: Manuel Cruz - 05/01/2010
Fuente: ideasclaras@ffastur.eu
Foto: del mismo boletin de dicha fuente.

El director de la oficina de informacion de la Comision Episcopal Española envia una carta al diario "El Mundo" en la que recuerda que "no pueden comulgar quienes apoyen publicamente una ley que no proteje de forma adecuada el derecho a la vida".

Cuando no se quiere reconocer la verdad, ya se sabe: se recurre a cualquier pretexto para eludirla, manipularla, falsearla o, simplemente, negarla. Es lo que sucede con la curiosa insistencia del presidente del Congreso, José Bono, en afirmar que se puede apoyar la ley del aborto sin trabas y ser católico e, incluso, desafiar a la Iglesia a la que dice pertenecer al confesar públicamente que ha comulgado varias veces después de dar su respaldo a una ley que va contra la doctrina católica.

Vaya por delante que el señor Bono puede hacer con su conciencia, sus creencias y sus afectos partidarios lo que le parezca oportuno, para eso es libre de asumir la responsabilidad que eso implica. Otra cosa muy diferente es considerar como veraces sus opiniones cuando tratan de poner en duda el magisterio de la Iglesia. Es lo que viene pretendiendo desde el momento en que la Iglesia advirtió públicamente a los políticos en general del grave pecado que cometería un católico –más en el caso de una notoria autoridad pública- si decide respaldar con su voto una ley que va contra la vida humana.

El pretexto argüido por José Bono es todo un montaje de hipocresía que a nadie puede engañar: puesto que, en cierta medida, parece admitir que ser católico y votar una ley nefanda puede ser incompatible, se sacó de la manga el argumento de que la nueva ley, llevada por su partido al Congreso del cual es presidente, es “mucho mejor” que la ley aún vigente porque disminuirá el número de abortos. Es como si afirmarse que en la oscuridad de la noche se ve mejor que con la luz del día... Si la ley de 1985 exigía tres supuestos muy concretos para poder abortar sin incurrir en delito, la nueva ley los elimina y deja a la mujer embarazada plena libertad para interrumpir su embarazo hasta la semana 14 de gestación, como si fuese un derecho. ¿Se mejora así la ley? Para el católico Bono parece ser que sí, lo mismo que a la feminista Bibiana Aido y al ideólogo de género Rodríguez Zapatero. Pero la falacia no cuela.

El señor Bono insiste, además, en otro engaño: acusar a la Iglesia de que no se puede ser católico y votar socialista, lo cual es un manifiesto ataque a la verdad. La Iglesia nunca ha dicho eso. Otra cosa es que el señor Bono haya asimilado de tal modo el aborto con la ideología socialista que considere ya inseparables ambos conceptos. ¿En este caso, qué significa para el señor Bono ser socialista? A juzgar por sus declaraciones, obviamente significa ser partidario del aborto como derecho. Y acaso, en cierto modo, puede que sea verdad aunque hay muchos socialistas que abominan del aborto.

La carta de Isidro Catela

El caso es que, después de que reiterase sus argumentos en una entrevista concedida al diario “El Mundo”, cuya línea editorial no rechaza precisamente el aborto, el director de la Oficina de Información de la CEE, Isidro Catela, se ha visto obligado a remitir al citado periódico una carta para que nadie se llame a engaño y en la cual se reitera la posición de la Iglesia en torno al aborto: La ley, afirma la carta en contra de lo que ha afirmado el señor Bono, supone "un serio retroceso en la protección de la vida de los que van a nacer"; niega que un político pueda invocar a su favor un fragmento de la encíclica "Evangelium vitae", y vuelve a aclarar que no pueden comulgar quienes apoyan "públicamente" o votan "una ley que no protege de forma adecuada el derecho a la vida de los que van a nacer".

La carta de Isidro Catela recuerda la 'Declaración sobre el Proyecto de Ley del Aborto de la Conferencia Episcopal que explica que dicho proyecto supone un serio retroceso en la protección de la vida de los que van a nacer. “Ante todo, porque el aborto pasa a ser tratado como un derecho de la mujer; pero también, porque entiende la salud –cuya puesta en peligro sería razón para abortar- como “bienestar social”, además de “físico y psíquico”; y porque impone en el sistema educativo la propaganda del aborto".

Como consecuencia, añade, "nadie que se atenga a los imperativos de la recta razón puede dar su apoyo a esta ley; los católicos, además, tampoco pueden hacerlo en virtud de la coherencia con la propia fe. En este caso no es posible invocar Evangelium vitae, según la cual un católico sólo puede votar una ley abortista cuando se trate de una norma que restrinja la injusticia de la legislación vigente, supuesto siempre que no se pueda hacer otra cosa y que conste públicamente que quien se ve obligado a actuar de esa forma es contrario a toda ley que no proteja adecuadamente el derecho inviolable a la vida de los que van a nacer".

Recuerda por último la carta que en 2004 la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América actuó de la misma manera que la española y "en varias ocasiones no fueron admitidas a la Sagrada Comunión, personas que públicamente habían dado su apoyo o su voto a una ley que no protegía de forma adecuada el derecho a la vida de los que van a nacer". La carta aclara, además, que las explicaciones anteriores obedecen a la "doctrina de la Iglesia sobre estas materias, válida en todo el mundo para cualquier católico con independencia de filiaciones políticas y sin mencionar, en ningún caso, a nadie en particular".

La obligación de no callar

La conclusión es simple: la Iglesia no puede callar ante unas declaraciones públicas que atentan contra su doctrina. Más aún: es su obligación dejar las cosas claras para que nadie se llame a engaño. Ni el señor Bono está capacitado para dar lecciones de moral a la Iglesia ni la Conferencia Episcopal puede dar por buena una actuación que incurre en grave pecado. Si el señor Bono ha comulgado después de las reconvenciones públicas recibidas una vez que ha apoyado la ley del aborto, debe saber que puede haber cometido un grave pecado, por mucho que su conciencia no le acuse de nada.

Pero, como él mismo suele decir, esta es una cuestión de conciencia. El pecado no es delito civil, pero si lo es moral. Ya sabemos, no obstante, que la moral socialista es el relativismo, el todovale, el hacer lo que apetezca cuando apetezca. Pero, por favor, que no alardee más de su catolicidad y deje de escandalizar con sus comuniones aunque sean con rosquillas.

Bono erre que erre