lunes, 21 de diciembre de 2009

CRUCIFIJO EN LA ESCUELA PÚBLICA


Autor: Josep Miró Ardévol
Fuente: ideasclaras@ffastur.eu
Foto: www.1350gramos.blgspot.com


Una reflexión sobre la presencia de crucifijo en la escuela pública: La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (y II)

Las dudas:

La sentencia también abre la puerta a numerosas dudas. Apuntemos algunas:

Leyendo los fundamentos, se deduce, por su lógica interna y sin forzarlos en absoluto, que puede darse la circunstancia opuesta a la que ha dado lugar el litigio. Sería el caso de un o unos padres de un centro público donde no hay ningún símbolo religioso que solicitaran la presencia de un crucifijo. Un escenario de este tipo podría realizarse bajo dos supuestos: El más favorable sería el que ningún alumno ni familia del resto de la clase se opusiese. En este caso parece lógico deducir que el centro estaría obligado a incorporar la cruz en el aula, puesto que, de no ser así, en el derecho a la educación moral y religiosa en el espacio público solo tendría cabida la de carácter laicista. También podría darse la circunstancia de que fuera otra expresión religiosa la que se pidiera que estuviera presente. Tal posibilidad no parece como deducible de la sentencia si dicho símbolo no está adscrito a nuestra tradición cultural.

Naturalmente, si existe oposición a la petición de la cruz, también por la lógica del fallo judicial prevaldría esta opinión. Esto nos conduce a un punto que no resulta admisible: el laicismo de la exclusión religiosa de una familia tendría el privilegio de actuar como una minoría de bloqueo.

Otra duda importante nace del hecho cultural y, dentro de él, el artístico. Es incuestionable que el crucifijo y otra simbología religiosa tienen un fuerte carácter de este tipo. ¿Es admisible la presencia de una reproducción del Cristo de Dalí, o de cualquier otra pieza indiscutible de la pintura o de las artes plásticas en general? Sería ilógico que en nombre de una ideología se negara tal posibilidad, porque por esta misma lógica se debería negar la presencia de la Biblia o del Nuevo Testamento en las bibliotecas públicas.

Las contradicciones:

De hecho, las dudas formuladas encierran ya contradicciones derivadas del doble papel religioso y cultural de la cruz, y también porque el hecho religioso en nuestra sociedad no puede quedar supeditado al laicismo o a la concepción iconoclasta en materia religiosa. En este sentido, esta sentencia es un avance pero debe ser profundizada y perfeccionada para conseguir un mejor equilibrio entre los distintos derechos en conflicto. Esta es una tarea pendiente e importante donde debería prevalecer la capacidad razonadora, la que nace de la fe y la que, dicen, surge de la modernidad.

Hay una contradicción flagrante precisamente derivada de otra sentencia de un tribunal de Murcia, que rechazó la petición de un padre de que se suprimiera el Belén de una escuela pública porque era contrario a la neutralidad religiosa. Los argumentos para rechazar esta petición estaban básicamente centrados en el significado de la tradición cultural. En definitiva, no todo el mundo que hace Belén se adscribe a una confesión religiosa o a una práctica (pero lo mismo se podría decir de quien utiliza la cruz como algo tan íntimo como un símbolo personal). Y la contradicción nace de este hecho. El hombre del que el Belén celebra su nacimiento es el mismo que el que está representado o simboliza el crucifijo, la cruz. ¿Tiene sentido aceptar su nacimiento y rechazar su muerte? ¿Cuál es su diferencia fundamental, y sobre todo cuál es su diferencia en el marco de nuestra tradición y cultura?

La actuación de los católicos y la Iglesia, la importancia del proyecto cultural y la estrategia:

De la información expuesta y de su análisis se deducen claramente dos hechos: El primero ya subrayado: estamos ante un avance; pero, el segundo nos dice que puede quedar en nada y al mismo tiempo pone de manifiesto la gran tarea por hacer.

Los católicos de este país han de llegar a la convicción profunda y actuar en consecuencia, la propia Iglesia ha de hacerlo: nadie nos dará nada hecho. Solo obtendremos, y aún con dificultades, el resultado de nuestro esfuerzo.

Para ser coherentes hay que empezar por la propia casa. Jesucristo debe volver a ser el centro de toda la escuela cristiana. Lo es en muchos, la mayoría, de centros, pero ha dejado de serlo en otros. Esta es una tarea que llama a la responsabilidad de los padres concernidos, de las congregaciones religiosas responsables y en último término del obispo del lugar.

No debemos encerrarnos en el reducto educativo. Es muy positivo que existan centros de ideario cristiano, pero esto no debe hacer olvidar la escuela pública, porque hay muchos padres que por las razones que sean llevan a ellas a sus hijos. Prestar atención a la escuela pública significa, primero asentar lo que ya está presente y en ocasiones no bien cuidado. Se trata de la clase de religión, por la que deben velar las autoridades episcopales para que goce de la libertad y la dignidad que la ley le confiere, y también para que sus contenidos sean los correctos. El apoyo a los maestros de religión es básico. Estos deberían ser una área privilegiada, un cuerpo de la Iglesia diocesana dotados de apoyo pastoral, técnico y jurídico, reconocidos como profesionales y con estabilidad en su puesto de trabajo. La clase de religión es una base importante decisiva que en algunas diócesis por falta de orden organizativo, por incapacidad profesional de los responsables de velar por ella, está en una situación penosa. En ocasiones los propios obispos encargan a sacerdotes tareas que requieren capacidades organizativas, ejecutivas y de conocimiento específico además de tiempo disponible por el simple hecho de ser sacerdotes, sin considerar si cumplen con todos los requisitos necesarios. No existen instancias de seguimiento de los resultados ni de la calidad de la enseñanza.

Es una tremenda contradicción abordar el debate del crucifijo en la escuela pública y al mismo tiempo dar por sentado que tal como están planteadas las cosas, las clases de religión cumplen plenamente con sus objetivos en toda España.

También debe darse la batalla del respeto pleno de los acuerdos firmados con la Santa Sede que afectan a los centros escolares y que van más allá de la asignatura de religión.

En último término, una vez más, se pone de relieve la importancia de que la Iglesia, los católicos, impulsen un proyecto cultural para el conjunto de la sociedad que muestre la belleza del cristianismo y pongan en valor sus contenidos. No puede ser que la persona a partir de la cual contamos las fechas de nuestro calendario no tenga una recepción mejor en nuestra sociedad. La responsabilidad es nuestra, siempre lo ha sido a lo largo de 2000 años.

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