viernes, 8 de enero de 2010

¿ES POSIBLE EDUCAR EN EL USO DE LA TV?

Entrevista a Mercedes Álvarez (autora del libro "Cómo sacar partido a la Televisión") publicada en Sontushijos.org.
La siguiente entrevista esta tomada del boletin: ideasclaras@ffasture.eu
Foto: www.cineenpunta.blogspot.com

Muchos padres se quejan de la televisión, no se fían de los contenidos de los programas, pero permiten que sus hijos vean demasiadas horas y, con frecuencia, dan la batalla por perdida.

¿Qué hacer cuando nuestros hijos nos echan en cara que los padres de sus amigos les dejan ver programas de todo tipo? ¿Es posible educar en un uso responsable de la televisión? ¿Cómo la usamos los adultos y qué ejemplo damos a los hijos? Éstas y otras preguntas parecidas tienen respuesta en el libro "Cómo sacar partido a la Televisión".

Arranca su último libro, Cómo sacar partido a la televisión (Ed. Rialp), con una afirmación que, en su pluma, parece toda una provocación: la televisión es un invento maravilloso. Entonces, ¿qué es lo que pasa, qué falla con la televisión?

Lo que falla es que no la tratamos como a un electrodoméstico más de la casa, de forma que a menudo nuestro ocio ¬sobre todo en el mundo infantil¬ gira en torno a la televisión. Con este libro pretendo ayudar a sacarle partido y aprovechar sus ventajas, al tiempo que educamos y formamos a nuestros hijos en cómo verla bien y sin abusar.

Para eso, lo primero será empezar por dar ejemplo...

El ejemplo de los padres es importantísimo para educar; si tus hijos ven que usas la tele con mesura, ellos también lo harán. Se acostumbrarán desde pequeños a seleccionar sólo lo que quieren ver.
A menudo se demoniza la televisión y sus contenidos cuando, en realidad, parece que debemos ser los adultos los que ejerzamos el control...

Yo repartiría la responsabilidad al 50%; por un lado, indudablemente somos los padres los que tenemos el poder de apagar o encender la tele, de dar o no al interruptor, de permitir que nuestros hijos vean según qué programas o no. Pero el otro 50% es de las cadenas, que tienen que responder ante los contenidos que emiten y sobre todo a qué hora los emiten. Porque a veces ponen barbaridades en el horario infantil y los niños se empapan de ellas...

Pero ¿por qué los padres no tienen ni idea de lo que ven sus hijos a esas horas?

Claro, debemos estar atentos para saber qué es lo que hay en el horario infantil. Pero al mismo tiempo, reclamar a las cadenas para que cumplan verdaderamente la ley y dejen de programar contenidos inadecuados en esa franja.
¿No caemos en el error de criticar demasiado los contenidos y menos el consumo abusivo?
No, claro, aunque la televisión fuera maravillosa y no hubiera nada de criticable en ella, ciertamente muchas veces el abuso es el problema: hay chavales que ven seis horas diarias la tele, y en ese tiempo no se relacionan, no juegan, no piensan.
Se habla mucho de niños y menos de los adultos y de cómo la tele puede provocar incomunicación en la pareja...

A veces nos encontramos que incluso en una pareja sin hijos la televisión forma parte inseparable de sus vidas, no pueden prescindir de ella. En el libro cuento el caso real de una teleadicta compulsiva que organizaba su vida en torno a la televisión. Estaba a merced de los culebrones y las series. Ni salía con los amigos ni nada. Es un caso límite, pero, ¿quién no se ha enganchado a una serie? Yo creo que todos. Ojo con estas cosas porque terminan con la vida social y con la vida de comunicación de la pareja, en la que cada cual tiene su tele y come con su bandejita delante de la pantalla. Parece que son casos aislados o exagerados pero son bastante normales.

¿Cuál es la tendencia de esta adicción a la tele?

Los jóvenes siguen viendo demasiada, pero no aumenta su adicción: para ellos lo primero es la música y salir con los amigos. El problema lo vemos sobre todo en los niños y en las personas mayores. En las residencias de ancianos, hospitales, la televisión está puesta permanentemente.
Pero es que para muchos ancianos la televisión es su ventana al mundo...
Sí, pero aunque sea una ventana al exterior atonta, no te permite reflexión ninguna, tus neuronas están quietas...

Usted propone que se vea la televisión, pero eligiendo de antemano qué es lo que se quiere ver y no que uno se trague lo que echen en ese momento.
Para ser un buen telespectador hay dos reglas de oro: ver poca televisión y bien seleccionada. Se trata de encender la televisión porque nos interesa algo en concreto, una película, una serie, un partido... Y después, siempre que sea posible, intentar verla en familia.

Consejos para impedir que la tele devore a nuestros hijos 

1. No dejar solos a los niños ante la tele y acordar con ellos el tiempo que le van a dedicar.
2. Impedir que enciendan el aparato cuando ellos quieran.
3. Evitar que esté encendida durante las comidas o mientras hacen los deberes.
4. No utilizarla como premio o como castigo.

LA TELEVISIÒN Y LOS NIÑOS


Autor: Por Bernabé Tierno
Fuente: ideasclaras@ffastur.eu
Foto: www.surcultural.info

Habitualmente, los medios de comunicación social nos ofrecen toda la información de cuanto sucede en el mundo entero. Compartimos con los demás seres humanos toda clase de suertes, desgracias, éxitos, catástrofes. Toda esta información también la reciben en mayor o menor medida los niños.

Es bueno estar informados, saber lo que pasa en el mundo, pero el problema radica en que estos medios se convierten sobre todo en medios de mentalización.

Diferentes vías

1. Vía afectiva, emotiva, cargada de fuertes pasiones. Por esta vía es fácil despertar e incrementar las conductas violentas, agresivas y pasionales presentando modelos que triunfan y a los que les resulta muy rentable tal comportamiento. En el caso concreto de los niños les queda claro, desde los primeros años, que lo que se hace y dice en la tele es bueno y recomendable. Ahí está el peligro.

2. Vía de los reflejos condicionados. Estamos llegando a una dependencia generalizada del consumismo sin freno. Hoy más que nunca la ética de la persona y las pautas de su conducta están siendo marcadas por la estética del consumo a causa de la televisión.

3. Vía subliminal. La fascinación de las imágenes, hechos y actividades que ofrece la pequeña pantalla actúan sobre los mecanismos que activan la conducta del sujeto, a espaldas suyas, sin percatarse de que está siendo moldeado (teledirigido) día a día, hasta sufrir una transformación total.

Alienación y dependencia

1. Por el mecanismo de proyección, el teleadicto se habitúa a descargar, atribuir o proyectar sobre los personajes cuyas acciones contempla sus propios conflictos, pasiones, odios, complejos, etc., de orden interno. Este mecanismo de defensa desconecta al sujeto de su propia realidad en la vida diaria, le incita a descargarse de responsabilidades y atribuir a los demás lo que no soporta admitir ni reconocer en sí mismo. Inutiliza a la persona para encarar los problemas.

2. Por el mecanismo de identificación, el sujeto escapa también de su propia realidad para meterse en el personaje ficticio con que se identifica, viviendo y sintiendo sus luchas, victorias, celos, placeres, infidelidades, conductas violentas, etc., que tenderá a imitar de manera inconsciente. Cada persona vivirá y sentirá la ficción de manera más o menos intensa según su edad.

Los niños son presa fácil de este mecanismo pues, muchas veces, no logran distinguir la ficción de la realidad.

Sabemos por estadísticas que nuestros niños pasan cada año frente al televisor unas 1.300-1.400 horas, mientras que las horas del colegio al año no llegan a mil. Esto significa que todo joven que llega a la mayoría de edad ha pasado frente a la pantalla de TV entre 20 y 25.000 horas.

Es evidente que no estamos ante algo sin importancia y tenemos que aprender todos a usar un medio tan poderoso. La TV es un potencial inmenso que puede enriquecer y ayudar muchísimo a aprender y saber muchas cosas en poco tiempo.

En este tiempo se encierran múltiples posibilidades de enriquecer la mente y el psiquismo humano.

Perjuicios y beneficios

En psicología infantil y juvenil se podrían lograr muchísimas cosas, como, por ejemplo, fomentar conductas sociales de cooperación y ayuda a los demás, de autocontrol, de esfuerzo y formación personal, etc. Ofreciendo modelos dignos de imitar por su atractivo y cuya conducta responsable, respetuosa y sacrificada por los demás fuera provechosa.

El problema es que la televisión no deje tiempo para el diálogo entre los esposos, para el de los hijos con los padres y para el de los hermanos entre sí.

Es evidente que la televisión corta de raíz la posibilidad de desarrollar otro tipo de actividades en todos los hogares: dialogar, leer, estudiar, escuchar música, jugar, reír y hasta dormir.

En definitiva son dos las consecuencias que están perjudicando más al niño y a la familia: la primera es la incomunicación. No hay tiempo para hablar de nada porque lo absorbe todo la tele. La segunda es que se está perjudicando el hábito de la lectura y está influyendo de manera muy directa en los resultados escolares.
Se ha demostrado que cuantas más horas pasa un niño frente el televisor, por término medio, menor es su rendimiento escolar y más posibilidades tiene de llegar a fracasar en el estudio.

Saber utilizarla

1. Lo primero que hay que hacer es aprender a prescindir de ella y apagarla cuando los programas o temas que desarrolla no sean de nuestro interés o el de nuestros hijos y no permitir que «nos organice la vida».
2. Aprovecharla para estimular el diálogo familiar comentando temas de interés y fomentar la actitud crítica.
3. No estar psíquicamente pasivo, sino activo. Un buen programa de TV estimula intelectualmente como el mejor de los libros.
4. Los contenidos de ciertos programas interesantes pueden servir de materia de trabajo para el estudio; inclusive para el colegio.
5. Hay que enseñar a «ver» anuncios y desenmascarar la manera en que pretenden convencer e influir al televidente para incitarlo a comprar. Esto gusta muchísimo a la mayoría de los niños.
6. Se puede fomentar la unión de la familia utilizando determinados programas para enjuiciarlos, analizarlos, criticarlos y valorarlos en común. Que hasta los más pequeños opinen y sean escuchados por todos.
7. Acompañar siempre que se pueda a los niños mientras están frente al televisor para enseñarles a tener una mente activa y crítica de cuanto ven. Que sepan comentar y valorar actitudes, gestos, conductas..., y no contemplar pasivamente.
8. No permitir que el niño vea la TV más de una hora diaria, en lugar de las tres horas que ve el niño español por término medio, y de las cuatro o cinco que suele ver el sábado y el domingo.
9. Ilusionarlo con actividades deportivas, reuniones con amigos, actividades al aire libre y otras para ir reduciendo el tiempo dedicado a la TV.
10. Convertirla en un instrumento valido en la formación del niño o del adolescente, a todos los niveles.

LA TELEVISION: NI ANGEL NI DEMONIO


Autor: Sandra Blanch Vidal
Fuente: ideasclaras@ffastur.eu
Foto: www.asusta2-com.ar

“Nada más llegar a casa ya empieza mi programa favorito. Mientras meriendo, podré verlo pero luego me mandarán a hacer los deberes. Les diré que tengo muy pocos, así termino rápido y veo los últimos episodios de los dibujos. Después, con un poco de suerte, estarán ocupados con sus cosas o haciendo la cena y no me llamarán la atención más que de pasada para que apague la tele. Después de cenar, me encantaría ver el capítulo de hoy de la serie de extraterrestres porque si no, mañana, no podré comentarlo con todos mis amigos. A ver como me las apaño para convencerles que me dejen un rato más”…

¿Por qué ven tanta televisión los niños?

A este aparato que preside nuestras salas de estar y cuyo uso no requiere esfuerzos físicos ni intelectuales, el promedio de los niños le destinan una media de más de 3 horas diarias y un 18% de ellos lo consideran la mejor opción de ocio. ¿Qué esperan u obtienen de ella para consagrarle tanta atención?

Los niños recurren a la televisión para satisfacer sus necesidades de distracción, reducir las tensiones y como medio de información. Pero sobre todo, los niños no buscan otras maneras de satisfacer estas mismas necesidades porque la televisión les es impuesta por el medio, porque no les queda otro remedio que convivir con ella. Está muy presente en el hogar, es tema recurrente de conversación con los amigos, y demasiadas veces es la única "niñera" o "compañía" que tienen. En la sociedad actual, el ver la televisión adquiere casi condición de hábito porque es una actividad que, en muchas ocasiones gracias a los mayores, está presente a cada instante de la vida familiar.

¿Qué efectos tiene la televisión en los niños? 

La televisión no es ni mucho menos, un aparato indeseable que debamos desterrar de nuestras vidas, pero debemos ser conscientes que la calidad de la programación se ha visto muy afectada por la carrera cada vez más despiadada de todas las cadenas para captar audiencia.

La televisión como un medio de entretener, divertir y sorprender le está ganando la partida, y con mucha ventaja, a la televisión como medio educativo o informativo. En los niños, sus efectos pueden ser muy negativos ya que todavía no han desarrollado un espíritu crítico y están absolutamente abiertos a todo conocimiento que les venga de fuera.

Son cada vez más los programas carentes de interés, sin ningún valor para el espectador y lo que es peor, transmisores de valores y conductas con las que en absoluto comulgamos sexismo, violencia, etc. Ofrecen modelos simbólicos relacionales entre personas, hacia las cosas materiales y hacia los valores que juegan un papel fundamental en el desarrollo emocional del niño, en la conformación de su conducta y en el de sus intereses y motivaciones. Estos modelos simbólicos no tienen porque ser siempre negativos pero numerosos estudios alertan que el alto contenido de violencia manifiesta o subliminal y de otros valores negativos en los programas contribuye a generar actitudes agresivas y a favorecer el descenso en la sensibilidad ante la violencia o la desgracia de niños y adolescentes.

Por otra parte, la publicidad, indisociable del simple hecho de ver la tele, vampiriza sobre todo a niños y adolescentes. Estos constituyen un objetivo mucho más vulnerable que los adultos porque muy a menudo engullen sus engañosos mensajes sin plantearse demasiadas cuestiones. La publicidad, que proyecta en sus inconscientes estereotipos sobre diversos aspectos socioculturales y que les da informaciones erróneas, acaba por imponerles falsas necesidades materiales o vitales y crearles ansiedades y frustraciones.

¿Qué debemos hacer los padres?

Autoridades e instituciones no han reaccionado con contundencia para poner fin a estos fenómenos que, por otra parte, son uno de los principales causantes del alto índice de "analfabetismo funcional" el que padecen aquellos que técnicamente saben leer y escribir pero que por falta de uso y costumbre, no saben aprovechar estos conocimientos. Somos nosotros los padres quiénes debemos supervisar qué uso hacen nuestros hijos de la televisión: limitar el tiempo que le dedican, seleccionar con sumo cuidado los programas que ven, y enseñarles a tener una actitud crítica frente a los contenidos de los programas.

Limitar el tiempo de televisión

Algunos pedagogos sugieren la cifra de diez horas semanales de televisión, como el máximo recomendable para nuestros hijos. Es muy razonable aunque pensamos que sois vosotros los más adecuados para reducir esta cifra, o bien ampliarla lo justo y siempre en función de la cantidad de tiempo libre que tenga vuestro hijo. Procurad que la televisión sea un pasatiempo más, no el único pasatiempo.

Si a vuestro hijo le encanta leer y jugar, no debe preocuparos demasiado que también le fascine la tele. En cambio, intentad restringir al máximo su visión y motivarle con otras cosas si sucede lo contrario.

Preguntémonos también qué ejemplo les estamos dando si en nuestra casa la televisión permanece enchufada durante horas y horas. Es muy habitual en algunos hogares que, incluso en los fines de semana, la tele esté encendida desde primera hora de la mañana. Incluso en las comidas, muy a menudo, la tele funciona sin que nadie le preste verdadera atención y entorpeciendo la charla familiar.

Enseñémosles a vivir sin ese ruido de fondo, evitemos que la televisión se convierta en un elemento central de la vida cotidiana en casa. Démosle importancia cuando un programa concreto nos interese, pero no como banda sonora y visual de nuestro día a día.

Tampoco debemos caer en la tentación de convertirla en un improvisado y efectivo "canguro" de nuestros hijos. Si no podemos ocuparnos de ellos durante algún rato porque tenemos trabajo, seguro que encontraremos actividades mucho más constructivas e interesantes para ellos que dejarlos delante de la tele. Seleccionemos los programas que ven

No todo programa infantil es bueno

Es de dominio más que público que la "programación infantil" se emite en una franja horaria muy concreta y que, fuera de esa franja, todo lo que se emite son programas dirigidos a personas adultas. Sin embargo, eso no nos exime de cierto control ya que no toda la programación infantil es deseable o educativa. Hemos apreciado cómo los programas destinados a niños caían a veces en el error de gustar a cualquier precio. Ese precio puede ser alto: el renunciar completamente a un objetivo pedagógico, el olvidar los valores a transmitir y el caer en un humor grosero, desagradable y muy poco apropiado para niños.

Por otra parte, en la franja de horario de los adultos, podemos a veces, encontrar programas muy susceptibles de gustarles y con un alto contenido educativo: documentales, películas que ya conocemos…
Acordémonos también del invento del vídeo. Estemos atentos para grabarles emisiones que valgan la pena y que puedan ver en momentos en los que la programación no ofrece nada conveniente.

Desarrollemos su espíritu crítico 

La televisión muestra, reproduce y vende unos sistemas de valores que en pocas ocasiones se ajustarán a los que nosotros propugnamos. Ahí tenemos los padres un papel fundamental. No podemos obligarles a volverse de espaldas a la televisión por "aparato subversivo", pero sí podemos intentar que sean televidentes críticos y conscientes de lo que les está ofreciendo esa "caja mágica". Si les enseñamos desde un buen principio que no todo lo que vemos por la tele es realidad, si les explicamos por qué la información que nos brinda es siempre parcial, si nos sentamos con ellos a ver la tele y comentamos los contenidos de los programas, les ayudaremos a convertirse en telespectadores activos, capaces de cuestionar o de opinar sobre los mensajes recibidos.

Hagamos pues un uso racional de la televisión. Aprovechemos sus incontables ventajas pero tomemos conciencia de los efectos que puede tener sobre todo en niños y adolescentes. Evitemos que se convierta en un animal de tentáculos que les capture, hipnotice y anule sus demás intereses y su capacidad crítica. ¡Está en nuestras manos!

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