miércoles, 10 de diciembre de 2008

LA GRACIA EN EL NUEVO TESTAMENTO

El presente informe, es un trabajo realizado en el profesorado de Ciencias Sagradas, R. Tavella, cuyos profesores de la cátedra de Teología Moral Fundamental, son: Dr. Julio Raúl Méndez. Y la Prof/a. Silvia Peralta Díaz.

EL grupo para tal exposición del tema: LA GRACIA EN EL NUEVO TESTAMENTO, lo conformaron: Hna. Lucia Bonifacio, Hna. Laura Daher, Ángel Sarapura, y Diego Flores.


Como es sabido en tiempos de Jesús, el contexto que predominaba en su entorno era el tema de la observancia de la Ley de Dios. Para los judíos era tan importante la Ley, porque en la misma se manifestaba la voluntad de Dios. Sin embargo ese “hacer la voluntad de Dios, expresada en la Ley mosáica, no bastaba para la salvación”. Recordemos que se dijo más de una vez que “no se es cristiano sin los diez mandamientos, pero tampoco se es cristiano solo con los diez mandamientos”. Tal aspecto lo podemos recordar bien en la historia del joven rico del evangelio (Mt. 19,16-22). En tal pasaje de la biblia, el autor sagrado nos deja una hermosa enseñanza a través de un juego de palabras que pone en labios de Jesús. Veamos.

En esa historia del joven rico encontramos que al preguntarle al Maestro “que obra buena debe de hacer para conseguir la Vida Eterna”, el Señor le responde que debe de cumplir (o guardar) los mandamientos, y seguidamente le nombra algunos de ellos. A esto, el joven rico le dice, como si estuviera justificándose por lo bien que hace, que todo eso lo ha cumplido, y se anima a preguntarle: “¿Qué me queda por hacer?”, a lo que Jesús le pide que venda todo lo que tiene y que luego lo siga, si quiere ser perfecto. Pero el joven se retiró muy triste porque poseía muchos bienes.

Ahora, resulta interesante que en esta tradición escrita encontramos en dos ocasiones el verbo “cumplir o guardar”, el primero se encuentra en el versículo 17 (“cumple los mandamientos”), y el segundo en el versículo 20 (“todo eso lo he cumplido”). Ahora bien, tales expresiones en el original griego son dos verbos diferentes, cuyo significado hace cambiar el sentido de lo que pidió Jesús y lo que contesto el joven. Analizando el texto podemos ver que cuando Jesús dice en el vs. 17 “guarda”, el verbo en griego es θέλεις (zeleis, zeleo) que es un verbo en modo imperativo que indica una observancia en el cumplimiento, pero de corazón, es decir tanto exterior (el haberlos conocidos) como interior (que los haya cumplido). Y recordemos que “el corazón en el A.T. era el nucleó desde donde la persona decide su vida”, “el corazón es la sede de los pensamientos ocultos, las intenciones más profundas del hombre hebreo”. Pero cuando el joven responde en el vs 20 “yo lo he guardado”, emplea el verbo ἐφυλαξάμην (efulaxamen), que significa un cumplir, un guardar, pero solo de modo intelectual, no indicando en absoluto que el joven lo estaba o lo estuvo cumpliendo, por lo tanto lo que esta contestando a Jesús es que él ya los conocía.

Es decir, que triste que el joven nunca había cumplido ni siquiera el primer mandamiento. Poseía muchos bienes y por eso se retiró triste, porque de un modo inminente tenía el mal ante sí, poseía muchos bienes y lo tenía como algo primordial en su vida. Y recordemos que Jesús dijo una vez que: “no se puede servir a dos señores (Dios y el dinero). El joven rico tenía al dinero por encima de Dios. Ese era su primer mandamiento.

Ante todo lo dicho, nos señala J. L. Ruiz de la Peña, que “la entrada en el reino ha de ir precedida por un proceso articulado que consiste en tres momentos: llamamiento – despojamiento – seguimiento. Ahora, fue así como Jesús se presentó ante el joven rico: Jesús lo llamo a cumplir los mandamientos, luego le propuso que dejara sus bienes (despojamiento), y finalmente lo llamo a seguirlo.

Las parábolas de Jesús son claros reflejos de la gracia divina que viene de Dios en auxilio del hombre debilitado por la exigencia de la ley que no lo justifica interiormente sino que lo enorgullece exteriormente1.
El joven rico no pudo cumplir el segundo y el tercer paso, porque ni siquiera se adhirió al primero, el cual exige una mirada y adhesión desde la fe para con Dios por Jesucristo, que implica a su vez un seguimiento desde la confianza en el Padre Misericordioso (como lo experimentó el hermano menor que recapacitó, y confió en el perdón de su padre). Por eso Jesucristo le dice anteriormente “¿Cómo me preguntas acerca de los que es bueno? Uno solo es el Bueno”2, haciendo referencia a Dios Padre, que seguramente el joven rico sabia de él, pero no lo conocía como Alguien sino como algo, y por lo tanto no le inspiraba confianza, más bien su algo (dinero) le ofrecía el bien que él andaba buscando.

Las parábolas del Señor, muestran una exigencia: tomar la cruz de Cristo y seguirlo; implica un llamado, dar una respuesta inmediata. Ahora, la respuesta, como acto de responsabilidad de su propio obrar, implica a su vez necesariamente la libertad del hombre. Pero sabemos que la libertad es tal, en cuanto cumple con su contenido, que no es otro que llevarnos a Dios. Y “Cristo nos libertó para la libertad”, es como se entiende que la vocación del cristiano, es por lo tanto un “ser llamado a la libertad” (Gal. 5,1.13) El joven rico era esclavo del dinero, por eso no pudo liberarse en la Libertad que tenia frente suyo (“y la verdad nos liberará” Jn. 8,32). Aceptar la vida de Cristo en nosotros no es otra cosa que la participación en la vida de Dios, “una acción de Dios desde nuestro interior…”. Y esto no es otra cosa que la gracia divina.

Así también lo entendía S. Pablo, la gracia como un don liberador que transforma la naturaleza humana para que así participar en la vida de Dios, que es Padre antes que cualquier otro título que le atribuyamos (“…uno solo es el Bueno…). Y tal participación es obra de Dios; por eso la justificación, la gracia; es un regaló mas que creó Dios por el amor que nos tiene. Es Él quien nos bendice siempre y en primer lugar (bendición descendente).
Y si bien es cierto que el joven rico es el que pregunta primero a Jesús por lo que debe de hacer, sin embargo es Jesús quien toma la iniciativa para invitarlo a seguir al Padre por medio de Él. “Jesús obra así porque así es como obra el Padre”. Dios no nos va a dar ninguna razón o explicación del por qué nos llama, del por qué quiso inhabitar en nosotros. Somos nosotros los recibidos en la vida de Dios. Nuestro Padre actúa y realiza en nosotros la fuerza que nos llevara a realizarnos como persona3. “…la gracia de la justificación por la fe consiste en un vivir Cristo en nosotros…”, como lo dice Ruiz de la Peña. Es Cristo el que se dona con su vida, para que nosotros nos donemos a los demás como el Maestro nos enseño. “Jesús no se limitó a proclamar la paternidad misericordiosa de Dios, sino que ha ajustado su conducta a esta proclamación4. A las palabras se suman las acciones…”, y esto se ratifica en su predilección por los pecadores.
Es por esto que la vida de la gracia que nos ha regalado Dios en Jesús, también exige una respuesta concreta que implica primeramente una conversión de corazón, para una posterior adhesión a la vida de la gracia, a través de los actos concretos. Por eso es que por la gracia, se puede comenzar el camino del réditus: “el retorno del hombre a Dios, que se realiza por una inmersión, de una entrada del hombre a Dios”. Es como una atracción entre el hombre, querido por Dios a la que no se puede separar.

La gracia como la participación5 del hombre en la vida divina, la podemos encontrar en la parábola del Padre misericordioso, a la cual la podemos llamar la del: “joven pobre”, en comparación con la historia del joven rico que ya hemos comprendido; y digo “joven pobre” porque sólo a los pobres y humildes de corazón les pertenece el reino de los cielos. En cambio al final del relato del joven rico, Jesús dijo cuán difícil es para un rico entrar al reino de los cielos.
La gracia, la venida de Dios como presencia viva dentro de nosotros, la podemos vivenciar en el siguiente pasaje bíblico:

“Cuando estaba lejos todavía, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo beso” (Lc. 15,20b).

Dios vive en nosotros; nos queda a nosotros vivir para Dios.


_________

Notas (Conferidas por Lucio Francisco Ajaya)

1_ Sobre este punto hay que ser cuidadoso. La Ley para Jesús no tenía un sentido peyorativo. Al contrario Él anuncia su plenitud con plena autoridad: “ustedes oyeron que se dijo”, “ahora YO les digo”. “No viene a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento” “Ni una “i”, ni una coma….”La falta radicaba en el modo del cumplimiento, basado en preceptos elaborados por tradiciones humanas, cuyo gran número, más que hombres no justificados interiormente, causó hombres frustrados: ¿quién puede cumplir tantas normas? Además, la justificación era un derecho y nunca un don de Dios, puesto que se lograba por el cumplimiento observante de la Ley. En este esquema legalista, Dios le debe al hombre la justificación. En todo caso la Gracia le hace descubrir la Plenitud de la Ley, que es una Persona Divina: Jesucristo. Por eso se habla del tiempo bajo la Ley, bajo la Gracia.
En San Pablo, la interpretación es distinta, puesto que someterse a la Ley es hacerse judío y no aceptar la fe en Cristo Jesús, que es en definitiva lo que justifica. Por ello el apóstol lucha contra la Ley, porque los judaizantes interpretaban que primero se es judío y luego cristiano para ser justificado. Por eso ya no es la Ley, ni las obras lo que justifica, es la Fe en Cristo Jesús, el Señor.

2_ Es apropiado citar también la exégesis de Juan Pablo II en Veritatis Splendor. Dios es la única fuente de Bondad; Sólo en Él tienen respuestas los cuestionamientos más profundos sobre la moral.

3_ Es importante citar a S. Agustín, el Doctor de la Gracia. Afirma que hay un initio Fidei, que implica el momento anterior a volver a Dios. Eso ya es Gracia…

4_ Sobre esto existe una interpretación interesante: De Jesús se sabe más por la praxis, que por la doctrina que pudo haber transmitido, ya que los discípulos comprendieron más de su persona estando con Él...viéndolo rezar, viéndolo curar, conversando frente a frente...teniendo contacto....la doctrina corona el vivir...En este caso...la verdad es corolario de una forma de vida....
Otra interpretación afirma que el Señor, dentro de su Magisterio incorporó las enseñanzas (dimensión profética) y la praxis (los milagros que confirmaban sus palabras).

5_ Por la Gracia somos como la cuarta persona de la Trinidad.


BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:

• JUAN LUIS RUIZ de la PEÑA, Antropología teológica especial, Capítulo 6: la gracia en el Nuevo Testamento, SAL TERRAE, Santander, (2° edición).
• J.R. MÉNDEZ, Teología Moral Fundamental, apuntes de clase, 2008.
• CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.
• BIBLIA “PUEBLO DE DIOS”.

Bibliografía complementaria:

• BIBLIA EN GRIEGO “KOINÉ”.
• ANÁLISIS DEL VERBO “GUARDAR”, Anónimo.
GERMÁN JIMENEZ, Introducción a la filosofía, apuntes de clase, 2007

MUTILACIONES

Por Hugo Luis Daher

La izquierda lejana del pueblo y cercana a la dialéctica Marxista (ideología marchita del siglo XIX y afilada en el siglo XXI para machetear la persona humana) es formadora de un perfil de gentes a medias: medio ignorantes, incompletas, media tontona, faltándole algo; dimensiones que creen completar, llenar, “plenificando” a la gente común, gente de mi pueblo con la doctrina de este o aquel profeta secular ¿Qué pregonan aquellos que intentan mutilar al hombre? ¡Ojala fueran muchos los socialistas aggiornados, actualizados! como aquellos que creen en una visión antropológica íntegra, plena, completa de la persona humana.

Así, estos constructores del paraíso material o del paraíso de bienestar o del paraíso tecnológico, andan haciendo fuerza por quitarle al hombre (si es posible) su Dios, o su tradición familiar, o sus raíces nacionales, o su sexo e inclusive su misma vida y cada vez más frecuentemente antes de nacer.

Ahí están estos sabios de la felicidad, ocupando no pocos e importantes puestos en la política, en la administración pública, en algunas Universidades, en muchos medios de comunicación, confundiendo la Verdad con verdades, a Dios con dioses y poniéndose ellos mismos como estas verdades y como estos dioses.

Así, siendo confesos de una doctrina filosófica-ideológica creen poseer la facultad de anatematizar a los que piensan marcadamente diferente, ya sean de derecha, de la misma izquierda, del centro, conservadores o confesos.

Si podrían, mandarían al paredón o sencillamente fusilarían a los que piensan diferente como sucedió en la España Franquista, o en la Alemania Nazi, o en la Italia del Duce, o en la URRSS Bolchevique, o en la México laicista de principio del siglo XX. O como sucede ahora en países como China, India o en algunos Estados Africanos. Intolerancia ideológica, intolerancia fundamentalista pseudos religiosa, asesinos sueltos y sin escrúpulos ¡Dios nos libre!

Y muchos de estos quieren evitar el nacimiento de nuestros niños, o la formación religiosa escolar, o la identidad sexual natural (entre otras cosas) para dar paso a no se que forma de vida.

El Espíritu y el pensamiento religioso siempre predicó desde sus raíces la realización íntegra de la persona humana en sí misma y en su contexto vital: la sociedad. Enseñó y enseña la Paz, la Justicia, la Libertad, la Bienaventura.

El mismo concepto de persona y los consecuentes derechos humanos, que se van descubriendo universalmente en la historia del hombre, son una herencia bien habida que tienen su origen en las enseñanzas del gran Maestro Jesús de Nazaret, cúlmen y máxima expresión de las religiones monoteístas más importantes, las que así como se encuentran en un mismo origen se han de encontrar íntimamente unidas al final de sus caminos.

Por esto, en vez de extirpar órganos vitales de la persona humana, hay que discernir lo que realmente le hace mal para transformarlo en bien. Entonces la vida será Vida, lo natural se ubicará en su lugar, la creatividad del hombre estará a su servicio (y no autodestruyéndolo), el conocimiento dará luz y las conductas armonizarán las relaciones sociales.

jueves, 4 de diciembre de 2008

LA VIGILANCIA, VIRTUD PROPIA DEL ADVIENTO



por Mons. Juan José Asenjo Pelegrina


Escrito por Ecclesia Digital - http://www.revistaecclesia.com/
martes, 25 de noviembre de 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos en este domingo el tiempo de Adviento, que nos prepara para recordar la primera venida del Señor y nos dispone para acogerle en nuestros corazones en la nueva venida que cada año actualiza místicamente la liturgia.
La Iglesia nos invita además a dilatar la mirada: el Señor que vino hace dos mil años, que viene de nuevo a nosotros en Navidad, vendrá glorioso como juez al final de los tiempos. Por ello, el tiempo de Adviento y toda la vida del cristiano es tiempo de alegre esperanza. Es tiempo también de vigilancia, a la que nos insta el evangelio de los últimos domingos del año litúrgico y también el de este domingo primero de Adviento con las parábolas de las vírgenes prudentes y los criados vigilantes.

La vigilancia no es vivir bajo el temor de un Dios justiciero y vengativo que está esperando nuestros errores o pecados para castigarnos. Esta actitud de desconfianza y temor ante Dios y el mundo, sólo engendra personas obsesivas y escrupulosas, que piensan que Dios es un ser predispuesto contra el hombre, quien debe ganarse su salvación con sus solas fuerzas y luchando contra enormes imponderables.

La vigilancia cristiana es una actitud positiva que tiene como base el optimismo sobrenatural de sabernos hijos de un Dios que es Padre, que quiere nuestra salvación y nuestra felicidad y que nos da los medios para alcanzarla. Es concebir la vida cristiana como una respuesta amorosa a un Dios que nos ama, que es fiel a sus promesas y que espera nuestra fidelidad con la ayuda de su gracia.

La actitud de vigilancia debe matizar toda la vida del cristiano, para saber distinguir los valores auténticos de los aparentes. Los medios de comunicación social, en muchos casos difunden modos de pensar y de actuar que nada tienen que ver con los auténticos valores humanos y cristianos. En demasiadas ocasiones canonizan formas de comportamiento ajenas al espíritu cristiano. Se impone, pues, una actitud crítica ante lo que vemos, escuchamos o leemos y una independencia de criterio ante los mensajes contrarios al Evangelio con que, de forma directa o indirecta, nos agreden los medios de comunicación. Esta actitud crítica muchas veces nos deberá llevar a apagar el televisor o no encenderlo, para que no nos arrollen los criterios paganos e, incluso, anticristianos, que en ocasiones los medios nos brindan.

La vigilancia es también necesaria para que no debilite nuestra conciencia moral, para conservar una conciencia recta, que distingue el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo recto de lo torcido. De lo contrario, la conciencia puede endurecerse hasta perder el sentido moral, el sentido del pecado, un peligro real para los cristianos de hoy. La vigilancia cristiana nos debe ayudar a poner los medios para conservar la rectitud moral: la confesión frecuente, precedida de un examen sincero de conciencia, y el examen de conciencia diario para ponderar nuestra fidelidad al Señor, son la mejor garantía para mantener la tensión moral y la delicadeza de conciencia.

Es necesaria también la vigilancia ante los posibles peligros que pueden debilitar nuestra fe o nuestra vida cristiana. El cristiano no puede vivir en una atmósfera permanente de temor, porque cuenta con la ayuda de la gracia de Dios, pero tampoco ha de ser un atolondrado, ni creerse invulnerable ante las tentaciones del demonio. Ha de vivir su vida cristiana con responsabilidad y sabiduría, para descubrir los peligros que ponen en riesgo nuestra fe y, sobre todo, el mayor tesoro del cristiano, la vida de la gracia, que es comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, que vive en nosotros y nos da testimonio de que somos hijos de Dios. La vida de la gracia es ya en este mundo prenda y anticipo de la vida de la gloria, a la que Dios nos tiene destinados.

Para vivir la esperanza cristiana en la salvación definitiva no hay mejor camino que tomar en serio el momento presente en función de los acontecimientos finales, pues nuestro fin será como haya sido nuestra vida. Si cada día tratamos de ser fieles a Dios en nuestro propio estado y circunstancias, viviremos vigilantes y estaremos preparados para "el día y la hora" de que nos habla el Señor en el evangelio de estos días. Este es el estilo de los amigos de Dios, los santos. De este modo no consideraremos la muerte como una tragedia, sino que la esperaremos con la paz y la alegría de quienes se preparan para el abrazo definitivo con el Señor.

Que sea Él quien aliente nuestra vigilancia con su custodia fuerte y amorosa, pues como nos dice el salmo 127,1, "Si el Señor no guarda la ciudad en vano vigilan los centinelas". Que la Santísima Virgen, a la que todos los días decimos muchas veces "ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte", nos cuide y proteja ahora y en los momentos finales de nuestra vida.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. + Juan José Asenjo Pelegrina Obispo de Córdoba

sábado, 22 de noviembre de 2008

Oración de Santo Tomás para antes del estudio




Creador inefable, que de los tesoros de tu sabiduría formaste tres jerarquías de ángeles y con maravilloso orden las colocaste sobre el cielo empíreo, y distribuiste las partes del universo con suma elegancia.

Tú que eres la verdadera fuente de luz y sabiduría, y el soberano principio, dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento un rayo de tu claridad, apartando de mí la doble oscuridad en que he nacido: el pecado y la ignorancia. Tú, que haces elocuentes las lenguas de los niños, instruye mi lengua e infunde en mis labios la gracia de tu bendición.

Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facilidad para aprender, sutileza para interpretar, y gracia copiosa para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al terminar.
Amén.

Carta Solidaria de nuestros hermanos en Cristo, de España

SALTA (Argentina)

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Asunto: SOBRE LA ENSEÑANZA DE RELIGIÓN EN LOS CENTROS DOCENTES.

Querido amigo Diego:
Recibes un saludo muy cordial. Rezamos por vosotros y por vuestras acciones a favor y en defensa de mantenimiento de la enseñanza religiosa en los centros docentes. Es un tema que también aquí en España lo estamos sufriendo, especialmente con los profesores de religión, y la reducción de los horarios para esta asignatura, que ha quedado relegada, fuera del “curriculum” escolar, en el que están todas las demás asignaturas excepto la religión.

Ello es consecuencia, de uno de los grandes temas de debate cultural y político en Europa y en diversos países de América y Asia, como es la «laicidad» un tema que va cobrando fuerza y que es necesario abordarlo a través de una reflexión serena con el fin de convertir el problema en una oportunidad histórica para articular la convivencia de una sociedad que es plural y diversa. Tenemos que crear una cultura del diálogo para que nuestro pluralismo ideológico, moral y religioso nos enriquezca a todos.

Todos los cristianos junto con la Iglesia Católica y otras confesiones, están reclamando en los países de mayoría musulmana, donde el cristianismo es perseguido un Estado laico. Por ello, no nos debe extrañar, que personas de otras religiones o que no tengan ninguna, reclamen también en países de mayoría católica o cristiana un Estado laico.

Efectivamente para que una nación pueda ser plural tiene que ser laica, pero ello no significa que la religión tenga que desaparecer de la vida pública. La laicidad se concibe como una cultura de la cooperación de sujetos e instituciones que renuncian a imponer su hegemonía, se esfuerzan en aprender unos de otros y buscan colaborar en acciones para el bien común del país.

Todos tenemos que aprender a ser laicos, pues los terribles acontecimientos de nuestra torturada historia, tanto en Argentina como en España, no nos lo han permitido. El aprendizaje de la laicidad es una de las asignaturas pendientes en nuestra democracia. Debemos adiestrarnos en el arte de vivir juntos los diversos y por eso necesitamos construir alianzas de culturas cívicas.

Para algunos sectores de la Iglesia esta situación del secularismo, está producido por la actuación de unos grupos ideológicos que tienen la voluntad de construir la vida social de espaldas a Dios y que la tarea de la Iglesia consiste en combatir a esos grupos. Nosotros creemos que, aún siendo verdad que existen grupos sociales secularistas, el problema real está en otro sitio: lo que produce el secularismo es el sistema social en el que vivimos. Ese es el problema importante que hay que afrontar y la forma de afrontarlo ha de ser, por fidelidad al Evangelio de Jesucristo, la solidaridad con los empobrecidos y la lucha por la justicia.


Porque vivimos una realidad que es compleja y de la que solo te enumero, algunos rasgos de como es el contexto social y eclesial que nosotros aquí en España también sufrimos:

1. Vivimos una sociedad en la que se ha debilitado profundamente la lucha por la justicia y en la
que se considera poco relevante lo que ocurre en el mundo obrero y en los empobrecidos.
2. Una sociedad de la que se ha enseñoreado una forma de vida social, la capitalista.
3. Que genera, entre otras cosas, una situación de sufrimiento y deshumanización en el mundo
obrero y en los empobrecidos.
4. Así como una profunda debilidad y deformación de lo político como instrumento para
construir la vida social a la medida del ser humano.
5. Pero, sobre todo, una cultura que genera una imagen deformada del ser humano.
6. La Iglesia, por las dificultades que genera este contexto social, especialmente la cultura en él
dominante, y por los propios errores e incoherencias, no estamos sabiendo responder
evangélicamente a esta situación.

Quedamos a tu disposición y recibes nuestro abrazo fraternal en Jesús Obrero.

¡Hasta mañana en el Altar!

Eduardo Soto Bordoy
c/ La Plaza, 22
11510 PUERTO REAL (Cádiz - España)

viernes, 21 de noviembre de 2008

DECLARACION UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


10 de Diciembre de 2008, 60º Aniversario

Año 2007








Somos iguales en dignidad y derechos,

Art. 1,2


Derecho a la vida

(integridad, vida privada y honra) Art. 3,5,12


Las libertades

(No a la esclavitud, libertad de pensamiento, conciencia y

religión, libertad de opinión y expresión, libertad de reunión

y asociación). Art. 4,18,19,20


Ley y justicia

(somos iguales y con garantías ante la Ley y la Justicia).

Art. 6-11


Derechos sociales y económicos

La familia. Art. 16

La propiedad. Art. 17

La seguridad social. Art.22,23

La educación y la cultura. Art. 26,27


Derechos políticos

La patria de los seres humanos es todo el mundo. Art. 13-15

Participación en el gobierno. Art. 21

Los deberes y el respeto a las libertades. Art. 29

Los deberes del Estado. Art. 30


Derechos de los débiles

Derechos de los trabajadores. Art. 23-25

Derechos de la mujer. Preámbulo,25, Declaración 20-Dic-93

Derechos de los niños/as. Declaración del 20-Nov_59

Derechos de las minorías. Pacto Internacional 19-Dic-96


Derechos de los pueblos

Un nuevo orden internacional. Art. 28





“La Declaración Universal es muy clara: reconoce los derechos que proclama, no los otorga; en efecto, éstos son inherentes a la persona humana y a su dignidad. De aquí se desprende que nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia naturaleza. Todos los seres humanos, sin excepción, son iguales en dignidad. Por la misma razón, tales derechos se refieren a todas las fases de la vida y en cualquier contexto político, social, económico o cultural. Son un conjunto unitario, orientado decididamente a la promoción de cada uno de los aspectos del bien de la persona y de la sociedad”. (Juan Pablo II)



Jesús nace pobre,
sin vivienda,
sin asistencia social,
es perseguido por sus ideas
y su actuación,
juzgado sin garantías,
torturado,
ajusticiado con la muerte
más infamante.


Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis
discernir los signos de los tiempos.
(Mt 16,3)




La vida y muerte de Jesús es la vida y muerte de millones de personas. Hay que recordar sus palabras: ‘”Si a mí me han perseguido, también lo harán con aquellos que son mis discípulos, pero no tengáis miedo que yo he vencido al mundo’”.


• 10 millones de niños mueren antes de cumplir los 5 años, por causas evitables

• 850 millones de personas sufren hambre

• 1.200 millones de personas no tienen agua potable

• 75 millones de niños no reciben enseñanza primaria

• 774 millones de adultos no saben leer ni escribir

• 1.300 millones de personas ganan menos de 2 dólares al día

• 31,6 millones de refugiados y demandantes de asilo político

• 1.252 personas en 24 países distintos fueron ejecutadas por su respectivo Estados en 2007

• Amnistía Internacional (AI) documentó casos de tortura y otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes en más de 81 países en 2007.

• En 54 países se celebraron juicios sin las debidas garantías procesales en 2007



Una de las paradojas más desafiantes de nuestro tiempo es la contradicción observable entre el bienintencionado discurso sobre los derechos humanos que producen las instituciones internacionales y los Estados nacionales, y la desdichada realidad de las libertades ciudadanas que prevalece en muchos países. Nunca antes han coexistido tantas normas, instituciones y autoridades encargadas de proteger la dignidad humana a lo largo del planeta. Una paradoja que cada día es más lacerante.
A la hora de justificar los derechos, la unanimidad es prácticamente universal; a la hora de protegerlos, la desbandada alcanza la misma dimensión.

La codicia de pocos y el silencio de muchos es la causa de tanta injusticia




DERECHOS HUMANOS

Artículo 1

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Este deber fraternal nos exige la lucha para que todo ser humano sea realmente sujeto de todos los derechos que contempla la Declaración.

“Ningún derecho humano está seguro si no nos comprometemos a tutelarlos todos.

Cuando se acepta sin reaccionar la violación de uno cualquiera de los derechos humanos fundamentales, todos los demás están en peligro”(Juan Pablo II)

¿Por qué no se cumple la resolución de la ONU de ¡1970!, de destinar el 0,7 del PIB al desarrollo humano sostenible de los países empobrecidos?. Hoy sólo cinco países lo cumplen

¿Por qué hay hambre si, según la FAO, se podría alimentar en condiciones normales con 2.700 calorías por día, a 12.000 millones de personas y somos 6.000 millones de seres humanos?

Porque tenemos un sistema, el capitalismo liberal, que No está centrado en la dignidad de la persona, sino en la obtención del máximo beneficio, no importa cómo. La persona es una mercancía más de la economía de mercado.

Los que realmente gobiernan el mundo, son aquellos que ostentan el poder económico e influyen en la política y en el poder mediático. Para mantener esta situación les interesan personas que no den problemas, que tengan poca capacidad de crítica e influencia, que se dediquen a vivir su vida, sometidos a los miedos de perdida del trabajo y otras calamidades que periódicamente se les va anunciando.

Hemos pasado de una cultura del Ser a una cultura del Tener. De unos valores profundos al subjetivismo y pragmatismo, donde la Verdad ni siquiera se busca; lo que pienso es la verdad, si me es útil; además andamos un poco miedosos porque, para muchos, el trabajo es inestable e inseguro. La Unión Europea, la región más rica de la tierra, permite tener 19 millones de ciudadanos en el paro.

La respuesta, pensamos, debe estar en la Educación permanente, orientada a la justicia y a la solidaridad; tanto para salir de la “pobreza de espíritu” del mundo rico, como de la pobreza material del mundo empobrecido. Debemos profundizar en la dignidad de la persona, en la que se basa la declaración de los derechos humanos y sentirnos libres para ver y actuar contra las manipulaciones que nos llevan a una sociedad inhumana.

Sólo cuando lo que rija nuestras actuaciones sea nuestra Humanidad, seremos capaces de exigir con rotundidad a nuestros gobiernos, que apliquen con efectividad los Derechos Humanos, tanto aquí como en los países empobrecidos, y que actúen con el mismo interés, celeridad y contundencia como han actuado en la crisis financiera.

Para nosotros, cristianos, cuyo mandamiento principal es el amor a Dios y al prójimo, es un deber ineludible la defensa de los Derechos Humanos y la solidaridad activa con las personas, desde las más cercanas a las más lejanas, que mueren de hambre o son excluidas, marginadas o tratadas indignamente, víctimas de nuestra sociedad opulenta.



ORACIONES


Tenemos el vicio de acostumbrarnos a todo.
Ya no nos indignan las cifras del desempleo,
ni la nueva esclavitud de los inmigrantes.
Ni es noticia el joven tirado o drogándose en una esquina.
Ni los millones de muertos de hambre cada año.
Lo más explosivo se hace rutina y conformismo;
la contradicción de la cruz,
es ya sólo el adorno sobre un escote o una elegante chaqueta.
Necesitamos tener algún amigo hereje, drogadicto, inmigrante
niño delincuente, vagabundo,... para ser disconformes como tú,
que fuiste crucificado por los conservadores del orden y la rutina.
Enséñanos a recordar que Tú, Jesús, siempre has roto
las coordenadas de lo previsible.


Ante la injusticia y el pecado en que viven sumidos tantos seres humanos,
ante el egoísmo de unos y la desesperanza de otros,
ante la imposibilidad de resucitar mientras haya opresores y oprimidos,...
Creemos que por iniciativa del Espíritu de Dios,
ha nacido en nosotros una urgencia que nos impulsa a la acción.
Creemos que la vocación y misión de seguir a Jesús,
pide un serio análisis de la realidad
e implica un compromiso de transformación de la misma.
Creemos que el ser humano, hombre y mujer,
es el verdadero templo de Dios,
allí es donde le encontramos de verdad y le damos culto.
Creemos que cada día el Padre-Madre nos interroga:
el clamor de los pobres, de la tierra es voz de Dios.
Creemos y amamos a Jesucristo,
presente en cada ser humano y especialmente en los pequeños.
Creemos y amamos al mundo, su historia,
una historia por completar y un mundo por construir, cuidar y liberar.
Un mundo que ha comenzado ya a resucitar.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA VIRGINIDAD DE SAN PABLO



Sentido último en sus cartas.
Reflexión de los Padres de la Iglesia.
Aportes de autores contemporáneos.
Consecuencias para la vida consagrada.


Por Lucio Francisco Ajaya


Introducción

La persona de San Pablo no deja de fascinar a quienes con fe, se acercan a la Palabra de Dios, pero más aún, aquellos que afectivamente quieren unirse más íntimamente con Jesús, descubren en la vida de este Apóstol, más que un simple ejemplo de santidad, todo un proyecto desafiante de vida, atravesada por la profunda y dolorosa lanza que causó la llaga Santa a Cristo en la Cruz y que nos dejó rociados con sangre y agua, capacitándonos para amar con la misma intensidad divina, con su mismo corazón. Nadie como Pablo puede enseñarnos el sentido último de la “virginidad” o “celibato”. Por esto, el siguiente trabajo monográfico se ayuda de lo ya elaborado por dos autores, a partir de las fuentes paulinas y de la exquisitez que ambos han tenido para encontrar lo “oculto” de esta forma de vida, en el testimonio de quien también ha querido ser objeto de reflexión para toda la Iglesia en este 2008, año Santo del Señor.



“EL NO CASADO, SE PREOCUPA DE LAS COSAS DEL SEÑOR”

Si bien el tratamiento que hemos querido abordar en este trabajo, intenta escudriñar la virginidad de San Pablo, no podemos obviar las alusiones que encontramos en la Sagrada Escritura, sobre todo en el Nuevo Testamento: “No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda”. Jesús revela un “nuevo modo de ser eunuco”, puesto que esto significaba un gran insulto para el judío, quien sabía que aquel que no tiene esposa no es ni siquiera un hombre. El mismo Señor, aparte de borracho y comilón, era tenido por eunuco, en sentido altamente peyorativo. En el último sentido señalado en las palabras de Jesús, observamos la introducción del Reino de los Cielos, lo cual implica una dimensión misteriosa acrecentada por la lacónica frase final: “Quien pueda entender, que entienda”. “Antes de Jesús no existía una condición de vida comparable a ésta instituida por él, diversa, al menos en las motivaciones, si no en el hecho mismo. Sólo la presencia del Reino en la tierra podía instituir esta posibilidad de vida: el celibato “por el Reino”. No se anula la posibilidad del matrimonio, pero la relativiza. De hecho la continencia perfecta se sitúa frente al matrimonio como el Reino de Dios se sitúa frente al reino del César: no lo elimina, pero lo hace aparecer en una posición diversa de antes. Él no es ya la única instancia en su campo. Como el Reino de Dios es de un orden de grandeza distinto del reino de César, uno no tiene necesidad de negar al otro para subsistir. De la misma manera, la continencia voluntaria no requiere que se niegue el matrimonio para ser reconocida en su validez propia. Sin embargo, no obtiene sentido más que de la afirmación contemporánea del matrimonio.”1

Ahora, adentrémonos en aquello que nos ocupa:

El apóstol dice así: “Porque la apariencia de este mundo pasa. Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división”2

La motivación de San Pablo para la virginidad, parece centrarse en el bien del individuo y en su sosiego, más que en el Reino de Dios. Sin embargo no podemos perder de vista que los motivos que el Apóstol coloca como válidos para escoger la virginidad y el celibato se resumen en la expresión “por el Señor”, lo cual según Raniero Cantalamessa3, luego del acontecimiento pascual, es el equivalente exacto a la expresión “por el Reino de los Cielos”. ¿Qué entiende la comunidad cristiana evangelizada por Pablo, cuando se habla de Reino de los Cielos?

La predicación cristiana pos pascual ya no centra su atención en la predicación del Reino de Dios, tema fundamental en el ministerio de Jesús. Encontramos, en cambio, el kerigma apostólico: Cristo ha muerto; ha resucitado; es el Señor. Ahora, en efecto, el Reino, la salvación, consiste precisamente en esto.: “Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús….convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar” (Hch 2, 36.38).
Pablo justifica su exhortación a la virginidad (“la apariencia de este mundo que pasa”), a que “el tiempo se ha cumplido”, ya ha comenzado el tiempo final en el que es ya posible vivir como “hijos de la resurrección”.

En Jesús, no se va al matrimonio “por el Reino de los Cielos”, es decir por una causa; según Pablo, no se va al matrimonio “por el Señor”, es decir por una persona. El progreso que significa en la idea de virginidad no es debido a Pablo sino a Jesús que, muriendo y resucitando por nosotros se ha convertido en “el Señor”, el Esposo y la cabeza de la Iglesia, aquel que “amó a la Iglesia se ha convertido en “el Señor”, el Esposo y la cabeza de la Iglesia, aquel que “amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.” (Ef 5, 25 – 27)

El Apóstol dice que desearía ver a sus fieles “sin preocupaciones”. ¡Qué gran ventaja ser célibe o virgen!¡Jamás el sufrimiento tocará nuestras vidas! Este es un riesgo: entender esta forma de vida como tranquilidad absoluta. Pedro escuchando a Jesús y las exigencias que implica el matrimonio dice: “Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse”, (Mt 19,10). También Jesús era del parecer de que es mejor no casarse, pero por un motivo muy diverso del motivo egoísta entendido por el Apóstol, y lo explica enseguida, hablando de los que no se casan por el Reino de los Cielos.
También la virginidad era ideal de los estoicos y los epicúreos, llamándola apatheia o atrassia, lo que significa una vida sin sacudidas emocionales y pasionales, dispuestos a sacrificarlo todo, incluso gozos y placeres muy intensos.

Sin embargo, Pablo no culmina allí su enseñanza: “El no casado se preocupa de las cosas del Señor”. Repite dos veces ahora, para varones y mujeres vírgenes que deben estar preocupados por las “cosas del Señor”. ¿Cómo interpretamos esta paradoja? La virginidad es un vivir sin preocupaciones mundanas, a fin de tener todo el tiempo y desahogo para preocuparse de las cosas del Señor. ¿Qué cosas son las del Señor? Los bienes, o las cosas del Señor son las almas por las cuales ha muerto, es el Reino. Ésta es la razón por la que existen el célibe y la virgen: para que haya alguien, en la Iglesia y en el mundo, que se preocupe sólo de los intereses de Dios.

En realidad el virgen renunció a casarse con una criatura, mas se desposó con una persona especial, la de Jesús, el Señor, que no es “historia del pasado”, ni tampoco “ilusión del futuro”, sino que por su resurrección “vive (ahora) en el Espíritu” y está presente continuamente en su iglesia. En este punto, nuevamente Cantalamessa es contundente: “No se trata, pues, para el virgen o la virgen, de renunciar a un amor “concreto”, por un amor “abstracto”, a una persona real por una persona imaginaria; se trata de renunciar a un amor concreto por otro amor concreto, a una persona real por otra persona infinitamente más real. La diferencia está en que, en un caso, la unión es “según la carne” y, en el otro, “según el Espíritu”; en uno, se forma “una sola carne”, y en otro “un solo espíritu”. De hecho está escrito que “el que se une al Señor, se hace un solo Espíritu con Él” (1 Co 6,17). Este realismo de la fe es el que hacía decir a la virgen santa Inés, ante la propuesta de un matrimonio humano:: “Ya estoy desposada….Me he ligado a él con el anillo, mi Señor Jesucristo”.

Aquí la grandeza de la virginidad: Los célibes son los que han recibido un don, que los ha llevado a percatarse hasta dolorosamente, de que una criatura, una familia, los hijos….no les bastaban, tenían necesidad de amar “Algo Divino”.

Leamos el testimonio de Kierkegaard, un joven luterano que descubre este don y experimenta la dolorosa punción del desprendimiento: “Dios quiere el celibato porque quiere ser amado…Tú, infinita Majestad, aun cuando tú no fueras amor, aun cuando tú fueras frío en tu infinita Majestad, yo no podría sino amarte; necesito algo majestuoso que amar. Aquello de lo que otros se han lamentado, a saber, de no haber hallado el amor en este mundo y por ello de haber sentido la necesidad de amarte, porque Tú eres el Amor (lo que yo admito plenamente), yo quiero proclamarlo también respecto de lo Majestuoso. Había y hay en mi alma una necesidad de Majestad, de una Majestad que nunca me sentiré cansado de adorar. Nada de esta codiciada Majestad encontré en el mundo”4 . Dice Cantalamessa: “Esposos de la Majestad de Dios, esposos del Absoluto!”5

El virgen se ha casado realmente, en cuerpo y alma, con el Reino o el Señor; no se casó por una causa, sino también con una persona; no es desposorio temporal, sino para toda la eternidad. La ligación es totalitaria y exclusiva, sólo comparable, en el plano humano, con el matrimonio.

Dice Cantalamessa: “Habiendo desposado una causa, el Reino de los Cielos, estamos llamados a servir a esta causa; Habiendo desposado a una persona, el Señor, estamos llamados a complacer a esta Persona (…) El Apóstol invita tácitamente a la virgen cristiana a seguir el ejemplo de la mujer casada. ¿Qué no haría una novia para agradar a su novio y a la inversa? ¿Qué no haría una esposa, fiel y afectuosa, para agradar al marido y viceversa? La misma necesidad, la misma tensión incesante debe tener la virgen cristiana para complacer al Señor. Sólo los medios para “agradar” son diversos. San Pedro recuerda algunos que sirven para toda mujer creyente, pero más aún para la virgen: “Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios” (1 P 3,3-4).”6

¿Cómo entiende San Pablo la realidad de un “corazón indiviso”?

El que está casado, debiéndose ocupar de las cosas del mundo y de agradar a la mujer y al marido, “se encuentra dividido”, mientras que la virginidad permite vivir “unidos al Señor sin distracción”. En San Pablo, el estado de virginidad es objetivo: tiene como centro y finalidad al Señor, no el bien propio. Sin embargo hay también un segundo beneficio de promoción y de revalorización de la persona: es la reunificación interior, el de pasar de ser “una persona” a ser una “persona unida”.7

Naturalmente, somos dispersión. Somos tantos deseos, proyectos, añoranzas que cultivamos, todos a veces tan contrarios, que en vez de progresar en la unidad interior vamos hacia la distracción. San Agustín ha escrito. “Porque la continencia es la virtud que nos reúne y nos reduce a ser una cosa sola; de cuya unidad habíamos degenerado haciéndonos de uno muchos, y dividiendo nuestro corazón en multitud de cosas; y menos te ama, Señor, el que juntamente contigo ama alguna otra cosa sin amarla por ti”.8

Jesús refería en este sentido a la “pureza de corazón”, que no es más que querer cada vez menos cosas hasta llegar a querer “una sola cosa”. Lo del salmista nos ilumina más aún: “Una cosa pido al Señor, sólo eso ando buscando” (Sal 27,4). Aquí, quien experimenta esto está tan cerca de la verdadera virginidad, de la que la virginidad física es señal y custodia, la del corazón: querer una sola cosa, cuando esta sola cosa es Dios.

San Gregorio de Nisa expresa que la verdadera virginidad es la interior: librarse progresivamente de las pasiones y de los deseos (pathe) para unirse a Dios; La virginidad física, está en función de ésta, es como una envoltura; Escribe: “Para poder contemplar del modo más perfecto el divino y bienaventurado placer, el alma libre no debe aferrarse a ninguna de las cosas terrenas ni gustar ninguno de los placeres de la vida ordinaria; más bien al contrario, debe trasladar su impulso amoroso de las cosas materiales a la contemplación inteligible e inmaterial de la belleza. La virginidad del cuerpo ha sido concebida para que pudiera realizarse dicha disposición del ánimo. Su principal función es la de hacer olvidar al alma las pasiones de la naturaleza y la de impedir los bajos instintos de la carne. Una vez liberada de éstos, y ya habituándose poco a poco a lo que parece permitido por una ley natural, el alma ya no ignorará ni abandonará ese divino y genuino placer que sólo la pureza del elemento racional que nos guía puede perseguir”9

Sería egoísta pensar que este camino sólo lo recorren los célibes o vírgenes. El mismo Gregorio, quien trazó este itinerario, estaba casado. El casado no puede dejar de preocuparse de las cosas del mundo y de la familia, y no puede sino estar dividido. El célibe, al estar indiviso, tiene más responsabilidad en esto. De la mujer casada el mismo san Gregorio de Nisa dice que “una parte de su corazón se va con el hijo que ha engendrado y, si tiene muchos hijos, su alma se divide en tantas partes como hijos tiene, de modo que ella siente en sus propias entrañas lo que sucede a cada uno de ellos”10. Es claro que esto puede resultar para ella ocasión de santificación “La mujer – dice la Escritura en 1 Tm 2,15 – se salvará por su condición de madre”, sin embargo esto no quiere decir que ella no esté, de algún modo, dividida.

“A propósito del corazón indiviso tenemos ocasión de reflexionar y de sentir temor. El corazón indiviso es algo bueno a condición de que se ame a alguien. Es, en efecto, mejor un corazón dividido que ama que un corazón indiviso que no ama a nadie. Esto sería, en realidad, egoísmo indiviso, un tener colmado el corazón, pero del objeto más inquietante que existe: uno mismo. De esta especie de vírgenes y de célibes, nada infrecuente por desgracia, se ha dicho frecuentemente con razón: “Porque no son del hombre, creen ser de Dios. Porque no aman a nadie, creen amar a Dios” (Ch. Péguy)”11
Una virginidad sin amor, no sería verdadera, sólo mostraría apariencia, cáscara, dura y vacía, sin alma. El motivo principal de la virginidad cristiana es, pues, positivo, no tanto negativo.

En los Padres, la virginidad adquiere poco a poco una motivación prevalentemente negativa y ascética, que es la renuncia al matrimonio y la superación de las pasiones. Allí, el motivo (“por el Reino”, “por el Señor”) prevalece sobre el hecho (no casarse); aquí, el hecho de no casarse tiende a prevalecer sobre el motivo, aún cuando éste evidentemente no desaparece. No fue ajeno en la historia de la Iglesia que el ideal ascético de la ausencia de pasiones y de deseos, ha resultado la cosa más deseable del estado monástico y virginal.

Una inmensa mayoría de los tratados patrísticos sobre la virginidad – como por ejemplo el conocido texto de san Juan Crisóstomo -, se afanan por poner de manifiesto los males del matrimonio: “Áspera e inevitable es la esclavitud del matrimonio – dice Juan Crisóstomo - ; aún cuando escape a todo dolor, el matrimonio no tiene en sí nada de grande; ¿de qué ayuda podrá ser, en el momento de la muerte, el más perfecto de los matrimonios?¡De ninguna!”. Gregorio de Nisa : “¿Por dónde habría que empezar a pintar esta vida difícil con los colores sombríos que le corresponden?...Todo lo absurdo de la vida se origina por el matrimonio”12. También los padres latinos – Ambrosio, Agustín – se mueven sobre esta línea.
Naturalmente, estos mismos padres se acordaban de vez en cuando de que no podían ir mucho más allá, en este camino, sin acabar en la orilla de aquellos mismos maniqueos herejes, a quienes se esforzaban por combatir en otros libros suyos. Y, he ahí entonces, las periódicas reafirmaciones de la bondad sustancial del matrimonio, como cuando san Juan Crisóstomo escribe ingenuamente que “quien denigra el matrimonio hace también una agravio a la virginidad”13 , sin caer en la cuenta de que lo que está haciendo exactamente él mismo. De esta manera, la virginidad era edificada sobre las ruinas del matrimonio y éste, verdaderamente, no fue el método de Jesús.

Cantalamessa expresa que en la visión de los padres: el acento se desplaza de la escatología a la protología, es decir, de aquello que se dará al final, en la Jerusalén celeste, a lo que se daba en el comienzo, en el paraíso terrestre. El modelo y la meta del virgen, más que la vida de los “hijos de la resurrección”, es la vida carente de concupiscencia anterior a la caída. La virginidad, más que como anticipación del Reino final, es vista como retorno al paraíso. Se habla también de “vida angélica” (bios angelikós), o “semejante a los ángeles”, pero más en referencia a la naturaleza inmaterial y de espíritus puros de los ángeles que al sentido de seres inmortales en que lo entendía Jesús (Cfr. Mt 22,30).
No han faltado los Padres que se apoyaron en el principio de la “recta razón”, como Gregorio de Nisa”, para expresar cómo las virtudes son un fundamento más universal para la virginidad que el constituido por la palabra y el ejemplo de Cristo en su misterio pascual: habla del alma que “permanece virgen, siguiendo la razón”14

El Apóstol también escribe: “Los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Ga 5,24). El mártir Ignacio de Antioquía se hacía eco de estas palabras cuando viajaba hacia Roma, prisionero, para padecer el martirio, escribía: “¡Qué hermoso es que el sol de mi vida se ponga para el mundo y vuelva a salir para Dios!...Todo amor terrenal (eros) ha sido crucificado en mí y no hay llama alguna que haga prender en mí el fuego por las cosas de la tierra”.15

La tradición de la Iglesia ha definido a la Cruz como “el lecho nupcial”: allí el alma se une con su Esposo divino. Se habla del “éxtasis de la Cruz”, del que nació la Nueva Eva y de donde la comunidad de la nueva alianza, vista como esposa de Dios, que no abandonará ya a su esposo para correr tras los ídolos, sino que será ella misma, mas bien, la que se estrechará a él para no separarse jamás.16

El lecho de la cruz no es exclusivo de los vírgenes. Es una propuesta abierta a los que han recibido el Espíritu de Dios. Los casados deben dejarse abrasar por el fuego pascual: el gran misterio de la unión entre Cristo y la Iglesia. ¿Acaso los esposos no aprenden más cuando sufren juntos que cuando gozan juntos? Este lecho es de amor, pero de aquel que pasa por el crisol de la prueba y el sufrimiento.

El cráter de la carne, sólo se apaga con la muerte…se repite a los oídos de los vírgenes, puesto que “la carne tiene apetencias contrarias al espíritu”17 . Es una lucha sin tregua. La carne y su amigo el mundo argumentan en “pro” de la defensa de los derechos de la carne, de la naturaleza, del buen sentido, de la bondad natural de las cosas, éste el campo “donde más cotidiana es la batalla y más rara la victoria”.18

El testimonio de los Padres del desierto es altamente gráfico: “Durante doce años – cuenta uno de ellos – el demonio no me ha concedido ni una noche ni un día de tregua en sus asaltos, pasados los cincuenta años. Creyendo que Dios me había abandonado y que por eso, precisamente, era dominado por el Enemigo, decidí tener una muerte irracional, antes que caer en la vergüenza por causa de la pasión carnal. Salí y tras haber vagado por el desierto encontré la cueva de una hiena; en esta guarida me coloqué desnudo, durante el día, para que al salir me devoraran las bestias feroces”. Después de diversos intentos oyó una voz que provenía de su interior y le decía: “Vete, Pacone, lucha; he consentido que fueras dominado por el Enemigo para que no te vanagloriaras de ser fuerte sino para que, por el contrario, reconocida tu debilidad y no confiando en exceso en tu régimen de vida, recurrieras a la ayuda de Dios”19 .

De aquí brotan consecuencias importantes para nosotros: el fundamento último de la consagración virginal es el misterio pascual. No podemos negar el aspecto ascético que conlleva, pero esto se volvería un mero voluntarismo vacío y aplastante, sino está revestido por entero de su alma: el Amor Pascual, pues “la custodia de la propia castidad viene confiada, en máxima parte, al mismo individuo y no puede apoyarse en algo que no sean las fuertes convicciones personales, que brotan exactamente del contacto con Dios, a través de la oración y a través de su Palabra.”20

¿Por qué el Reino exige el celibato? Dejemos que el mismo San Pablo nos conteste: “De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necesidad de la predicación” (1 Co 1,21). ¿A quién predicamos? A un Cristo Crucificado; la Cruz es la locura de nuestra predicación. Esta es la justificación de los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia. El hombre se sirvió mal de su inteligencia y voluntad para ir a Dios, las idolatró; Por ello Dios elige un camino diverso, el de la necedad de la cruz, el de la renuncia a la razón y voluntad propias, que actúan de modo distinto; “Porque el hombre no supo servirse de su sexualidad para salir de si mismo y abrirse al amor del otro y de Dios, sino que hizo de ella un ídolo: Astarté, Venus…, quiso Dios revelar en el Evangelio el camino de la renuncia al ejercicio activo de la sexualidad: la continencia por el Reino y la castidad perfecta. Porque el hombre no ha sabido servirse de los bienes creados en la obediencia a Dios, sino que los ha hecho ocasión de avidez, de rapiña y de opresión, quiso Dios revelar, en el Evangelio, el camino de la renuncia a las riquezas en la pobreza radical por el Reino.”21

Cantalamessa cita a este respecto, a Lutero, quien a propósito de los votos, formuló el siguiente principio: “Dios se revela en su contrario” (sub contraria specie), es decir, que Dios, en el Nuevo Testamento, revela su gloria en la humildad, su riqueza en la pobreza, su sabiduría en la “necedad”. Si Dios efectivamente se revela ya en una forma opuesta a la tenida como conveniente por la razón humana, se deduce que es preciso acogerlo tal como él se revela, entrar en su estilo, hablar su mismo lenguaje. Sería, en verdad, curioso querer recibir como sabio, como rico y de forma gozosa a un Dios que se revela “necio”, pobre y sufriente. No es posible y Jesús mismo lo afirma cuando dice que el que quiera seguirle debe negarse a sí mismo y tomar la propia cruz; y que el Padre ha escondido, a los sabios y a los inteligentes los misterios del Reino y se los ha revelado a los pequeños. …

Tiene razón san Gregorio Nacianceno cuando escribe que “no existiría la virginidad si no existiera el matrimonio, pero el matrimonio no sería santo si no estuviera acompañado por el fruto de la virginidad.”22

Desde la perspectiva bíblica diremos entonces que si no se hubiera dado el pecado, no habría existido la virginidad porque no hubiera sido necesario poner en crisis y someter a juicio al matrimonio y a la sexualidad. La virginidad es ante todo un rechazo del mal que se ha superpuesto a aquel bien; por tanto, es proclamación, por excelencia, de la bondad original de la creación y de las cosas. Son un modo de imitar al Verbo de Dios, que al encarnarse ha asumido todo lo humano, excepto el pecado.23

Así comprendemos la frase de S. Agustín y que la Iglesia canta explosivamente en la noche de la vigilia pascual: ¡Oh culpa feliz!, que nos mereció semejante Redentor. La redención de Cristo y el Misterio Pascual son reales: la creación originaria es recapitulada, diría San Ireneo, desde lo hondo del pecado la reconduce a la luz. Vivir virgen es vivir pascualmente: “Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado – escribe el Apóstol -. Así, que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad”24 . “La palabra traducida por “pureza” o sea “heilikrineias”, contiene la idea de esplendor solar (heile) y de prueba o juicio (krino) y significa, por tanto, una trasparencia solar, algo probado a través de la luz y encontrado puro. Éste es el modelo de vida que brota de las Pascua de Cristo, que es común a todos los cristianos, pero que el virgen debe hacer suyo con un título del todo especial, hasta convertirse, después, en modelo y señal para todos en la Iglesia.”25

Es importante recordar que el “ofrecer nuestros cuerpos como víctima viva, santa, agradable a Dios: el culto espiritual…”26 , no es exclusivo de los vírgenes; Estos están obligados a acoger de un modo más radical esta exhortación. Para todos los cristianos vale hoy el ideal de huir del mundo, asumido como rechazo a las obras que deben ser crucificadas con Cristo y “ser para el mundo” en todo lo que es bueno, lo que agrada a Dios, lo perfecto. Aquí son dos las dimensiones necesarias: Amar al mundo que Dios quiso salvar, ofreciendo el culto espiritual y “aborreciendo a mundo y a lo que hay en el mundo”.27





LA VIRGINIDAD COMO IDENTIFICACIÓN CON EL HIJO28

Amedeo Cencini, ilumina la realidad del celibato, desde una perspectiva paulina, utilizando también elementos psicológicos que ayudan a una densa reflexión teológica. Abordemos una síntesis sobre este punto, que no deja de ser riquísima; Se habla de un proceso en el enamoramiento de San Pablo, expresado de la siguiente manera:

1. Mors tua – vita mea

El enamoramiento de Pablo parte sobre todo de su convencimiento de que Cristo “se entregó” por amor a él. La muerte de Cristo ha “engendrado” la vida de Pablo. El amor de Cristo en la cruz ha liberado a Pablo del miedo a la muerte, de su temor a no ser digno de ser amado, de su pretensión de salvarse por sí mismo, de la presunción de realizarse según su plan, de la no-vida y de todo lo que le hace vivir menos, de lo que es pérdida y no vale la pena 29. Si el celibato es la forma que tiene una persona de dar testimonio de la vida que trasciende la muerte, o que nace de la muerte de Cristo, la experiencia y la contemplación de esta muerte da a Pablo una vivencia de amor tan fuerte, que lo impulsa a vivir una vida nueva, apropiándose de esa fuerza o recibiéndola como don.30


2. Mors tua – mors mea

Esta convicción hace que el apóstol responda con una dinámica que, a causa de un amor rebosante de gratitud, le lleva a la muerte, a la muerte del hombre viejo31. Y sin embargo, el elemento central de la relación de Pablo con Cristo en esta fase no es la muerte, sino el amor, cuyo punto culminante y cuya plenitud es la muerte, garantía de su autenticidad. Esta es la clase de amor que integra la vida de Pablo y que testifica su celibato por Cristo, como signo de su identificación con la cruz y con el amor que en ella se manifiesta.32

Pero Pablo no se limita a apropiarse del don, sino que se identifica con él proyectándose en el acontecimiento de la cruz, y ante todo en la persona de Cristo y en su opción por el amor, por la vida y por la muerte, decidiéndose activamente por la misma opción.

El protagonista sigue siendo Cristo y también su muerte. Es de esta de donde Pablo recibe la fuerza para afrontar su propia muerte por amor.

3. Vita tua – vita mea

La similitud en la muerte lleva inevitable y progresivamente a la identificación cada vez más plena con el Hijo. Los confines del yo de Pablo se amplían y extienden hasta los de Cristo33. Si ha muerto con Él, con Él resurgirá a una vida nueva34 ; la vida de Cristo será su vida35 , como un nuevo yo y una nueva vida que para Pablo es más auténtica y más suya, aunque haya sido recibida: vita tua, vita mea.

Pablo está seguro de que nada podrá separarlo del amor de Cristo36 ; más aún, incluso las tribulaciones que tiene que soportar por su predicación le parecen inestimables porque le acercan a la pasión y a la cruz, esto es, a la vida: su Señor37 . Y así es como la vida de Cristo pasa a ser su misma vida.
En esta fase hay, pues, una mezcla de actividad y pasividad, de auto-apropiación y de difusión de sí que hace que Pablo madure y realice su verdadera identidad. Pero el protagonista sigue siendo Cristo, la vida de Cristo Jesús, que anima y vivifica la vida de quien, como pablo, cree en la fuerza de su muerte y de su vida.

4. Vita mea - Vita tua

Aparece entonces, por fin el hombre nuevo y libre38 , plenamente identificado con Cristo por haber sido conquistado por Él39 , prisionero voluntario de Cristo40 que anuncia activamente su Evangelio41 y decide ofrecer libremente su vida y entregarse por completo a quien Pablo llama “mi” Señor y a su misterio de pasión, muerte y resurrección42 para completar en su vida lo que falta a la pasión de Cristo43 : vita mea, vita tua.

Es la última etapa del proceso de identificación. Si la fase anterior se caracterizaba aún por una cierta pasividad por parte de Pablo, al ser Cristo quien se entregaba a él, aquí nos encontramos con la respuesta al don que se concreta en la entrega radical del propio yo y de la propia vida. Ahora es Pablo quien toma la iniciativa. No solo recibe y se apropia, sino que da y se expropia; no se sitúa ya en el centro, ni piensa en ser el destinatario de un don, sino que amplía sus confines para acoger en su vida el espacio de la vida de Cristo, su amor, su muerte y su resurrección, hasta el punto de que el Señor Jesús se convierte en el argumento de la vida, de la actividad, del amor y de la muerte de Pablo44 . Es la plena realización y la identificación total del apóstol con Cristo, que ya no podrá sino ser virgen como Él y por Él45 : su vida célibe es símbolo de su relación con Cristo, símbolo de la vida que de Él recibe y a Él le da. Amando a Cristo, intensa y apasionadamente, ama a quienes le han sido confiados con el mismo amor de Cristo, con amor divino “celoso”, “paternal”46 y “maternal”47 . El amor de Pablo a la comunidad tiene el mismo corte, idéntico estilo que el amor de Dios. Y no solo eso, sino que hace que la comunidad pueda leer e interpretar en el amor que Pablo le muestra, el amor mismo de Dios. Es un amor profundo, celoso, que se salta los esquemas convencionales, un amor sin límites, un amor orientado hacia el absoluto de Dios, de donde procede”.

Este es el núcleo y la característica básica del amor virgen: el amor exclusivo e inmediato a Dios capacita para amar como Él y tanto como El, ¡hasta sentir sus mismo celos y su paternidad y maternidad!

Este es el sentido del enamoramiento de Pablo, virgen por Cristo, y de todo el que vive su celibato como identificación con el Hijo en actitud de agradecimiento y de entrega libre de sí (las dos actitudes típicas del Hijo); o del que lo vive, desde una perspectiva psicológica, como relación objetual total con Cristo Jesús, total porque es una relación con la vida y la muerte, de Cristo y de la persona virgen, llamada a vivir y morir con “su” Señor y como Él.


CONCLUSIÓN

¿Cómo no confrontar la vida propia a la luz del testimonio de este Santo? Su vivencia tan profunda de la virginidad no sólo cuestiona, sino que desafía. ¿Cómo puede expresar con tanta claridad: Cristo vive en mí? Realmente es locura; La locura de la cruz que transforma, y que hace nuevas todas las cosas.

La verdad de la virginidad por el Reino de los Cielos es saber que el corazón está ocupado por Alguien que celosamente exige amarlo, pero que también necesita ser expresado, porque ese Amor es difusivo. De aquí, que el célibe elige amar de manera especial, a quienes Dios le ha puesto en el camino: esos tentados de sentirse menos amables o menos queridos, aquellos que no son tan bellos ni atrayentes.

Sin embargo, sabemos que el desafío no es sólo para el consagrado, sino que la virginidad es también para los casados, puesto que “querer sólo Dios”, “buscar constantemente su rostro”, son expresiones de la verdad de un corazón ocupado por Dios y desde quien se aman a los muchos otros alrededor. Hasta el casado sabe que hay en él un puesto que sólo es del Señor.

Concluimos desenado más ardientemente que Cristo viva en nosotros, para que así nuestra vida crucificada en Él, rocíe con sangre a todos los que necesitan del amor de Dios, de manera que una Alianza Nueva y Eterna quede sellada para siempre y resuene en cada uno: Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta mi predilección.


El Señor del Milagro: Señor de las multitudes sufrientes

Por Lucio Franciso Ajaya

Del Evangelio según san Mateo (8,16-17)

“Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.

Durante su vida en la tierra, Jesús de Nazaret fue conocido por el bien que hacía: “pasó haciendo el bien y curando”, dice el Evangelio. El “enviado de Dios” combatió, venció la miseria, abrió los corazones y conquistó nuevos discípulos que querían seguirlo. Pero ¿acaso Jesús era sólo un milagroso sanador?. ¿Qué buscaban en Él esa multitud que lo seguía: sólo los beneficios que Él daba o realmente se sentían atraídos a su persona?
La misión de Jesús era mostrar el amor de Dios Padre. Los actos milagrosos que realizaba eran muy valiosos y buenos, mas sólo un modo de confirmar lo que Él predicaba. En cada gesto sanador de Jesús, hay una invitación de salvación, un mensaje más profundo y atrevido, ¿Por qué? Es que no hay que seguirlo porque se come pan hasta el hartazgo, ni tampoco porque sus ideas resultan liberadoras de la opresión política o porque conviene escucharlo para sacar de Él las palabras que sirven a intereses de grupos religiosos. No. El horizonte que propone el Maestro de los Milagros es más amplio, dice mucho más que el alivio de la enfermedad o la solución de un problema.

La multitud traía sus aflicciones, sufrimientos y enfermedades a los pies de Jesús. Él se compadece de ellos (Mc 6,34), mostrando que Dios viene a buscar a su rebaño y a ocuparse de él. Su corazón compasivo y solidario revelan el rostro de Dios, Padre y Pastor, “rico en misericordia” (Ef. 2,4).
Sin embargo, Jesús no quiere atraer la atención de la gente por medio de gestos espectaculares. Las acciones de Jesús anuncian la salvación. No sólo son un alivio del dolor, sino que sobre todo son signos de la llegada del Reino de Dios, que es “levantar” a TODA la persona, a la vida por entero. Por eso, Jesús sólo cura a los que creen que Él puede hacerlo. Debe haber fe en su persona, creer que Él es el “enviado de Dios” y NO un simple curandero…No. Él es el “rostro visible del Padre”, el que invita a SER DE DIOS de una manera verdadera.

En el Pacto de Fidelidad que sellamos los salteños, decimos que “somos de Él”…El 15 de setiembre se deja que el Espíritu que habita en nuestro corazón, hable a su Dios y Salvador. Nosotros creemos en el Señor del Milagro, creemos que Él es el camino, la verdad y la vida, que Él nos conduce a Dios y da sentido a nuestro caminar.
Este Señor del Milagro, sacudió el suelo…pero había que sacudir conciencias envejecidas por la adoración a otros dioses, por el olvido ingrato de aquel que nos creó y nos sigue cuidando como un Padre cariñoso.

Muchos de la multitud que caminan en la procesión, han sido sacudidos en sus vidas, por problemas o enfermedades. Acudimos a Jesús, porque nos hablaron de Él, nos contaron lo que es capaz de hacer. En nuestra historia de pueblo y de vida personal, hemos visto las “grandes obras de Dios”, pero esto es sólo el comienzo. El Señor se valió de una situación difícil, para que nos acerquemos a Él, para que busquemos ansiosamente sus palabras, su vida, su mensaje y no tanto sus milagros…Conocerlo y seguirlo a Él, en eso consiste el desafío.

Pidamos a nuestra querida Madre del Milagro, nos enseñe a buscar siempre a su Hijo. Que el multitudinario caminar, sea expresión de la fe que tenemos en Jesús, porque no sólo nos ha curado o aliviado el dolor, sino porque Él nos busca para que seamos partícipes de su Reino.

Lucio Francisco Ajaya
Seminarista de la Arquidiócesis de Salta,
estudiante de 3º de Teología,
Seminario Mayor de Tucumán
luciofrancisco@hotmail.com

viernes, 14 de noviembre de 2008

G-20, LA CUMBRE DEL DIOS MAMÓN

ECLESALIA, 30/10/08.-

Enviado Por Juan Carlos Estrada

El presidente español Rodríguez Zapatero anda estos días pateándose medio mundo, en busca de apoyos que avalen su presencia en la cumbre que reunirá el 15 de Noviembre en Washington a los líderes de las 20 principales economías del mundo (G-20). ¡Cómo no va a estar España, octava potencia mundial, en ese encuentro! Yo echo de menos una actividad diplomática similar por parte de Benedicto XVI, no porque el Papa deba reivindicar para el Vaticano una posición privilegiada en el ranking de los países ricos, sino porque alguien debería exigir la presencia en esa cumbre de los millones de empobrecidos que constituyen la mayoría numérica del planeta. Una exigencia que la Iglesia podría/debería asumir como propia.
Si en la cumbre se van a decidir los fundamentos de un nuevo orden económico mundial, esto no puede hacerse de espaldas al sufrimiento de las tres cuartas partes de la población. No es verdad que los principales problemas de la humanidad sean el endeudamiento del Leaman Brother, el desplome de Wall Street o la bajada del IBEX. Los verdaderos problemas son la sangría de muertos en las pateras del Estrecho, el genocidio inminente en la república Democrática del Congo, o la hambruna endémica del continente africano. Aunque los informativos nos lo presenten con sordinas eufemísticas: “muertos por hipotermia”, “fallecidos por inanición”, la realidad que golpea el estómago y la conciencia es que, en el siglo XXI, hay seres humanos –especialmente niños y niñas- que mueren de hambre y frío. El problema del mundo no es que el banco Santander Central Hispano gane algo menos de los 10.000 millones de euros previstos para el 2008, sino los 13 millones de africanos amenazados por el hambre, los 200 mil niños de la calle de Brasil, los 25 millones de desplazados internos o los 10 millones de refugiados a causa de los conflictos armados.
Desde su cercanía compasiva al dolor de los excluidos, la Iglesia samaritana debería gritar su indignación a la cumbre de adoradores del becerro de oro. Alguien debería recordarles a los sumos sacerdotes del mercado, que la alteridad radical de la realidad son los pobres de este mundo por delante de cualquier otro interés.
Si la erradicación de la pobreza no es el asunto prioritario de la cacareada cumbre mundial, asistiremos a una ceremonia del culto al dios Mamón que exigirá la sangre de víctimas inocentes para seguir alimentando los graneros del rico Epulón. Ojalá la Iglesia se sienta urgida por el sufrimiento de tantos hombres y mujeres y exija su presencia profética en esa cumbre. Benedicto XVI debería comenzar ya a patearse el mundo.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

domingo, 9 de noviembre de 2008

Como adquirir el Tesoro de la Ciencia



Carta exhortatoria a fray Juan


Puesto que me preguntaste, Juan carísimo en Cristo, de qué modo debes aplicarte para adquirir el tesoro de la ciencia, este es el consejo que te doy:

1º que por los riachuelos y no de golpe al mar procures introducirte, ya que conviene ir a las cosas difíciles a través de las más fáciles.

2º Por tanto, este es mi consejo y tu instrucción. Sé tardo para hablar e incorpórate tarde a los coloquios;

3º depura tu conciencia.

4º No abandones el tiempo dedicado a orar;

5º ama permanecer en tu celda, si quieres ser introducido donde está el vino añejo.

6º Muéstrate amable con todos;

7º no pretendas conocer con todo detalle las acciones de los demás.

8º con nadie te muestres muy familiar, porque las familiaridades originan desprecios y suministran materia para sustraerse al estudio;

9º en lo que dicen o hacen los mundanos no te impliques de ninguna manera;

10º apártate del discurso que pretende explicarlo todo;

11º no dejes de imitar los ejemplos de los santos y hombres buenos;

12º sin importarte a quién oigas, encomienda a la memoria lo que se diga de bueno;

13º lo que leas y oigas, esfuérzate en entenderlo;

14º acerca de los asuntos dudosos, cerciórate;

15º y preocúpate de guardar cuanto puedas en el cofre de la mente, como quien ansía llenar un recipiente;

16º no pretendas lo que es más alto que tú.

Siguiendo esas indicaciones, echarás ramas y darás frutos útiles en la viña del Señor Altísimo, mientras vivas. Si sigues estos consejos, podrás alcanzar aquello a lo que aspiras”

(Fray Tomás de Aquino)

sábado, 8 de noviembre de 2008

La Estulticia segun St. Tomás de Aquino


Educar la inteligencia hacia la verdad

Juan Manuel Cotelo ha traducido un oportuno artículo de Inos Biffi sobre la experiencia teológica y filosófica de Santo Tomás de Aquino



La Estulticia en el análisis de Tomás de Aquino

Las deficiencias espirituales se socorren con obras espirituales de dos modos. Uno, pidiendo auxilio a Dios y para esto está la oración
Los tontos son legión. Esta verdad que viene confirmada por la autoridad de Dios (como si hiciera falta revelación de una tal perogrullada) es citada más de veinte veces por Tomás de Aquino, que la lee en Ecle 1, 15: "stultorum infinitus est numerus", sentencia de Salomón, dicha en un momento de vehemente desahogo y bajo los efectos del vino (2, 3). Los necios -dice, por su vez, el salmo (118, 12)- "me rodean como avispas".
Pero no sólo hay infinitos tontos, sino que los hay de distintas formas: unas más ligeras; otras, más graves; hay tonterías inocentes; otras que son grave pecado... A lo largo de toda la obra del Aquinate(1), encontramos toda una tipología de tontos: asyneti, cataplex, credulus, fatuus, grossus, hebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuus y vecors.

En este artículo examinaremos brevemente -nada más que algunos apuntes- estos más de veinte tipos de tontos presentados por Tomás, algunas de las causas, efectos y los remedios -en la medida en que quepa remedio...- de la tontería.
Por lo pronto, Tomás hace la comparación con los animales. Si en español "asno" se emplea para designar una persona ruda y de muy poco entendimiento y, en portugués, "burro" es ya la primera palabra para designar la poca inteligencia, Tomás, por veinte veces, compara el insipiente al jumento: porque los animales actúan movidos por la pasión (el perro nada más se irrita empieza a ladrar; el caballo, cuando tiene un deseo, relincha etc.(2)). Y el insipiente, que dimite de la razón (de su honor, que es la razón, como repite Tomás), se reduce a un asno o jumento:"Cum esset praeditus lumine rationis, sicut homo in honore constitutus, noluit illo lumine regi, assimilatus est jumentis insipientibus, et ideo facit sicut jumenta..." (In Ps. 48, 10).

Se le compara al asno, porque el asno es asno, animal estulto:"Quia asinus est animal stultum, unde dicitur asinus, idest insensatus. Sic homo insensatus..." (Super Ev. Matt. cp 21 lc 1).
"Comparatus est iumentis insipientibus, et similis factus est illis etc. et alibi Ps. 31, 9: nolite fieri sicut equus et mulus, in quibus non est intellectus" (Super Ev. Matt. cp 10 lc 2).

Y, como veremos, el tonto stolidus, es parangonado a la oveja. El problema de la tontería se cifra siempre en el buen juicio sobre la realidad y sobre todo de los agibilia. Si sensatus es el hombre razonable, con sentido común, en lo que se refiere a las acciones particulares; a los insensati o asyneti les falta el sentido para estas acciones (Tomás agudamente hace notar que no se puede decir de niños que sean insensatos, sino sólo de adultos)."Insensatus autem proprie dicitur qui sensu caret" (Super ad Gal. cp3 lc 1). "Unde secundum synesim dicuntur in graeco aliqui syneti, idest sensati, vel eusyneti, idest homines boni sensus, sicut e contrario qui carent hac virtute dicuntur asyneti, idest insensati (II-II, 51, 3, c).
"Dicitur enim aliquis insensatus, si in aetate perfecta discretione careat, non autem in puerili aetate" (In Met. X, 6, 20).

Una primera característica de diversas formas de tontería es la parálisis. Ocurre por ejemplo en el stupidus (que, por veces, Tomás designa por cataplex -"cataplex, id est stupidus" Sent. Libri Ethic. II, l. 9, 11), que recibe este nombre precisamente de una como que parálisis que le sobreviene por stupor. El estupor es distinto de la admiración: ésta es una actitud positiva que acaba por requerir la disquisición; aquélla, la impide:"Admirans refugit in praesenti dare iudicium de eo quod miratur, timens defectum, sed in futurum inquirit. Stupens autem timet et in praesenti iudicare, et in futuro inquirere. Unde admiratio est principium philosophandi, sed stupor est philosophicae considerationis impedimentum" (I-II, 41, 4 ad 5).

La parálisis es común a otros tipos de tontos: acomete también al torpe, de ahí que ya Isidoro de Sevilla recoja la curiosa etimología del pez torpedo, que entorpece los miembros de quien le toca (Etym. XII, 6, 45).
Tomás incluye el estulto entre los paralizados y citando a Isidoro, hace derivar el mismo nombre stultitia de stupor: "Nomen stultitiae a stupore videtur esse sumptum, unde Isidorus dicit, in libro Etymol., stultus est qui propter stuporem non movetur" (II-II, 46, 1 c).

Además de la parálisis, otro factor importante en la caracterización de la tontería está en la (falta de) sensibilidad: en ese mismo artículo, distinguiendo entre estulto y fatuo, dice que la estulticia comporta embotamiento del corazón y hace obtusa la inteligencia ("stultitia importat hebetudinem cordis et obtusionem sensuum").
La fatuidad es la total ausencia de juicio (el estulto tiene juicio pero lo tiene embotado...). De ahí que la estulticia sea contraria a la sensibilidad de quien sabe: sabio (sapiens) se dice por saber (/sabor): así como el gusto discierne los sabores el sabio discierne y saborea las cosas y sus causas: a lo obtuso se opone la sutileza y la perspicacia de quien sabe:"Fatuus caret sensu iudicandi; stultus autem habet, sed hebetatum; sapiens autem subtilem ac perspicacem") (II-II, 46, 1, c).

La metáfora del gusto, de la sensibilidad en el gusto como paradigma para quien sabe saborear la realidad encierra una de las principales tesis de Tomás sobre la tontería. En el comienzo de la I-II, por ejemplo, discutiendo cuál es el fin último del hombre, considera la objeción de que la felicidad estaría en el dinero pues esa es la opinión común... Y contesta: ""Todo se sujeta al dinero" es lo que afirma la legión de estultos que saben sólo de bienes corporales, que el dinero puede comprar. Pero el juicio sobre el bien humano no lo debemos tomar de los estultos sino de los sabios, lo mismo que en cosas de sabor preguntamos a quienes tienen paladar sensible" (I-II, 2, 1, ad 1)(3).
Se trata siempre de una percepción de la realidad: lo que de hecho es amargo o dulce, parece amargo o dulce para quienes poseen una buena disposición de gusto, pero no para aquéllos que tienen el gusto deformado. Cada cual se deleita en lo que ama: a los que padecen de fiebre se les corrompe el gusto y no encuentran dulces cosas que en verdad lo son...
"Similiter etiam amara et dulcia secundum veritatem videntur illis qui habent gustum bene dispositum, et calida his qui habent tactum bene dispositum, et gravia bene diiudicant illi, qui habent virtutem corporalem bene dispositam. his enim qui sunt debiles etiam levia videntur gravia". (Sent. Libri Et. III, 10, 6).

Cuando busca caracterizar el estulto - la estulticia como opuesto a la sabiduría - se refiere propiamente al no darse cuenta de la conexión entre medios y fines:"In rationali vero respectu finis, stultitia, ut non afficiatur aliquis debite ad finem, et contra hanc est sapientia" (In III Sent. d 34 q 1 a 2 c). "Et ideo Gregorius sapientiam contra stultitiam ponit; quae importat errorem circa finem intentum" (In III Sent. d 35 q 2 a 1 c).

Además, el actuar del estulto sigue a su falso juicio que tiene por bien lo que no lo es: "Quia rectum iudicium habet de omnibus, quia circa unumquodque recte dispositus est, sicut qui sanum gustum habet, recte iudicat de sapore; solus autem spiritualis bene dispositus est circa agenda; et ideo ipse solus de eis bene iudicat" (Sup. ad Gal. cp6 lc1).

Tomás distingue entre la estulticia especulativa y la práctica: hay gentes muy limitadas de inteligencia pero que saben bien actuar; hay, en cambio, personas inteligentísimas que son estultos en su actuar: "Peccatum dicitur tenebra, quia intellectus obtunditur. Contra, multi peccatores inveniuntur qui habent optimum intellectum ad capiendum. Et dicendum, quod loquitur de obtusione intellectus practici, secundum quod omnis malus est ignorans; et non de obtusione intellectus speculativi". (In IV Sent. d 18 q 2 ar5 cex)

En otro lugar, Tomás, siempre atento al lenguaje, distingue entre el estulto, que no asciende a los conocimientos superiores; el insipiente, que no saborea su dulzura y el vecors, a quien le falta corazón para decidirse: "Stultus, quantum ad cognitionem divinorum, insipientes, quantum ad experientiam dulcedinis ipsorum; vecordes, quia sine corde quantum ad electionem agibilium" (In Hier. cp 4 lc 7).

Y luego indica otra distinción entre el insipiente y el estulto: el insipiente puede tener conocimientos terrenos pero no los eternos, mientras el estulto carece aún de los conocimientos terrenos: "Differentia est inter insipientem et stultum. Insipiens est qui habet scientiam humanam, et non considerat aeterna; stultus est qui non considerat etiam praesentia. Vel insipiens est qui non attendit mala praesentia, sed futura; stultus est qui attendit et non vitat; unde dicit, simul insipiens et stultus peribunt" (In Ps 48, 4).

Otra característica del insipiente es creer -también él- que todos tienen su condición: "cum ipse sit insipiens, omnes stultos aestimat" (II-II, 60, 3). Y cuando considera la etimología, hace notar que el insipiente es el insapiente, el no-sabio, que no saborea la sabiduría divina: "Unde cum contradicat sapientiae divinae, vocat eam insipientem. Quasi dicat: insipiens..." (Super I ad Cor. XI-XVI cp15 lc5). "Vir insipiens contemnit cognitionem divinorum" (In Ps 52, 1).

Otra constante en diversos tontos es que son obtusos, lo que se opone a la agudeza; lo agudo penetra en la realidad: de ahí que se hable de "sentidos agudos" e "inteligencia aguda", que penetra hasta en lo íntimo de la realidad. Lo contrario de agudo es hebes: "Hebes acuto opponitur. acutum autem dicitur aliquid ex hoc quod est penetrativum. unde et hebes dicitur aliquid ex hoc quod est obtusum, penetrare non valens. Sensus autem corporalis per quandam similitudinem penetrare dicitur medium inquantum ex aliqua distantia suum obiectum percipit; vel inquantum potest quasi penetrando intima rei percipere. Unde in corporalibus dicitur aliquis esse acuti sensus qui potest percipere sensibile aliquod ex remotis, vel videndo vel audiendo vel olfaciendo; et e contrario dicitur sensu hebetari qui non percipit nisi ex propinquo et magna sensibilia. Ad similitudinem autem corporalis sensus dicitur etiam circa intelligentiam esse aliquis sensus" (II-II 15, 2, c).

Lo obtuso puede ser pecaminoso, culpable

"Et ratio huius est, quia obtusi sunt sensus eorum, id est ratio eorum hebes est, et sensus eorum imbecilles et obtusi sunt, nec possunt videre claritatem divini luminis, id est divinae veritatis, absque velamine figurarum. et huius ratio est quia claudunt oculos, ut non videant, quia velum templi scissum est. et ideo est ex eorum culpa infidelitatis, non ex defectu veritatis, quia, remoto velamine, omnibus aperientibus oculos mentis per fidem clarissime veritas manifestatur" (Super II ad Cor cp 3 lc 3).
Y "Augustinus dicit in IV Musicae, quod anima per peccatum facta est imbecillior. Diminuitur ergo bonum naturae in ipsa per peccatum" (De malo q. 2, a. 11, sc3).

De ahí también los errores crasos, gordos, groseros y las metáforas de la grosería del intelecto o del corazón: incrassatus.
"Ideo cor populi huius, idest mens, incrassatum est, idest excaecatum. Quare? Quia sicut ad visionem corporalem puritas requiritur, sic ad spiritualem. unde intellectus dicitur vis superior, quoniam maxime spiritualis. incrassatur intellectus, quando applicatur grossis et terrenis" (Super Ev. Matt. cp 13 lc 1).

Le falta sensibilidad también al stolidus, incapaz de relacionar el efecto a su causa: "Designatur enim per hoc maxime hominis stoliditas, quod tam manifesta Dei signa non percipit; sicut stolidus reputaretur qui, hominem videns, eum habere animam non comprehenderet" (CG III, 38, 5).

Este es comparado a la oveja: "Per ovem, quae est animal stultum, significatur hominis stoliditas..." (Super Ev. Io. cp 2 lc 2).

Y -siguiendo a Aristóteles- afirma que los stolidi por antonomasia son los celtas: "Potest autem dici insanus, sicut dicitur de celtis qui sunt stolidi" (Tab. L. Eth. cp t).

Entre las causas morales de la percepción de la realidad, se destaca la buena voluntad que es como una luz, mientras la mala voluntad sumerge a uno en las tinieblas del prejuicio: "Responderunt ergo discipuli: et nos homines fuimus, rustici et obscuri in plebe; vos sacerdotes et scribae: sed in nobis bona voluntas facta est quasi lucerna rusticitatis nostrae; in vobis autem malitia facta est quasi caligo scientiae vestrae" (Catena Aurea in Mt cp 19, lc 7).

Otro punto importante en el análisis de la tontería es que hay -y es algo evidente- grados de inteligencia (y de tontería...): el rústico no se puede comparar al sutil filósofo: "Adhuc ex intellectuum gradibus idem facile est videre. Duorum enim quorum unus alio rem aliquam intellectu subtilius intuetur, ille cuius intellectus est elevatior, multa intelligit quae alius omnino capere non potest: sicut patet in rustico, qui nullo modo philosophiae subtiles considerationes capere potest" (CG 1, 3, 5).

Y ahí encontramos otro tipo: el idiota. Siempre atento a los orígenes de los nombres, Tomás hace notar que idiota, propiamente significa aquel que sólo conoce su lengua materna: "Idiota proprie dicitur qui scit tantum linguam in qua natus est" (Super I ad Cor. 11-16, 14, 3).

Pero el sentido se extiende: se trata principalmente del cultivo de la inteligencia. El tonto por no cultivado es el idiota. Así, en el texto citado de la Contra Gentiles, Tomás confronta el "intellectus optimi philosophi" al "intellectus rudissimi idiotae" y afirma que el idiota toma por falso lo que él no puede comprender. Es en general el inexpertus ("non habens scientiam acquisitam") como aquel esclavo ignorante del Ménon de Platón (I, 84, 3, 3).

Tomás habla incluso de la contraposición entre atletas instruidos e idiotas, es decir rudos sin experiencia: "Et simile est de athletis, idest pugilibus fortibus et instructis cum idiotis, idest rusticis inexpertis" (Sent. Libri Ethic. III, 16, 11).

El rústico se asombra de lo que desconoce (y que para otros es harto conocido y no despierta admiración): "Potest autem causa effectus alicuius apparentis alicui esse nota, quae tamen est aliis incognita. Unde aliquid est mirum uni, quod non est mirum aliis; sicut eclipsim solis miratur rusticus, non autem astrologus" (I, 105, 7).

Imbecillis se refiere a la flaqueza en general (moral, de ánimo, de la fe etc.) y no especialmente a la intelectual. En todo caso, Tomás habla de imbecillitas intellectus, imbecillitas sensus y de imbecillitas mentis. Se refiere así a los tardos en comprender: "Ipsorum tarditatem ad ea capienda, ibi quoniam imbecilles" (Super ad Hebr. cp 5 lc 2)

Y a la dificultad de aprehensión intelectual directa sin comparaciones: "Et ratio huius est, quia obtusi sunt sensus eorum, id est ratio eorum hebes est, et sensus eorum imbecilles et obtusi sunt, nec possunt videre claritatem divini luminis, id est divinae veritatis, absque velamine figurarum" (Super II ad Cor. cp 3 lc 3).

Imbecilidad es además no superar el nivel primario de la inteligencia, que no supera lo sensible, como es el caso del politeísmo: "Primum est imbecillitas intellectus humani. Nam homines imbecillis intellectus non valentes corporalia transcendere, non crediderunt aliquid esse ultra naturam corporum sensibilium; et ideo inter corpora illa posuerunt praeeminere et disponere mundum, quae pulchriora et digniora..." (In Symb. Ap. ar 1).

En relación a Dios, todo hombre es tardo de intelecto (Dios lo conoce todo en un solo acto) y por tanto, para aprender, requiere muchas metáforas. Un intelecto elevado, de pocas cosas extrae mucho conocimiento y los tardos necesitan de muchos ejemplos para entender: "Deus enim per unum, quod est sua essentia, cognoscit omnia: homo autem ad diversa cognoscenda diversas similitudines requirit. qui etiam, quanto altioris fuerit intellectus, tanto ex paucioribus plura cognoscere potest: unde his qui sunt tardi intellectus, oportet exempla particularia adducere ad cognitionem de rebus sumendam". (CG II, 98, 12)

Los más tardos se resisten a atinar con la realidad y dan interpretaciones groseras: la voz que glorifica a Jesús en el Evangelio es tomada por los más groseros por trueno: "Quidam erant grossioris et tardioris intellectus, quidam vero acutioris; (...) Desidiosi et carnales non perceperunt vocem ipsam nisi quantum ad sonum; et ideo dicebant tonitruum factum esse" (Super Ev. Ioh. cp 12 lc 5).

El nescius es el ignorante, con ignorancia culpable o no: "Sicut autem Caiphas nescius dixit: oportet unum hominem mori pro populo, sic milites nescientes faciunt" (Cat. Aur. Mc cp 15 lc 3). El crédulo es superficial en el creer: "Quod esse credulum in vitium sonat, quia designat superfluitatem in credendo, sicut esse bibulum super-fluitatem in bibendo (De Ver. I, q. 14, a. 10, ad 6).

Interpretando el versículo de Mt 5 22: "El que llame a su hermano racha, será reo ante el Sanedrín", Tomás discute los posibles significados de racha: según Jerónimo, racha indica el inanis, vacuus (que tiene la cabeza vacía, hueca, sin cerebro).
"Hieronymus. Vel racha hebraeum verbum est, et dicitur chenos, idest inanis aut vacuus, quem nos possumus vulgata iniuria absque cerebro nuncupare" (Cat. Aur. in Mt cp 5, lc 13).

No siempre el problema de los tontos es un problema de intelecto propiamente. Pues si el intelecto no es potencia corpórea, sin embargo necesita en su operación de las potencias corporales como la imaginación, la memoria y la cogitativa. Y si las operaciones de éstas sufren algún impedimiento por parte del cuerpo no puede darse buen funcionamento del intelecto.
"Sciendum est tamen quod, licet corpora caelestia directe intelligentiae nostrae causae esse non possint, aliquid tamen ad hoc operantur indirecte. Licet enim intellectus non sit virtus corporea, tamen in nobis operatio intellectus compleri non potest sine operatione virtutum corporearum, quae sunt imaginatio et vis memorativa et cogitativa, ut ex superioribus patet. Et inde est quod, impeditis harum virtutum operationibus propter aliquam corporis indispositionem, impeditur operatio intellectus: sicut patet in phreneticis et lethargicis, et aliis huiusmodi. et propter hoc etiam bonitas dispositionis corporis humani facit aptum ad bene intelligendum" (CG III, 84, 14).

Tras ese recorrido un tanto inquietante -esos tontos siguen siendo actuales...-, terminamos recogiendo brevemente las indicaciones que Tomás da de los remedios contra las tonterías (propias o ajenas).
Primero, hay que recordar que entre las obras de misericordia, las más importantes, las siete "limosnas espirituales", tres guardan relación más o menos directa con nuestro tema: soportar a los molestos ("portare onerosos et graves"), enseñar al que no sabe ("docere ignorantem") y dar buen consejo al que lo ha menester ("consulere dubitanti").
El remedio -cuando lo hay...- es así propuesto por Tomás: "Las deficiencias espirituales se socorren con obras espirituales de dos modos. Uno, pidiendo auxilio a Dios y para esto está la oración. (...) Contra las deficiencias del intelecto especulativo, el remedio es el estudio, la doctrina; contra las deficiencias del intelecto práctico: consilium, la deliberación y el consejo" (II-II, 32, 2).

(1). Las búsquedas en hipertexto fueron hechas sobre el texto latino de la edición electrónica de Roberto Busa Thomae Aquinatis Opera Omnia cum hypertextibus in CD-ROM. Milano, Editoria Elettronica Editel, 1992.
(2). "Secundum dicit, comparatus est jumentis. Bruta animalia operantur ex passione; et hoc patet, quia canis statim cum irascitur, clamat, equus cum concupiscit, hinnit; sed non imputatur eis, quia carent ratione. Si ergo homo statim cum concupiscit, sequitur passionem, et iratus percutit, comparatus est in agendo jumentis insipientibus: ps. 31: nolite fieri sicut equus et mulus etc. (In Ps. 48, 6).
(3). "Ad primum ergo dicendum quod omnia corporalia obediunt pecuniae, quantum ad multitudinem stultorum, qui sola corporalia bona cognoscunt, quae pecunia acquiri possunt. Iudicium autem de bonis humanis non debet sumi a stultis, sed a sapientibus, sicut et iudicium de saporibus ab his qui habent gustum bene dispositum".


No te olvides de pedir el auxilio de Dios, a través de la oración.