viernes, 8 de enero de 2010

LA TELEVISIÒN Y LOS NIÑOS


Autor: Por Bernabé Tierno
Fuente: ideasclaras@ffastur.eu
Foto: www.surcultural.info

Habitualmente, los medios de comunicación social nos ofrecen toda la información de cuanto sucede en el mundo entero. Compartimos con los demás seres humanos toda clase de suertes, desgracias, éxitos, catástrofes. Toda esta información también la reciben en mayor o menor medida los niños.

Es bueno estar informados, saber lo que pasa en el mundo, pero el problema radica en que estos medios se convierten sobre todo en medios de mentalización.

Diferentes vías

1. Vía afectiva, emotiva, cargada de fuertes pasiones. Por esta vía es fácil despertar e incrementar las conductas violentas, agresivas y pasionales presentando modelos que triunfan y a los que les resulta muy rentable tal comportamiento. En el caso concreto de los niños les queda claro, desde los primeros años, que lo que se hace y dice en la tele es bueno y recomendable. Ahí está el peligro.

2. Vía de los reflejos condicionados. Estamos llegando a una dependencia generalizada del consumismo sin freno. Hoy más que nunca la ética de la persona y las pautas de su conducta están siendo marcadas por la estética del consumo a causa de la televisión.

3. Vía subliminal. La fascinación de las imágenes, hechos y actividades que ofrece la pequeña pantalla actúan sobre los mecanismos que activan la conducta del sujeto, a espaldas suyas, sin percatarse de que está siendo moldeado (teledirigido) día a día, hasta sufrir una transformación total.

Alienación y dependencia

1. Por el mecanismo de proyección, el teleadicto se habitúa a descargar, atribuir o proyectar sobre los personajes cuyas acciones contempla sus propios conflictos, pasiones, odios, complejos, etc., de orden interno. Este mecanismo de defensa desconecta al sujeto de su propia realidad en la vida diaria, le incita a descargarse de responsabilidades y atribuir a los demás lo que no soporta admitir ni reconocer en sí mismo. Inutiliza a la persona para encarar los problemas.

2. Por el mecanismo de identificación, el sujeto escapa también de su propia realidad para meterse en el personaje ficticio con que se identifica, viviendo y sintiendo sus luchas, victorias, celos, placeres, infidelidades, conductas violentas, etc., que tenderá a imitar de manera inconsciente. Cada persona vivirá y sentirá la ficción de manera más o menos intensa según su edad.

Los niños son presa fácil de este mecanismo pues, muchas veces, no logran distinguir la ficción de la realidad.

Sabemos por estadísticas que nuestros niños pasan cada año frente al televisor unas 1.300-1.400 horas, mientras que las horas del colegio al año no llegan a mil. Esto significa que todo joven que llega a la mayoría de edad ha pasado frente a la pantalla de TV entre 20 y 25.000 horas.

Es evidente que no estamos ante algo sin importancia y tenemos que aprender todos a usar un medio tan poderoso. La TV es un potencial inmenso que puede enriquecer y ayudar muchísimo a aprender y saber muchas cosas en poco tiempo.

En este tiempo se encierran múltiples posibilidades de enriquecer la mente y el psiquismo humano.

Perjuicios y beneficios

En psicología infantil y juvenil se podrían lograr muchísimas cosas, como, por ejemplo, fomentar conductas sociales de cooperación y ayuda a los demás, de autocontrol, de esfuerzo y formación personal, etc. Ofreciendo modelos dignos de imitar por su atractivo y cuya conducta responsable, respetuosa y sacrificada por los demás fuera provechosa.

El problema es que la televisión no deje tiempo para el diálogo entre los esposos, para el de los hijos con los padres y para el de los hermanos entre sí.

Es evidente que la televisión corta de raíz la posibilidad de desarrollar otro tipo de actividades en todos los hogares: dialogar, leer, estudiar, escuchar música, jugar, reír y hasta dormir.

En definitiva son dos las consecuencias que están perjudicando más al niño y a la familia: la primera es la incomunicación. No hay tiempo para hablar de nada porque lo absorbe todo la tele. La segunda es que se está perjudicando el hábito de la lectura y está influyendo de manera muy directa en los resultados escolares.
Se ha demostrado que cuantas más horas pasa un niño frente el televisor, por término medio, menor es su rendimiento escolar y más posibilidades tiene de llegar a fracasar en el estudio.

Saber utilizarla

1. Lo primero que hay que hacer es aprender a prescindir de ella y apagarla cuando los programas o temas que desarrolla no sean de nuestro interés o el de nuestros hijos y no permitir que «nos organice la vida».
2. Aprovecharla para estimular el diálogo familiar comentando temas de interés y fomentar la actitud crítica.
3. No estar psíquicamente pasivo, sino activo. Un buen programa de TV estimula intelectualmente como el mejor de los libros.
4. Los contenidos de ciertos programas interesantes pueden servir de materia de trabajo para el estudio; inclusive para el colegio.
5. Hay que enseñar a «ver» anuncios y desenmascarar la manera en que pretenden convencer e influir al televidente para incitarlo a comprar. Esto gusta muchísimo a la mayoría de los niños.
6. Se puede fomentar la unión de la familia utilizando determinados programas para enjuiciarlos, analizarlos, criticarlos y valorarlos en común. Que hasta los más pequeños opinen y sean escuchados por todos.
7. Acompañar siempre que se pueda a los niños mientras están frente al televisor para enseñarles a tener una mente activa y crítica de cuanto ven. Que sepan comentar y valorar actitudes, gestos, conductas..., y no contemplar pasivamente.
8. No permitir que el niño vea la TV más de una hora diaria, en lugar de las tres horas que ve el niño español por término medio, y de las cuatro o cinco que suele ver el sábado y el domingo.
9. Ilusionarlo con actividades deportivas, reuniones con amigos, actividades al aire libre y otras para ir reduciendo el tiempo dedicado a la TV.
10. Convertirla en un instrumento valido en la formación del niño o del adolescente, a todos los niveles.

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